Recortes en educación

Los tijeretazos autonómicos no dejan casi ningún sector tranquilo. La última gran polémica por estos recortes viene derivada de los planes de algunas comunidades autonómicas en materia de educación. Concretamente en Madrid el gobierno regional quiere que los profesores impartan dos horas más de clases a la semana. Algo similar sucede en otras regiones como Galicia,Castilla La Mancha, Navarra o Cataluña. Los sindicatos ya han convocado marchas en distintos puntos del país contra estos recortes y para pedir que los planes de ajustes dejen a un lado la educación. Se habla de una reducción elevada del presupuesto en este campo y de ajustes de plantilla que dejarían fuera a 10.000 interinos en todas las comunidades donde están previstos estos recortes. Todos los sindicatos que trabajan en materia de educación van a movilizarse contra estos recortes pues entienden que es imposible que se pueda trabajar igual, que la educación no sufra una merma con estos severos recortes.

Fue en Twitter donde la presidenta de la Comunidad de Madrid quiso zanjar una polémica que, ciertamente, le había dejado en mal lugar. Ella había dicho que trabajar dos horas más no era una petición excesivamente dura teniendo en cuanta que la mayoría de los madrileños trabajan más horas que los profesores. Lo que sucede es que ella sólo contaba como horas de trabajo de los maestros las que dedican a impartir clases, no las que dedican a corregir exámenes o a preparar su trabajo. Es como si pensáramos que los políticos sólo trabajan cuando están en los actos oficiales y no cuando se encuentran en sus despachos. Habrá algún malpensado que así lo crea, pero habrá que presuponer que los maestros trabajan más allá del tiempo en el que están impartiendo clases. En todo caso, lo que pretendía Agurre era lo mismo que se hace siempre que alguien se pone en huelga: demonizar a ese colectivo. Se dice de ellos que son unos privilegiados por tener trabajo, que cobran más que el resto, que trabajan menos. Vamos, lo típico. Cualquier cosa en lugar de sentarse a debatir cómo salir de este conflicto.

La huelga todavía está en el aire, pero no es descartable aún que los profesores puedan decidir ejercer este derecho para protestar por los recortes. Ayer un líder sindical declaró que quien crea que con este tijeretazo se podrá trabajar igual que antes es porque no conoce para nada cómo es el trabajo en los colegios e institutos. Hay pocas áreas que los gobiernos no hayan tocado por esto de la crisis, pero las dos más sensibles, sanidad y educación, deberían estar ultraprotegidas. Sucede además que en períodos de crisis es la educación una de las salidas a esa crisis, un modo de evitar que se puedan volver a repetir, una posible solución futura. Ésa es la palabra: futuro. El futuro de nuestro país es el que está en juego. Los estudiantes de hoy serán los médicos, los profesores, los políticos del mañana. Recortar en educación es renunciar a que los estudiantes tengan la mejor formación posible, es tratar de arreglar un problema inmediato para dejar otro más grande para generaciones venideras.

Considero que la educación debería ser un campo ajeno al máximo a los recortes que, según parece, no queda más remedio que hacer. El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, está en contra de estos recortes, pero tampoco ha mediado de momento para intentar llegar a una solución. La imagen que dan estos recortes autonómicos es la de unas autoridades que buscan pan para hoy a costa de tener que pasar hambre el día de mañana. Es un error ver los costes en educación como una partida presupuestaria en la que hay mucho dinero que nos podemos ahorrar. No es un gasto, es más bien una inversión. Invertir en el futuro, en tener una sociedad formada lo mejor posible. Luego son estos mismos políticos los que critican al gobierno central porque los informes de educación nos dejan en los últimos puestos. ¿Qué esperamos a partir de ahora?

La educación de los jóvenes debe ser un eje central de actuación y el error viene cuando se cree que recortando millones de euros del presupuesto de educación, el servicio podrá ser el mismo. En lugar de pensar en reforzarlo, lo que hacemos es recortar e intentar que el tijeretazo se note lo menos posible, pero sabemos que se notará. O eso, o la educación importa más bien poco y se une a la lista de servicios y políticas sociales que pueden ser sacrificadas para que las cuentas cuadren. Urge una solución a este conflicto.

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