Así, no

¿Era esto? Espero que no. Ayer mismo mostraba mi simpatía hacia el movimiento 15-M y expresaba lo que de verdad pienso sobre ello, es decir, que es un soplo de aire fresco y que tiene bastantes puntos a su favor para atraer la atención y hasta el apoyo de muchas personas. Pues bien, no puedo decir que en un día haya cambiado radicalmente de opinión, pero sí que, tras lo sucedido ayer en Barcelona, el movimiento 15-M va a tener que hacer muchos más esfuerzos por evitar la violencia si no quieren perder toda la credibilidad que pudieran tener y si no quieren que sus únicos apoyos sean los de personas antisistema a los que les agrade ver cómo se coacciona, amenaza, agrede y zarandea a políticos que entran en el Parlamento catalán a debatir los prespuestos. ¿Qué pretendrían las personas que ayer, cometiendo un delito, trataron de impedir de forma violenta la entrada de los parlamentarios catalanes? Si lo que buscaban era abrir un debate sobre los presupuestos y los recortes que va a llevar a cabo el gobierno de CiU, no lo han conseguido. Hoy son portada, sí, pero más bien por su forma inadecuada de protestar y comportarse. El día de ayer, en el que se cumplía el primer mes del movimiento, no fue un buen día para éste.

Las críticas al 15-M son hoy generalizadas y la opinión más escuchada es que han sobrepasada la línea roja. Así es. Considero que están en su perfecto derecho de protestar contra todo aquello que consideren injusto. Es más, creo que todos deberíamos hacerlo para intentar evitar injusticias o severos recortes que afecten a la población. Ahora bien, hay formas y formas de protestar, y saltarse la ley no es, precisamente, el mejor modo de hacer llegar tus críticas. Ayer leía en Twitter que alguien se preguntaba por qué los medios españoles consideran lógicas las protestas y los altercados que se producen en Grecia e inaceptables los sucedidos en Barcelona ayer. No sé qué medios justifican los actos violentos que se pudieran producir en Grecia, pero, en todo caso, un delito es un delito y no hay vuelta atrás. Tanto en Grecia como en España, se dan condiciones para que los ciudadanos estemos cansados de la situación económica y dedidamos protestar por ella. Pero ni en Grecia ni en España ni en cualquier otro lugar del mundo se puede recurrir a la violencia. Ésa es mi opinión. Desde el momento en el que se recurre a las agresiones y coacciones a los políticos, o a cualquier otra persona, se pierden todas las razones que se pudieran tener, que sin duda se tenían.

Ayer no se hablaba de otra cosa. Los políticos, tanto los catalanes como los diputados en el Congreso, condenaron estos actos y todos coincidieron en que no es éste el camino adecuado para protestar. Especialmente acertado estuvo ayer Ramón Jáuregui quien, en la tribuna del Congreso, declaró que respetaba a las 2.000 personas que ayer protestaron en Barcelona, pero que ellas tendrían que respetar también a los más de tres millones de catalanes que votaron a esos representantes. Y es así. Los indignados no se cansan de decir que los políticos no les representan, pues bien, ellos al resto de ciudadanos, tampoco. Hasta que alguna mente brillante se invente un nuevo sistema, lo más cercano a la democracia que puede existir es el modelo de elegir a nuestros representantes a través de las urnas. Por supuesto que todo es mejorable, pero da la risa, o más bien entran temblores, sólo de pensar que la alternativa al modelo de democracia representativa actual pueda venir de los macarras que ayer se dedicaron a agredir y amenazar a los políticos catalanes. ¿Van a ser ellos los que propongan un nuevo modelo? ¿Será alguno de los violentos de ayer en Barcelona quien nos diga a los demás cómo tiene que funcionar la sociedad?

