El día que empecé a ver Love, Victor, que fue el mismo día de su estreno en Disney Plus, porque estaba deseando y llevaba muchos meses esperándola, presencié dos escenas en la calle de vuelta a casa. La primera fue la de dos chavales jóvenes, dos chicos, que iban caminando de la mano, algo que era inimaginable cuando yo tenía su edad, que debía de ser más o menos la edad de los personajes de la serie. Unos metros más adelante, en un campo de fútbol, escuché un par de veces el grito "maricón" como término para criticar a alguno de los chavales que estaba jugando el partido. En unos pocos minutos celebré lo mucho que hemos avanzado en la igualdad real de las personas no heterosexuales, esa maravilla cotidiana de que dos chicos puedan ir de la mano sin miedo a reproches, miradas agresivas o insultos, y también constaté lo mucho que queda por avanzar, cómo la homofobia sigue demasiado instalada en la sociedad, por mucho que se haya mejorado.
Viene todo esto a cuento de la importancia de series como Love, Victor, que continúa con el universo de Love, Simon, aquella película basada a su vez en la novela de Becky Albertalli. Porque aún necesitamos mucha más representación, muchos más referentes. Inevitablemente, al ver historias así muchos lo hacemos con la mirada de nuestro yo del pasado y pensamos en lo que nos habría encantado poder haberlas visto cuando éramos adolescentes. Esto es algo que al parecer muchas personas que llevan toda la vida viéndose representados en la pantalla no terminan de entender, pero cuando eres un adolescente temeroso que cree que lo que siente no está bien, que tiene miedo al rechazo, ayuda mucho ver a personas con historias parecidas a la suya, por más que todas sean distintas, porque no hay dos salidas del armario ni dos familias ni dos circunstancias personales iguales.
Podría decir que los diálogos, las tramas o la construcción de personajes de Love, Victor son mejorables. Podría señalar este o aquel error. Pero no quiero, porque me parece del todo irrelevante. ¿Es una serie perfecta, una obra maestra? No. Ni creo que lo pretenda. Pero emociona mucho, te conecta con tu mirada adolescente, es importante y sanadora para mucha gente, y también es entretenida, emotiva, vitalista e inspiradora. No necesito nada más. La propia canción de apertura de la serie tiene un mensaje sencillo, algo naif, que sin embargo acierta a presentar la trascendencia de esta historia. Porque a veces, en efecto, se trata sólo (nada menos) de encontrar a alguien que haya pasado por lo mismo por lo que tú pasas o pasaste y que te diga que todo irá bien, porque encontrar referentes te ayuda. No es nada nuevo, uno de los grandes valores de la cultura es, precisamente, mostrar que eso que tú sientes es algo que otros han sentido. Y lo que se no se ve, no existe. El problema es que durante demasiado tiempo ciertas historias y ciertas emociones no se han retratado en la pantalla.
La serie, de diez capítulos de media hora, cuenta con la virtud de la sencillez y hay pasajes muy emocionantes. Victor (Michael Cimino) llega al instituto en el que unos años antes un alumno llamado Simon (Nick Robinson) vivió una preciosa historia de amor, la que se cuenta en la película. Hay varios guiños al filme, con el que la mayor conexión son los correos electrónicos que se intercambian Victor y Simon. Victor toma a Simon como guía, le explica lo que siente, sus dudas sobre su orientación sexual, su relación con Mia (Rachel Naomi Hilson), una chica encantadora de su clase con la que comienza a salir, los problemas en su familia. Uno de los grandes aciertos de la serie es que plantea que no todas las historias son iguales, que cada persona lleva una carga distinta, tiene diferentes circunstancias. Victor, a diferencia de Simon, vive en una familia conservadora, muy católica. Él no tiene tan claro que sus padres vayan a aceptar tan fácilmente que es gay. Simon le da a Victor buenos consejos. Uno de los mejores es que lo que ocurre con la sinceridad es que nunca sabes cómo reaccionarán los demás, pero uno debe ser honesto y sincero con la gente que quiere.
Victor encontrará pronto a Felix (Anthony Turpel), que se convertirá su mejor amigo, quizá el personaje más adorable de la serie, y también a Benji (George Sear), con quien empieza a trabajar en una cafetería y por el que siente desde el principio una gran atracción. A Victor se le ve más cándido, más inocente que a Simon, lo que le otorga mucha autenticidad a su historia. Está desubicado, llega a una nueva ciudad tras la mudanza por la pérdida de trabajo de su padre. Además, sus padres no dejan de discutir y Victor es el que todo lo arregla en casa, el que mantiene unida a la familia. Hay varias escenas memorables, como en la que Victor defiende a Benji y su novio de las críticas homófobas de su abuelo, cuando Victor se sincera con Felix o su viaje catártico a Nueva York, donde aprende que hay muchas formas de ser homosexual y que hay personas dispuestas a ayudarte aunque no te conozcan, porque saben por lo que estás pasando. También, claro, el capítulo final, donde la historia se acelera y que deja al espectador con ganas de más.
La primera temporada de la serie, que afortunadamente no será la última, ya que el 11 de junio se estrenará una nueva tanda de episodios, recorre el proceso de autoconocimiento de Victor. Con la ayuda de Simon, que incluso aparece en el octavo capítulo, quizá el más emotivo y redondo. La homofobia interiorizada, el miedo al rechazo, la necesidad de ser uno mismo, la liberación que se siente al contar el secreto a otras personas, la ilusión que despierta el amor, la amistad, la valentía para plantar cara a mentalidades retrógradas... Love, Victor sería una simple serie adolescente más, con su baile de instituto y sus dramas quinceañeros, si no fuera porque su protagonista explora su orientación sexual y descubre que es gay.
Una historia, en fin, chiquita, pero muy conmovedora, que a muchos nos habría encantado ver en nuestra adolescencia, pero que también nos encanta ver ahora, en parte, porque cada viernes por la noche, al ver un nuevo capítulo de la serie, en parte volvíamos a esa época. Una serie preciosa y necesaria, que seguro que agradecerán también los dos chavales que caminaban de la mano el día que se estrenó en Disney Plus Love, Victor, y también aquel otro chaval al que llamaron con desprecio "maricón" por algún error en un partido de fútbol. En menos de dos meses, llegará la segunda temporada y ahí estaremos para seguir viajando a la adolescencia.
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