Se nos va un gran presidente, por Alberto

Fue sencillamente un “gran caballero y un gran español”. Así definió ayer José Bono, presidente del Congreso . Don Leopoldo Calvo Sotelo fue un “hombre de Estado”, un gran político, alguien brillante. Fue número 1 de su promoción, y el mejor en casi todo lo que hizo en su vida. Solo unas pocas figuras como él son capaces de reunir en las páginas de un periódico (enhorabuena a los compañeros de El País), a los tres últimos presidentes del gobierno con un fin común: ensalzar al presidente del gobierno de España entre 1981 y 1982. El presidente que devolvió la confianza en la democracia a los españoles tras el 23-F. El vicepresidente económico de Suárez en época de aplicación de los pactos de la Moncloa. Una gran persona, una brillante personalidad.
España está de luto oficial hasta el martes. Es la primera vez que se muere un presidente de la democracia. Leopoldo Calvo Sotelo ha sido durante mucho tiempo el gran olvidado. Fue el único de los cinco presidentes del gobierno de España que no fue elegido por las urnas. Pero fue muchas más cosas. Fue la figura que pilotó la recomposición de la novísima democracia tras el 23-F. Ocupo un sillón caliente, se puso al frente de una empresa tan bella como extraordinariamente complicada. Metió a España en la OTAN porque siempre creyó que la política exterior de nuestro país era de vital importancia. Entramos en Europa más tarde, pero España entró en un proyecto internacional antes, y lo hizo con Calvo Sotelo de presidente.
Y, como ayer decía Alfonso Guerra, azote de UCD en aquellos años, la importancia de Calvo Sotelo no se limita a su época como presidente. Don Leopoldo ocupo responssabilidades en los primeros gobiernos sin Franco. Fue ministro en el primer gobierno después del dictador presidido por Arias Navarro. Una de esas fases que hubo que pasar par ir rompiendo con el régimen franquista. En ese gabinete ministerial estaban, ni más ni menos, Adolfo Suárez y Manuel Fraga. Fue por lo tanto el germen de lo que gracias a ellos y tantos otros como ellos de todas las ideologías posibles, llegaría a España para no marcharse jamás: la democracia.
Suárez contó con él, leal e inteligente como pocos, para su primer gobierno en 1976. Seguían siendo circunstancias delicadas.
Una vez más los grandes padres de la democracia española, entre los que está don Leopoldo, estuvieron a la altura. Y es que en la Transición todos estuvieron a la altura salvo unos pocos radicales de extremos diversos. Pero todos los partidos estuvieron a la altura. Eso se agradece y se echa de menos. Se echa menos como eso que se puede perfectamente echar de menos aunque no lo hayas vivido. Es la sanísima envidia desde nuestros días de esos líderes políticos sin igual que por encima de todo fueron responsables y respetuosos. La gran responsabilidad que tenían, y el enorme respeto que entre todos tenían mutuamente, fueron dos de los ejes de ese milagro democrático que fue la Transición.
Cuando escribo estas líneas, Calvo Sotelo está recibiendo ya en el Congreso de los Diputados un merecido homenaje. Es la primera vez en décadas aquí en España que la capilla ardiente de un antiguo gobernante se asocia a valores democráticos. El último gran acto de este tipo es por todos conocido. Esta vez no es el cadáver de un odiosos dictador el homenajeado y despedido por los españoles. Es el féretro de un patriota colosal, de un político formidable y de un presidente del gobierno que en menos de dos año hizo lo que algunos no harían en diez. Considero muy importante que el Congreso de los Diputados, con todo lo que eso significa, acoja la capilla ardiente de este gran español. Bueno es también que desde todos los partidos políticos la voz de respeto y agradecimiento haya sonado nítida y clara. Es positivo que los referentes políticos que todo país y toda democracia necesitan, tengan la altura de miras y el nivel de don Leopoldo.
