Fotos contra el odio


La mayoría de los analistas vincula el inquietante auge de la extrema derecha en las pasadas elecciones europeas con el discurso xenófobo que estos partidos ultras defendieron durante la campaña en toda la UE. Auténticos discursos del odio que presentan a las personas inmigrantes, las que huyen de sus países dejándolo todo atrás en busca de una vida mejor, como peligrosos enemigos, y que estigmatizan a los menores no acompañados con un acrónimo, menas, que en su mente es algo así como sinónimo del horror y la invasión, cuando lo que significa es que son menores de edad, niños y niñas solas, sin sus familias, lanzadas al mar para intentar empezar una nueva vida en Europa, esa misma Europa que ven como tierra de oportunidades pero que cada vez es más tierra de racismo, odio y fanatismo ultraderechista. 

En un contexto así, iniciativas como la que lleva a cabo un año más la red Acampa en A Coruña son muy necesarias. Esta iniciativa ciudadana sin ánimo de lucro dedicada a la defensa de los Derechos Humanos organiza por octavo año consecutivo una exposición de fotografía en los Jardines de Méndez Núñez con la que busca concienciar, en este caso, sobre los menores y jóvenes refugiados. Impresionan estas fotos contra el odio, esta muestra cruda de la realidad frente a la indiferencia generalizada. E impacta también el contraste entre la extraordinaria calidad de las fotografías, que son auténticos cuadros y se presentan en gran formato, con la dureza de lo que muestran, esa verdad ante la que tantas veces optamos por mirar hacia otro lado. 


Mientras veía sobrecogido la muestra pensaba en tanta gente que vota a partidos que hacen de la xenofobia su provincial reclamo, en la impotencia ante esos discursos de odio. Y pensaba también que es muy bueno saber que hay ayuntamientos y organismos públicos que deciden ceder el espacio urbano para iniciativas comprometidas como ésta, tan acostumbrados como estamos a que las calles sean escaparates de toda clase de proyectos privados. Está bien, para variar, que en la calle nos encontremos este golpe de realidad en lugar de anuncios de toda clase de eventos privados. Pensaba también en el papel clave de los fotoperiodistas, los que enfocan allí donde casi nadie mira, los que muestran las realidades más duras e incómodas, las que preferimos obviar a menudo. 


Hay expuestas obras de distintos autores. Todas ellas sobrecogen. Las imágenes de Pedro Armestre, por ejemplo, nos recuerdan que, pese al delirio de los xenófobos de turno, Europa está muy lejos de ser esa tierra de acogida que esa gente imagina y que, claro, desde sus ideas de odio a ellos les parece fatal. Lo cierto es que la UE, España incluida, cumplen a duras penas con la ley de asilo internacional, no alcanza a responder de forma adecuada la situación de los refugiados, externaliza la gestión de este asunto a países como Turquía con vergonzantes acuerdos y, según supimos hace poco por una investigación de varios medios, paga a países africanos para que, entre otras cosas, abandonen a los inmigrantes en mitad del desierto. Ésa es la realidad y no la que pintan los partidos de extrema derecha. 


Por la cercanía, impresionan también las fotos de Bruno Thevenin en la Cañada Real, situada muy cerca del centro de Madrid, donde malviven miles de personas en chabolas y en condiciones penosas ante la pasividad de las autoridades. 


En la muestra también hay impactantes imágenes de la situación de miles de niños en Gaza, tomadas por la reportera Palestina Majdi Fathi, que recuerdan las atrocidades cometidas por Israel, del todo injustificables y claramente contrarias al derecho internacional y a los Derechos Humanos, porque es indigno y criminal responder a un atentado terrorista execrable como el que cometió Hamas en suelo israelí el 7 de octubre con crímenes de guerra. 


El trabajo de Diego Ibarra Sánchez refleja duras imágenes de niños malviviendo en Ucrania bajo la amenaza constante de las bombas rusas. Fotos de niños jugando a la guerra o de chavales estudiando en el metro, a oscuras.


Por su parte, las fotografías de Ana Palacios en distintos países africanos nos recuerdan que todavía hay lugares en el mundo donde se explota y esclaviza a los niños y las niñas. Son realidades ante las que no cabe la indiferencia y mucho menos el odio que agitan los partidos de extrema derecha que no paran de crecer en toda Europa. Son realidades duras pero que hay que conocer y mirar a la cara, ahora más que nunca. Por eso iniciativas como ésta son tan imprescindibles. 

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