Es muy extraordinario que un libro se convierta en un fenómeno en esta sociedad nuestra tan poco leída y tan entregada a la superficialidad y a las gratificaciones instantáneas. Si encima ese libro tiene más de 1.000 páginas y es más bien crudo y dramático, con pasajes e historias muy duras, es todavía más excepcional. Pero es lo que ha conseguido Hanya Yanagihara con Tan poca vida, editado en España por Lumen con traducción de Aurora Echevarría, que he leído en su preciosa edición del décimo aniversario. Es, sin duda, uno de los libros más conmovedores e impactantes que he leído.
Es un libro grandioso y no sólo ni especialmente por su extensión. Como ocurre siempre con la buena literatura, la novela conecta con los lectores porque habla de la condición humana. Aborda, además, realidades poco tratadas en la literatura, desde luego, al menos, con la crudeza con la que lo hace la autora en este libro. Se habla de salud mental, de traumas, de laberintos psicológicos de los que resulta difícil escapar, de lo dura e injusta que puede ser la vida.
Es un libro duro, sí. Conviene tener un cierto ánimo para acercarse a sus páginas o compensar de algún modo lo impactante de la historia. No es para todo el mundo ni para todos los estados anímicos, pero sin duda vale la pena, porque es un libro muy bien escrito, que logra plasmar unas vidas verosímiles y reales, con sus luces y sus sombras, y lo hace además con la construcción de un relato que resulta adictivo y lleno de verdad, a pesar de algún que otro exceso narrativo en el que se le va la mano con el dramatismo. Dan ganas de pedir clemencia.
La novela recorre varias décadas de la vida de un grupo de cuatro amigos que se conocen en la universidad: Willem, encantador y atractivo, que sueña con ser actor; JB, un tanto egocéntrico, pero con mucho talento como pintor; Malcolm, arquitecto, quizá el que se retrata con menos hondura, y Jude, que es muy introvertido, parece esconder siempre un secreto y que estudiará derecho. El libro habla de esa familia elegida y de la importancia de los lazos que hacemos con el paso de los años. Es un monumental canto a la amistad, por supuesto. A la amistad masculina, en concreto. A la amistad masculina en nuestros días.
También es un libro sobre la familia no elegida y sobre todo tipo de familias. Sobre el amor y los distintos tipos de amor, porque de eso, como de todo lo demás, tampoco hay uno solo. Un libro sobre los momentos que dan sentido a la vida y también sobre sus sinsabores. Un libro muy crudo sobre los traumas, la huella de la infancia y sobre la salud mental. Un libro emocionante y sensible, que logra ser luminoso a ratos, que resulta adictivo siempre, y que no trata al lector con la más mínima complacencia.
Como la obra recorre varias décadas y aborda temas muy diversos desde distintas perspectivas, es imposible que cualquier lector no se sienta reflejado en mayor o menor medida en sus páginas. Porque todos tenemos amigos y familia elegida, todos sabemos cuáles son las suertes de nuestras vidas y también hemos conocido relaciones de ida y vuelta, vaivenes con la gente querida a lo largo de los años. Posiblemente lo que vuelve tan adictiva la novela, lo que te hace querer avanzar siempre unas páginas más, sea que, en el fondo, habla de nosotros mismos. No necesitamos ser arquitectos, actores o abogados para vernos representados por este grupo de cuatro amigos, por su distinta forma de afrontar la madurez y el paso de los años, por las relaciones entre ellos y con el resto de personas que pasan por su vida.
Tan poca vida es un libro muy crudo e impactante, tiene pasajes con una carga emocional demoledora, que te dejan destrozado pero, como la vida misma, como la mejor literatura, hay algo que siempre te hace seguir. Son 1.000 páginas, es un reto, la historia contada es conmovedora y no es recomendable para todo el mundo, pero yo no me la perdería.

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