Catástrofe natural, ayuda humana y humanitaria. Por Alberto

Las cifras que llegan de Myanmar son tan tremendas que resultan difíciles de abarcar por nuestra mente. 22.000 muertos, 40.000 desaparecidos, 100.000 personas sin hogar. Es una catástrofe natural de esas en la que la Tierra se muestra especialmente virulenta con el ser humano que la habita. Pero no es solo eso. La tragedia se ceba siempre con los mismos. Cierto es que estos fenómenos meteorológicos son más frecuentes en ciertas zonas, pero es que la imposibilidad de respuesta y reacción de los afectados es mucho mayor cuando, como en casi todos los casos, los afectados son los más desprotegidos. Y siempre son las mismas caras de dolor, la misma mirada de desolación de quien lo acaba de perder todo.
Y es que la climatología puede ser caprichoso, puede guiarse por el azar o por las zonas del planeta con un tipo u otro de climas. Pero es que encima el lugar de esta catástrofe padece desde hace más de 40 años una repugnante dictadura militar. Allí desde 1962, cuando llegó al poder la Junta militar que gobierna tiránicamente el país, nada se asemeja a la democracia, y los Derechos Humanos son un sueño idílico. En 1990 hubo elecciones y las ganó la oposición. Los tiranos no respetaron el resultado. Y es que los tiranos cuentan con el pueblo solo cuando este les da la razón.
Conocemos algo más a la antigua Birmania por las manifestaciones del 2007 contra el gobierno, así como por las detenciones de importantes personalidades que apoyan a la oposición de los dictadores militares. En nueve días está convocado un referéndum de una "constitución" promovida por los gobernantes. La ONU no cree en esta consulta, la oposición, marginada de este y otros procesos, también. El caso es que un espejismo de democracia (con todo lo falso que es en realidad esta consulta), un simulacro de normalidad previsto para los próximos días, se ha visto sacudido por esta tragedia. En todo caso nada, absolutamente nada importa la política ahora.
Los tiranos de Myanmar aceptarán la ayuda de países extranjeros. Harán bien por muy incoherente que resulte esta actitud. Eso sí, su propia actitud de cerrarse al mundo está perjudicando la ayuda (los trámites interminables para hacer los visados que te permitan entrar en el país son solo un ejemplo). La ONU de hecho acusa al gobierno de haber puesto en marcha un sistema de alerta temprana como sí han hecho otros países de su entorno. Pero los ciudadanos no tienen la culpa de tener a cuatro analfabetos con armas en el poder. Bastante tiene con enterrar a sus muertos, con buscar a sus desaparecidos, con sobrevivir. Porque la situación es irremediable ya para 20.000 personas (los fallecidos), pero como suele ocurrir en estos casos, las condiciones de los supervivientes a la tragedia son inhumanas. En anteriores, y cada vez más frecuentes y devastadoras catástrofes, el periodo posterior a la tragedia ha sido también clave porque las condiciones de salud o de alimentación (Myanmar es productora de arroz) de los que han sobrevivido a la tragedia es desoladora.
Ya sabemos lo que el mundo, Occidente, Europa y España debemos hacer: ayudar, ayudar y ayudar a los afectados. Todos los recursos serán pocos, y no es un tópico. Las necesidades son enormes. Por eso hoy es tarde para empezar a organizar la ayuda humanitaria. Aquí es donde se ve la grandeza de un país, de un continente o de un organismo (ONU). Debemos reaccionar ante esta catástrofe. EEUU ya ha anunciado sus ayudas, y el resto de países lo harán en breve. Insisto, hoy mejor que mañana.

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