Siempre me he mostrado comprensivo con el movimiento 15-M, es más, por momentos me he sentido cerca de sus reinvindicaciones y de muchas de las cosas que pedían sus miembros. Como es natural, de la noche a la mañana no voy a pasar de apoyar en parte y con ciertas reservas este movimiento, a criticarlo sin piedad. Sobre todo porque el 15-M como tal se ha desmarcado de lo sucedido ayer en Barcelona. En todo caso, deberían controlar mejor, mucho mejor, lo que se hace en su nombre. Siempre que esribo sobre el 15-M digo lo mismo: si quieren triunfar y seguir adelante con el apoyo de muchos ciudadanos deben concretar más sus propuestas y no recurrir a la violencia. Esto último no se cumplió ayer en Barcelona. Y si las protestas no son pacíficas, pierden mucho valor. Lo sucedido ayer en la ciudad condal bien podría ser un curso acelerado con el título "cómo dañar a un movimiento en menos de 24 horas". Y es que la imagen del 15-M ha quedado muy deteriorada tras los actos de protesta de ayer. Partiendo de la base de que es un delito, luego viene todo lo demás, como las implicaciones éticas. Podemos estar muy cabreados con los dirigentes políticos, pero no se puede caer jamás en actitudes como la de ayer a la entrada del Parlamento catalán.

Tranquiliza algo saber que muchos miembros del 15-M dan al espalda a lo sucedido ayer en Barcelona. Lo que extraña es que haya quien aplauda lo que hicieron ayer este grupo de personas. Puede que actuaran con la mejor intención, pero estaban en un grave error. Cometían un delito, pero esto no es todo, además de ello dañaban de forma muy seria al movimiento. En un mes habían ganado muchos apoyos y cierta comprensión incluso desde algún político. Si se sigue por este camino, lo que poco había costado ganar mucho menos va a costar perder. Si el 15-M no quiere quedar como un grupo antisistema marginal debe cortar de raíz su relación con cualquier tipo de acot violento. La imagen de este movimiento era, hasta ayer al menos, muy positiva, o al menos aceptable, para muchos ciudadanos. Lo que se consigue con actos como los de ayer es que todos aquellos que recelaban del 15-M vean reforzados sus temores sobre este movimiento, y que los que estábamos a su lado comencemos a replantearnos ciertas cosas. Hartazgo e indignación con los políticos son aceptables y entendibles, agresiones y coacciones, no. Las técnicas violentas empleadas ayer en Barcelona no son propias de un movimiento que pretende ser pacífico y mejorar las cosas, no enturbiarlas.

Los políticos son vistos como los enemigos por parte de muchos de estos indignados. Si el tema de debate hoy no fuera la actuación desmedida de los manifestantes de ayer, diría que los políticos se deben hacer mirar este descontento y esta lejanía con relación a la ciudadanía. Eso es lo que pienso, de hecho. Pero ayer los indignados se ganaron a pulso que los comentarios de hoy versen casi en exclusiva sobre lo desacertado de su forma de actuar ayer. Estos días he venido diciendo que el 15-M debía ser estudiado a fondo por los políticos y que deberían tenerlo más en cuenta de lo que lo tenían. Para que este movimiento sea tomado en serio, y no como una amenaza a la seguridad sino como un grupo social que busca cambios reales para mejorar nuestro país, deben recorrer el camino inverso al que comenzaron a andar ayer. En lugar de lograr que todo el mundo hable de su violencia y no de lo que les llevó a protestar, deberían intentar que, gracias a una manifestación pacífica, todos se planteen si no tienen razón esos ciudadanos que se plantan ante los recortes sociales que va a llevar a cabo el gobierno catalán y que preocupan (y mucho) a la población. Para que sus mensajes sean escuchados, deben lanzarlos en un ambiente pacífico.

Hoy en Valencia también hay convocados actos para protestar contra el presidente, Francisco Camp, que está implicado en la trama Gürtel y en el caso de los trajes, concretamente. Es muy razonable que los indignados, como el resto de ciudadanos casi en su mayoría, no estén de acuerdo en que haya personas imputadas que ocupen puestos de responsabilidad. Este señor fue elegido, en todo caso, por los ciudadanos valencianos para ser presidente los próximos cuatro años. Puede resultar extraño, pero es así y hay que respetarlo. El 15-M, mientras tanto, haría mal en seguir con el mismo tipo de acciones que las que ayer protagonizaron unas cuentas personas en su nombre frente al Parlamento catalán. De ellos depende que este movimiento avance con paso firme o que no sea más que un grupito de violentos que sólo se dedica a atemorizar a los políticos. Porque sé que esto último sería muy injusto y daría al traste con los nobles idealies y principios de la gran parte de los miembros del 15-M, deseo de verdad que no haya más actos violentos por su parte. Las ideas se pueden, se deben, expresar de forma pacífica. Sólo así serán escuchadas y tenidas en cuenta. Que el 15-M no dé un giro poco deseable es lo que ahora todos los miembros de este movimiento deben intentar.

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