El Estado de Israel celebra estos días el 60 aniversario de su fundación en 1948. El 14 de mayo de ese año David Ben Gurion declaró el Estado de Israel, poco después fue reconocido por EEUU y poco a poco por el resto de países mundiales. Pero en las tierras donde se creó el Estado de Israel no todos celebrán la fundación, los palestinos conmemorán la Naqba: la catástrofe. Poco después de la creación del Estado de Israel cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus casas. Otros muchos huyeron. Recuerdos y festejos en el mismo territorio. Árabes y judíos. Palestinos e israelíes.
Aún así los festejos en Israel han sido modestos. Quizás algo han tenido que ver las investigaciones por corrupción de las que está siendo objeto el Primer Ministro, Ehud Olmert. Por ejemplo, el diario The New York Post publicó que un magnate estadounidense donó a Olmert elevadas sumas de dinero mientras era alcalde de Jerusalén, a mediados de los años noventa.
En todo caso 60 años después, Israel dista mucho de ser un Estado tranquilo. Y es que el conflicto ha sido casi permanente. Los judíos lograron que se les concediera el Estado de Israel (a donde habían ido emigrando más y más judíos) tras la II Guerra Mundial en la que habían padecido como nadie los devastadores efectos del nazismo ante la indiferencia de parte del mundo. Lo que ocurre es que en ese territorio que pasaría a dividirse en dos según los planes de la ONU en 1947 (fronteras nunca respetadas y modificadas en las sucesivas guerras árabe-israelí), vivía la población palestina. Y la historia de este pueblo no es tampoco la de un pueblo que lo haya tenido fácil. Ni mucho menos.
Una inmensa mayoría de líderes mundiales se han preocupado a lo largo de la historia por el eterno conflicto árabe-israelí. La situación actual no es precisamente propicia a grandes festejos. No lo es porque en Oriente Medio cuando un observador exterior cree ver calma, lo que está viendo en realidad es tensa calma. Tensa espera por lo que pudiera pasar. Inestabilidad constante. 60 años después el conflicto sigue abierto.
Aún así los festejos en Israel han sido modestos. Quizás algo han tenido que ver las investigaciones por corrupción de las que está siendo objeto el Primer Ministro, Ehud Olmert. Por ejemplo, el diario The New York Post publicó que un magnate estadounidense donó a Olmert elevadas sumas de dinero mientras era alcalde de Jerusalén, a mediados de los años noventa.
En todo caso 60 años después, Israel dista mucho de ser un Estado tranquilo. Y es que el conflicto ha sido casi permanente. Los judíos lograron que se les concediera el Estado de Israel (a donde habían ido emigrando más y más judíos) tras la II Guerra Mundial en la que habían padecido como nadie los devastadores efectos del nazismo ante la indiferencia de parte del mundo. Lo que ocurre es que en ese territorio que pasaría a dividirse en dos según los planes de la ONU en 1947 (fronteras nunca respetadas y modificadas en las sucesivas guerras árabe-israelí), vivía la población palestina. Y la historia de este pueblo no es tampoco la de un pueblo que lo haya tenido fácil. Ni mucho menos.
Una inmensa mayoría de líderes mundiales se han preocupado a lo largo de la historia por el eterno conflicto árabe-israelí. La situación actual no es precisamente propicia a grandes festejos. No lo es porque en Oriente Medio cuando un observador exterior cree ver calma, lo que está viendo en realidad es tensa calma. Tensa espera por lo que pudiera pasar. Inestabilidad constante. 60 años después el conflicto sigue abierto.
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