El paracaidista


En cada Sant Jordi de Barcelona y en cada Feria del Libro de Madrid, nunca dejo de visitar la parada de la editorial Las afueras. Es uno de esos sellos de cuyo criterio uno se fía a ciegas, porque sé bien que siempre sugerirá obras con ese arrebato, esa precisión formal y ese impacto que sólo tiene la gran literatura. La última que he leído es El paracaidista, de Ana Campoy, un libro extraordinario que, según cuenta la autora en su epílogo, nace de las historias de las infancias de sus abuelos y él corte abrupto que la Guerra Civil supuso en sus vidas. Sobre todo, para sus abuelas, para las mujeres que sufrieron aquel tiempo oscuro. 

Lo primero que puede decirse de la obra de Campoy es que está extraordinariamente bien escrita, algo que parece muy simple o casi una obviedad, pero que no siempre se encuentra en los (muchos) libros que se publican. Ni mucho menos. Es una novela con un estilo literario formidable. Se puede abrir el libro por cualquier página al azar y se encontrarán frases hermosas, con resonancias a cierto aire de realismo mágico, lirismo en cada línea y un lenguaje bellísimo, como de otro tiempo. Una historia rural, con ciertas reminiscencias también a la atmósfera de Bodas de sangre

Es la de El paracaidista una historia muy universal y atemporal, como es siempre la buena literatura, pero a la vez también muy reconocible de la España del siglo XX, la de la Guerra Civil y la posguerra. Es decir, la de los señoritos que se creen superiores a los demás, la de los represaliados por el franquismo, la de las mujeres humildes que mantienen a sus familias como pueden. No hay nombres propios en la novela (nos encontramos a la Tuerta, a la Alcuza, a la Molienda, a los Cascas, al Santo Nuevo, a la Barda…). Tampoco hay menciones expresas a épocas o fechas concretas. Y eso, junto a un cierto tono de fábula combinado con un crudo realismo, siempre con un cuidado exquisito de la prosa, eleva aún más la calidad del libro, su carácter de obra grande, pese a su brevedad, porque hablamos de otro tipo de grandeza.  

El paracaidista al que alude al título es un hombre que, de pronto, cae sobre un pueblo, un lugar que era para sus niños y niñas el centro de los caminos, el confín de la vía, el tesoro de aquella isla en la que consistía su pequeña y cálida porción de mundo”. Cae justo frente a la casa de la Tuerta, cuya hija es una niña muda que escucha el pensamiento de los vecinos, que tiene un lugar secreto bajo su cama en el que rigen sus propias normas y que sabe de antemano cuando alguien va a morir. El otro hijo de la Tuerta tiene nombre, pero no lo recuerda: “Chico nunca añoraba su nombre. Alguna vez lo tuvo, pero ya no lo recordaba”.

El libro, ya digo es tan universal como íntimo, quizá porque no hay historias más universales y atemporales que las que responden a una realidad y unos recuerdos muy concretos. Es un libro sobre la memoria, la sinrazón de la guerra, el fanatismo y el machismo secular. Sobre el silencio que impone el miedo. Sobre el autoritarismo. Es un libro también sobre la esperanza y la resistencia. Sobre la dignidad como último recurso cuando ya no queda nada. Es un libro, en fin, sobre la condición humana. Un bello homenaje de la aurora a la generación de sus abuelas, la que tanto sufrió la maldita guerra, que es a la vez un relato perfectamente aplicable a tantos otros conflictos en tantos otros lugares y en tantos otros tiempos

Decía un poco más arriba que este libro se puede abrir por cualquier página con la certeza de que se encontrarán frases muy bien escritas, un vocabulario muy rico y un lirismo extraordinario. Por ejemplo, para terminar, éste, sobre la infancia de uno de los personajes de tres les de la obra: “Cuando era pequeña, la Tuerta creía que su padre era un mago. Eso pasó cuando la Tuerta aún no era tuerta, cuando los comerciantes iban y venían y el mundo todavía no era negro, ni estaba lleno de muertos”. Libros como este, a pesar de que el mundo se ensombrece de forma acelerada a nuestro alrededor, nos permite creer en una clase de magia, la de la gran literatura, ésa que tan magistralmente crea aquí Ana Campos, la que con tanto mimo cuida la editorial Las afueras. 


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