Autocrítica, esa gran quimera política

Pocos osan pronunciar su nombre y, generalmente, quienes se atreven suelen hacerlo en vano. Es curioso. Solemos coincidir en que las elecciones las pierde más el gobierno saliente que el partido que en realidad las gana, pero sin embargo es muy extraño encontrar ejercicios reales de autocrítica en los derrotados en las urnas. La culpa siempre es de otro, de la crisis, en este caso. Todo lo más suele ser aquella expresión de "nos podíamos haber explicado mejor". Ayer se celebró un importante comité federal en el PSOE y era una buena oportunidad para ver si esta vez, con el tremendo desplome de confianza ciudadana en los socialistas, sí veíamos un verdadero ejercicio de autocrítica. No sé qué decir, pero sí parece que la magnitud de la derrota ha llevado a despertar a muchos líderes del PSOE que ayer intervinieron en la reunión del partido. Zapatero y Rubalcaba, sobre todo el primero, sí reconocieron errores, aunque no precisaron mucho más.

Tanto José Luis Rodríguez Zapatero como Alfredo Pérez Rubalcaba hablaron ayer. Ambos insistieron en la idea de que la crisis está detrás de la derrota electoral. Como ya he comentado en otras ocasiones, es innegable que muchos gobiernos han caído debido, en gran parte, a la delicada situación económica. Los ciudadanos, por lo general, necesitan buscar a un culpable y lo más fácil (quizás también lo más razonable, sólo quizás) sea mirar al gobierno. Al fin y al cabo, si cuando todo va bien tardan muy poquito en colgarse medallas, algo tendrán que decir cuando las cosas marchan mal. Pero Zapatero dijo también que había habido errores de gestión y de comunicación que sólo se les puede achacar a ellos mismos. Eso sí parece autocrítica sincera. Poco que ver con el discurso de Rubalcaba, que aseguró que el PP no había superado su techo de votantes y que, si no lo ha hecho ahora, no lo hará nunca. ¿Y? ¿Va a ser menos débil la posición del PSOE en el Congreso por ese mensaje simplista? ¿Es menos clara su derrota? ¿Realmente consuela o anima a algún socialista?

El comité federal del PSOE tomó ayer una decisión muy acertada y que avanza en la buena dirección de organizar un proceso para elegir al líder del partido lo más abierto y democrático posible. Es verdad que siempre hay fórmulas más democráticos, como las primarias que ayer fueron rechazadas, pero rebajar del 15% al 10% el número de avales necesarios para poder presentarse a liderar el partido es un acierto y da a entender que, en efecto, dentro del PSOE se quiere vivir un proceso democrático huyendo del dedazo o del candidato oficialista. Hacen bien. Saben que este tipo de procesos puede beneficiar mucho al partido. Se suele pensar que los procesos internos para elegir a líderes dentro del partidos políticos les perjudican porque dan una imagen de desunión. Algo de eso puede haber según como se haga, pero a mí me parece mucho más aceptable un partido algo dividido, pero que elige democráticamente a su dirigente, que otro tipo de fórmulas que pasan porque el aparato del partido señale a alguien y todos digan amén. Más o menos lo que pasó para elegir a Rubalcaba como candidato.

El comité de ayer se caracterizó, entre otras cosas, porque fueron muchos los dirigentes socialistas que tomaron la palabra. Parece lógico que así fuera. La situación es muy delicada dentro del partido y es sensato que todos quieran aportar su visión sobre cómo empezar a construir un PSOE fuerte de nuevo. No puedo dejar de hacer un comentario algo ventajista quizás y también algo oportunista, pero que considero necesario. Si hubiera habido tanta discrepancia interna y tanto debate en el seno del PSOE, quizás el camino que hubiera seguido el partido sería distinto. Quién sabe. Lo que es seguro es que habría sido sano para el partido, porque el intercambio de ideas siempre lo es. Me refiero a todas esas reuniones en las que Zapatero tenía el mando absoluto y nadie osaba llevarle la contraria. Los vientos soplaban entonces a favor y nadie discutía el liderazgo el secretario general. En cualquier caso, en eso se parece mucho la política al deporte: cuando acompañan los resultados da igual cómo juegues. El sistema correcto es el que te da la victoria.

Ni Rubalcaba ni Chacón desvelaron qué harán y si presentarán, como parece esperable, su candidatura a la secretaría general del partido. Tampoco salimos de dudas sobre quién pondrá cara a la tercera vía, ni siquiera si ésta existirá finalmente. La llegada de Zapatero a la secretaría general se produjo precisamente formando una tercera vía y partiendo con pocas opciones al enfrentarse a pesos pesados del partido como José Bono. Ahora habrá quien busque un nuevo Zapatero en las filas socialistas. A ser posible, que esté en el Congreso de los Diputados. A Rubalcaba, al menos por lo que se ve, ni le cierran puertas ni se las abren de par en par. El hecho de haber dado la cara en las elecciones le da, pensarán algunos, legitimidad para ser secretaria general; el resultado de esas elecciones le inhabilita para el cargo, defenderán otros. Sobre Chacón, tengo la sensación de que esta vez no dejará pasar su oportunidad. La ministra es consciente de que está muy difícil, pero también de que momentos como éste, con el partido bastante desnortado, son ideales para ofrecer un proyecto alternativo y de renovación al que ella puede poner cara.

Lo más importante ahora en el PSOE debería ser que el proceso que se abre sea totalmente abierto y democrático. La primera semana de febrero el partido tendrá un nuevo líder y es necesario que quien resulte elegido secretario general lo sea porque la mayoría del partido está de su lado y porque ha convencido a los socialistas en igualdad de condiciones respecto a otros candidatos. No deben temer a la democracia interna. Ahí tenemos el ejemplo de los socialistas franceses, muy abiertos a la participación ciudadana en la elección de su candidato a las presidenciales. La legitimidad que tenga el nuevo secretario general vendrá, en gran medida, otorgada por cómo haya sido el proceso. Hará bien el PSOE en facilitar la labor a cuantos candidatos decidan presentarse. Pueden mostrar cierta división, pero el debate de ideas suele enriquecer a quien lo practica.

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