Herederos del espíritu del 2 de mayo, por Alberto

Más allá de estériles discusiones políticas, el 2 de mayo de 1808 fue un día trascendental para la historia de España. Es un día festivo en Madrid, pero bien podría serlo en toda la Nación. Ese día nació de hecho la moderna nación española. Y no lo hizo porque un grupo de élite así lo decidiera por los ciudadanos. No, fueron los ciudadanos los que se levantaron contra el invasor, contra el enemigo común. No sé si los sublevados se levantaron en armas por la Nación, lo que está claro es que siendo conscientes o no, hicieron la primera clara y ardiente defensa de España como nación. Nación libre, independiente y donde el pueblo, y no otros, es soberano.
¿Se ha idealizado el 2 de mayo? Puede ser aunque lo dudo. Es más, vivimos en una ciudad donde muchos rincones, calles y plazas toman por nombre algunos personajes relacionados con esos hechos, pero muchos niños y jóvenes no saben quién fue Manuela Malasaña, quiénes Daoíz y Velarde. Solo ahora que estamos en el Bicentenario se enseña algo más a los niños. A pesar de que no tiene sentido que esa presencia de lo que significa el Dos de mayo se dé solo cuando se cumplen dos siglos, bienvenido sea.
La reflexión a la que invita el día de hoy es pues mayor que lo pudiera parecer. A raíz del valiente levantamiento de muchos madrileños y madrileñas, ciudadanos de toda España luchan contra el invasor. Comenzó la Guerra de la Independencia. Independencia de toda España. No soy amigo de reescribir la historia. Pero es que es difícil dudar que el espíritu del Dos de mayo, no el levantamiento en sí, no sea una primera reacción de España como Nación. Es cierto que muchos de los sublevados reaccionaron contra Francia para defender a su Rey. Un rey que demostró al regresar que no merecía ser llamado el deseado. Pero lo que se estaba jugando era mucho más profundo: la libertad. Que España, o mejor, el pueblo español, decida lo que quiere ser en el futuro. Fernando VII regresó como regresó y eso todos lo sabemos. Pero no sigamos la tradición española de criticar lo nuestro por el mero hecho de serlo, y de elogiar lo ajeno también por el mero hecho de serlo.
Los afrancesados creían que las ideas francesas eran buenas para España. Algunos, otros solo querían bailarle al agua a los nuevos gobernantes para mantener sus privilegios. Es indudable que las ideas que llegaban de Francia tras su revolución eran muy ilusionantes. Y nada tenían que ver con las rancias ideas del absolutismo de la monarquía española representada por un débil Carlos IV, por un traidor hacia su propio padre y un desleal con el pueblo que le denfendió, Fernando VII, y todo ello aderezado por un personaje gris y ambicioso llamado Godoy.
Pero por muy noble que sea una idea, por muy perfecto que oueda ser un sistema de organización político, jamás se puede imponer desde fuera del país donde se quiere implantar, ajeno a la voluntad mayoritaria del pueblo, y encima hacerlo por la fuerza. Todo lo que de valioso tenían los principios franceses, lo perdieron cuando sus tropas se dedicaron a saquear a los españoles más humildes. Un país que defiende ciertas ideas no puede querer imponerlas en un país extranjero y por la fuerza. Además por muy nefastos que fueran nuestros monarcas, eran nuestros reyes, representaban a España. Guste más o menos un gobernante y sus formas (un repudiable absolutismo en este caso), mal vamos si tratamos de desalojarlos desde fuera de nuestras fronteras, y con ejércitos extranjeros sin contar con el pueblo oprimido, con los ciudadanos hartos de tantas cosas. Y Napoleón, que nadie se engañe, fue antes que gobernante o emperador, un militar. Un animal militar. Se dice que de los mejores de la historia. Y los militares a lo largo de la historia han defendido sus ideas con armas y a sangre. Madrid primero y España después dijo basta.
Fue la primera vez que Madrid decía basta, la primera vez que esta excelente ciudad se levantaba firmemente contra la injsuticia. Madrid es y era grande porque los habitantes de Madrid son y eran grandes. Grandes ciudadanos, comprometidos con la libertad, solidarios y tolerantes. Madrid, que nadie se engañe, es pionera y vanguardia, élite y referencia por más cosas que las meramente económicas. Eso es, a pesar de los pesares, lo de menos. Lo de más es el espíritu que movió a esas mujeres y a esos hombres aquel 2 de mayo. Dos siglos después somos herederos de ese espíritu.

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