Último adiós a Marcelino Camacho

Ayer por la tarde, como tantas miles de personas a lo largo de todo el día, me acerqué a la sede de Comisiones Obreras en Madrid para rendir homenaje a Marcelino Camacho. Eran muchas las personas que estaban dentro del Auditorio que lleva su nombre y que ayer fue el escenario de la capilla ardiente de este símbolo del sindicalismo y la democracia española, y también había mucha gente en los exteriores guardando cola para poder ver por última vez a don Marcelino, para poder despedirse de él. Muchos con el puño en alto, otros sencillamente con una mirada y la mayoría escribiendo unas palabras en los libros que a la salida del auditorio dejarán para siempre el reconocimiento y la admiración de miles de personas a este personaje tan importante en la Historia reciente de España.
Había personas que se emocionaban como si de un miembro de la familia se tratara, gente realmente afectada por la muerte de alguien que es referente para todos ellos, para todos los sindicalistas y para todos los trabajadores y ciudadanos por igual. Un hombre tolerante al que ayer se le recordaba en su capilla ardiente por sus múltilpes acciones en favor de la democracia y de los derechos sociales de todos los españoles. Y también por una frase, la que pronunció cuando salió de la cárcel y que repitió años después en un merecido homenaje que recibió don Marcelino hace unos años. Así, se podía leer ayer: "ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar". Una frase que refleja un modo de entender la vida. Y, en efecto, nadie dobló ni domó ni domesticó a lo largo de su vida a Marcelino Camacho. Presidió durante muchos años el sindicato que fundó, CC.OO, y también defendió que los sindicatos debían ser independientes del poder político y de todos los poderes, mas no apolítico.
Ayer fueron muchas las personalidades que se pasaron por la sede de Comisiones Obreras en Madrid para dar el último adiós a don Marcelino. Entre ellos miembros del gobierno con José Luis Rodríguez Zapatero al frente, el Príncipe Don Felipe, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, o Marís Dolores de Cospedal en representación del Partido Popular. El presidente del gobierno, recién llegado de Bruselas, declaró ayer en la capilla ardiente de Marcelino Camacho que se trata de despedir a "una de las personalidades más relevantes que el mundo sindical ha dado en la historia contemporánea". El presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, también quiso despedirse de don Marcelino destacando que no solo fue una pieza clave para el sindicalismo español, sino que también lo fue para la democracia en nuestro país.
Como es lógico no faltaron representantes de los dos principales sindicatos del país, con sus dirigentes actuales al frente y también con la presencia de dirigentes históricos como José María Fidalgo o Nicolás Redondo. La patronal estuvo presente ayer en la despedida a Marcelina Camacho, representada por su secretario general José María Lacasa y por su vicepresidente, Arturo Fernández. Miembros destacados de Izquierda Unida, como Cayo Lara o Gaspar Llamazares, también asistieron a la capilla ardiente. El portavoz en el Congreso de la coalición izquierdista declaró sobre Marcelino Camacho que "como símbolo, no morirá".
Josefina Samper, la viuda del histórico personaje al que ayer tantas personas quisimos agradecer su labor, se mostró con entereza en todo momento y recibió el cariño y el consuelo de todas estas autoridades, y el afecto de todos los ciudadanos. Ella, su compañera, jugó un papel clave en la vida de Marcelino Camacho. En cada entrevista así lo señalaba el dirigente sindical. Ella fue la que estuvo siempre al lado de don Marcelino, en los buenos momentos, como la llegada de la democracia o los homenajes, pero también en los malos como cuando a don Marcelino se le encarcelaba por sus ideas y por la labor en defensa de la democracia y la libertad en un país gobernado por un dictador. Marcelino Camacho ha declarado en alguna ocasión que él sí se alegra de la muerte de un dictador, pero nunca de la muerte de una persona sea la que sea y haya hecho lo que haya hecho.
Con las palabras de los que conocían mejor a Marcelino Camacho, aquellos que no vivimos esa época en la que su labor fue tan importante podemos conocer mejor la figura de este gran ser humano del que ayer se dijo que era honesto, coherente, valiente, modesto y leal. Coherente con sus ideas vivió siempre en un barrio obrero de Madrid. Valiente en su lucha incansable contra el franquismo cuando manifestarse no era precisamente algo fácil o que no conllevará consigo consecuencias para el que se atrevía. Muy honesto, muy modesto y leal a sus principios, a su sindicato y a su gente. Leal en su defensa de los derechos de los trabajadores de nuestro país. Alguien que luchó durante una época muy complicada y en la que hacía falta gente como él. Lo cierto es que siempre hacen falta personas con los valores y la actitud de don Marcelino, también en nuestros días.
Tomar a Marcelino Camacho como ejemplo es quizás el mejor homenaje y tributo que se le puede rendir a partir de ahora. Tanto en la acción sindical como en la acción política y en distintos ámbitos de la vida, los valores que ayer resaltaban las personas que conocían bien a don Marcelino son necesarios y se echan en falta en la actualidad. La altura de miras, el espíritu crítico y la convicción de defender siempre sus principios y de luchar por los derechos sociales son elementos que deberían ser imitados por todos los que hoy tienen algún tipo de responsabilidad. Nos deja un hombre clave en el sindicalismo y en la Transición a la Democracia. Se va con esa frase mítica en el recuerto de todos y con una palabra que fue ayer la que más veces se escribió en los libros de condolencias: gracias.

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