El 23 –F marcó al ex presidente, como marcó a toda España. Pero no le marcó como los golpistas deseaban. Qué va. España se hizo más fuerte, nuestra democracia demostró que llegó para quedarse gracias a Su Majestad el Rey, definitivamente legitimado aquella noche para los pocos desconfiados que tuvieran alguna duda, y gracias a tantos otros. Don Adolfo Suárez y don Manuel Gutiérrez Mellado estaban entre esos grandes españoles. El militar falleció hace años, la memoria colectiva debería tenerle en mejor lugar aún. El ex presidente, padre de la Transición, es (siempre lo será aunque la enfermedad le mantenga desde hace mucho tiempo fuera de los focos mediáticos) un excepcional político y una colosal persona. Fue indecentemente vapuleado y atacado por personas a los que la Historia no ha puesto suficientemente en su lugar, ese lugar lleno de ejemplos de lo que no se debe hacer, el lugar donde se expone cómo no se debe hacer oposición.
Pero hoy no es día de reproches. Y es que gracias a que los padres de la democracia española enterraron reproches y odios en el ayer, hoy podemos disfrutar del extraordinario país que es España. Don Leopoldo Calvo Sotelo no actuó tras el 23-F guiado por desprecio u odio. Ni siquiera por desconfianza. Siguió hablando con todos los partidos. El glorioso ejemplo de Política (término que hace mucho que en España no se puede escribir en mayúsculas) que dio el hoy honrado en el Congreso debe ocupar páginas centrales del gran libro de la Historia de España.
La Transición fue una labor de todos y no de unos pocos como de forma desvergonzada algunos pretenden contarnos ahora. La Historia quedó suficientemente reflejada como para que unos vengan ahora a decir que esta ideología o aquella, que este partido o aquel fue el gran artífice de la Transición. Lo fueron todos, porque todos eran españoles, y a todos los españoles que vivieron ese momento histórico (a todos menos los antisistema, golpistas y aseinos varios que atacaron a la democracia entonces) les hemos de agradecer muchas cosas. Hoy que es el Día de la Madre. Se dice, y es verdad, que a nuestros progenitores hemos de agradecerles nuestra vida misma. Pues la democracia española como persona con mucha vida y extraordinaria salud, debe también agradecer a sus padres, desde UCD hasta el PC, pasando por el PSOE o AP, su bella existencia.
Me gusta especialmente la reacción que han tenido los líderes políticos actuales, tan poco dados a dar ejemplo, y todos los presidentes del gobierno. El fallecido criticó a uno de esos presidentes, y apoyó de forma pública a otro de ellos. Pero eso da igual y es lo de menos. Lo de más es que España entera está hoy de luto. Y algo más, que el ejemplo de saber actuar dado por don Leopoldo y por tantos otros entre 1975 y 1982 debe permanecer muy vivo en nuestros días. Por reconocimiento a su labor, por el debido agradecimiento a todos ellos, y porque nunca vienen mal buenos ejemplos de gran política cuando los políticos mediocres abundan en todas partes.
Don Leopoldo Calvo Sotelo fue presidente de España. Ha habido cinco en toda la Historia de nuestra democracia estrenada en 1978. A él rendimos hoy un sentido homenaje. El del recuerdo, el de la memoria. Porque hablamos de recuerdo de una nación y memoria colectiva. Y toda España debe conocer a los padres de su democracia. Conocerles lleva, ineludiblemente a admirarles. Si no a ellos, sí a su labor. Sí desde luego a lo que representaron y a lo que hicieron posible. No es casualidad ni tampoco un tópico, que la Transición Española sea ejemplo en medio mundo para llevar a cabo transiciones democráticas. Lo decíamos hace pocos días por otros motivos, y lo repetimos ahora: España tiene algunos acontecimientos y eventos por lo que de vez en cuando y con sensatez puede sacar pecho. La Transición, esa bella palabra oída de la boca de los grandes políticos del ayer, es un referente colosal. Y como todo en la vida, esa nave la construyeron y pilotaron personas. Una de ellas se nos ha ido. Descanse en paz.

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