Después de trece años de guerra civil, la dictadura de Bachar Al Assad ha sido derrocada en una ofensiva rebelde de apenas once días liderada por fuerzas islamistas. El mundo dejó de mirar a Siria hace mucho tiempo y por eso nos ha pillado tan de sorpresa la brusca caída del criminal régimen de Al Assad, quien ha abandonado el país con destino desconocido. El grupo rebelde, que es una mezcla de grupos radicales islamistas, opositores sirios del régimen y grupos próximos a Turquía, ha avanzado con una rapidez inusitada, expulsando a las maltrechas y mal pagadas fuerzas militares del régimen sirio, ciudad a ciudad, hasta tomar la capital Damasco.
La dictadura de Al Assad se ha disuelto como un azucarillo después de trece años de brutal represión de su pueblo, con el continuo apoyo de Irán, Rusia y la milicia chií de Hezbolá. Precisamente la situación internacional, y muy concretamente, la debilidad de sus aliados, explican en buena medida esta acelerada caída de Al Assad. No puede entenderse lo ocurrido sin recordar el golpe severo que Israel infringió a Hezbolá hace unos meses, tras infiltrarse en el grupo libanés y provocar la explosión de sus buscas y móviles. Esto debilitó enormemente a Hezbolá y le obligó a replegarse en El Líbano, dejando desprotegido a su aliado Al Assad.
También atraviesan un momento de gran debilidad Irán, mucho más centrado ahora en su rivalidad con Israel, y Rusia, a la que su criminal guerra de invasión en Ucrania le exige concentrar todos sus esfuerzos y recursos en esa contienda. Ha sido este contexto geopolítico tan inestable y complejo, tan frágil para los principales aliados y protectores de Al Assad, el escenario ideal para la ofensiva relámpago de los rebeldes.
La guerra civil en Siria ha dejado en estos años más de 300.000 muertos, 6,8 millones de desplazados internos y 5,2 millones de refugiados en otros países. Hoy es obligado recordar que todo esto comenzó en 2011, cuando surgió la primavera árabe, que provocó la caída de los tiranos de Egipto, Túnez y Libia. El dictador Al Assad, heredero de su padre de una tiranía que lleva reprimiendo décadas a su país, se negó a abrir un proceso de diálogo o de transición a la democracia. Lejos de eso, decidió reprimir a los manifestantes, en lo que empezó siendo una revuelta pacífica. Al Assad contó desde el principio con el apoyo de Rusia y China, que bloquearon sistemáticamente las resoluciones de condena propuestas en Naciones Unidas. El conflicto no hizo más que agravarse con el paso del tiempo, lo que provocó la llegada progresiva al país de fuerzas radicales como Al Qaeda o el ISIS. También el envío de armas y tropas por parte de Rusia y Hezbolá en auxilio del tirano. El escenario se volvió extraordinariamente complejo, con muchos intereses cruzados, con la población civil como principal víctima.
Es muy posible que Siria sea el país del que más he escrito en este blog. Desde el principio me impactó mucho la terrible represión de Al Assad desde las primeras semanas en 2011. Luego llegó el temprano olvido internacional en el que cayó el conflicto, los sucesivos fracasos de los planes de paz de la ONU, la toma de Alepo por parte de la dictadura en 2016, los bombardeos del régimen sirio en Ghouta en 2018… Y así sucesivamente hasta hoy.
¿Y ahora qué? Porque lo único claro es que el régimen de Al Assad ha caído, pero no se sabe nada más. Ni del destino del tirano ni tampoco de las intenciones del nuevo régimen sirio. El final de una dictadura execrable que decidió determinar a parte de su pueblo con tal de aferrarse al poder es siempre positivo, pero es obligado preguntarse qué ocurrirá a partir de ahora y cómo actuará el nuevo régimen. Y aquí se abre una gigantesca incertidumbre. Porque no está nada claro qué actitud adoptará la comunidad internacional. Occidente parece claramente decir que vigila de cerca lo que ocurre, pero que no intervendrá de ninguna manera. Israel ha reforzado ya sus posiciones militares en el Alto del Golán. Rusia e Irán han sufrido una innegable derrota y pierden a un aliado al que han protegido, manchándose las manos de sangre, durante años.
Mientras, la población civil siria se debate ahora entre el alivio por el final de la dictadura de Al Assad y la incertidumbre sobre qué planes tiene el nuevo régimen y si tendrá capacidad de mandar sobre todo el país o habrá guerrillas en distintas zonas de Siria. Se sabe todavía poco de este grupo rebelde, donde hay un peso importante de grupos islamistas, en algún caso, de grupos yihadistas. El tiempo dirá. El mundo, veremos por cuánto tiempo, vuelve a mirar a Siria, ese país que lleva trece años desangrándose entre la indiferencia de una parte de la comunidad internacional (la que dijo que actuaría contra Al Assad si usaba armas químicas, pero que incumplió su palabra), el indecente apoyo de otros (Rusia, Irán y Hezbolá) y el auge de fuerzas radicales y violentas que tuvieron en el polvorín sirio su caldo de cultivo ideal.
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