Médicos Sin Fronteras y la dignidad

Mucho hablamos estos días de la crisis que podría sacudir a Europa en caso de que los británicos dedican abandonar la UE, en un referéndum motivado en buena medida por razones xenófobas y racistas, por desprecio al inmigrante. Pero hablamos bastante menos de la degradación moral en la que ha caído Europa, la gris y decadente Europa, en su pobre atención al drama de los refugiados. Los seres humanos que escapan de la guerra se encuentran la indiferencia de los gobernantes europeos, que se han apresurado a firmar un obsceno acuerdo con Turquía para desentenderse de la tragedia humanitaria de quienes acuden a Europa en busca de una nueva vida. Esa misma Turquía cuyas fuerzas armadas dispararon la semana pasada contra personas que escapaban de Siria. La misma Turquía cuyo respeto a los Derechos Humanos es discutible. Europa externaliza el drama de los refugiados. No quiere perder tiempo en el mayor flujo de refugiados desde la II Guerra Mundial. El dato da una idea de la trascendencia histórica de la situación actual y de lo grave que resulta la indigna respuesta a este drama por parte de Europa, antaño tierra de derechos y oportunidades, hoy acechada por radicalismos y gobernada por una burocracia insensible que desprecia el sufrimiento de seres humanos indefensos. 
En medio de tanta indignidad, de tan bochornosa indiferencia, de tan nauseabunda extensión del racismo, de tan impresentable odio al diferente, de tan insoportable falta de humanidad, hay ONG que se están volcando en la atención a los refugiados. Son el último reducto de dignidad, la última esperanza en el género humano. Ellos atienden a quienes escapan de la guerra y del fanatismo del Daesh, en lugar de jugar a decir que en medio de los refugiados hay terroristas. Ellos cuidan a las víctimas del yihadismo, que huyen precisamente de estos fanáticos, en vez de hacer declaraciones repugnantes que sirven para sembrar dudas y extender el miedo entre la población a la llegada de refugiados, porque, dicen, entre ellos pueden llegar terroristas (el último, nuestro ministro del Interior en funciones). Como si los niños que vienen solos a Europa armados de hambre y tristeza llevaran bombas. O como si el multimillonario grupo terrorista Daesh no tuviera un modo mejor de trasladar a sus terroristas que hacer que se jueguen la vida cruzando el mar en maltrechas embarcaciones o recorriendo a pie miles de kilómetros por Europa, sufriendo condiciones infrahumanas.

Afortunadamente, no todo es el discurso racista y xenófobo de los gobernantes europeos. No todo es la indiferencia de la mayoría de la población, la que lamenta mucho el drama de los refugiados, tanto que apaga la tele cuando salen imágenes de los campos donde malviven, o lo lamentan brevemente, antes de seguir con su vida como si nada. Hay activistas y personas comprometidas que sí ofrecen a estos seres humanos la atención que merecen. Y entre ellos están los trabajadores de Médicos Sin Fronteras, organización que la semana pasada renunció a recibir fondos de la UE y de sus Estados miembro, por su políticas migratoria

Acierta Médicos Sin Fronteras en su valiente gesto, porque sirve para poner de relieve la indignidad de la reacción europea al drama de los refugiados. Lo cómodo para ellos habría sido seguir recibiendo ayudas de la UE, pero saben bien que esos billetes están manchados de indiferencia y cinismo. Las explicaciones de esta ONG deberían avergonzar a todos los gobernantes europeos, esos que firmaron sin pestañear el acuerdo que permitía librarse de atender a refugiados pagando dinero y trasladar a refugiados a Turquía, algo que, como bien señala Médicos Sin Fronteras, "sienta un peligroso precedente" y supone "externalizar el control migratorio". La  política de la UE "pone el peligro el mismo concepto de refugiado y la protección que este ofrece a las personas en peligro". 

Este gesto de valentía y dignidad de Médicos Sin Fronteras, su excepcional atención a los refugiados, su ejemplo ético y moral, suponen un alivio en mitad de tanta ignominia. Y también sirve para constatar que se puede ayudar a estas personas indefensas cuyas vidas desprecian los gobernantes europeos, impasibles ante las muertes diarias de refugiados en el mar, frente a sus costas, esas en las que nos bañaremos los veraneantes este verano. El 92% del presupuesto de Médicos Sin Fronteras procede de las donaciones de sus socios, personas que no imitan la indiferencia ni el desprecio al diferente tan extendidos hoy en Europa. La última frontera de la dignidad humana. Gracias, Médicos Sin Fronteras. Gracias porque si algo necesitados en esta sociedad son ejemplos de atención a seres humanos que escapan de la guerra. 

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