A sus 82 años, André Téchiné sigue rodando. El director de películas como Los juncos salvajes o Cuando tienes 17 años vuelve ahora con Los vecinos, que se pudo ver en el Atlàntida Film Fest, el festival que Filmin organiza en Mallorca cada verano y que permite ver sus películas en la siempre imprescindible plataforma.
No sólo es buena noticia que Téchiné siga haciendo películas, sino que además demuestra con su último trabajo que sigue teniendo historias interesantes que contar y, además, que dialogan con el presente de su país. La protagonista de la película, a quien interpreta la siempre inmensa Isabelle Huppert, es una policía que ha perdido a su pareja, también policía, que se suicidó. Justo cuando vuelve al trabajo, conoce a sus nuevos vecinos, una pareja joven con una niña, con quienes conecta de inmediato. Todo va bien hasta que descubre que él (Nahuel Pérez Biscayart) es un antisistema controlado por la policía, lo que genera no pocas contradicciones y plantea un atractivo dilema.
Por un lado, ella coge mucho cariño a su vecina (Hafsia Herzi) y pasa cada vez más tiempo con la pequeña. Cuida de ella, la acompaña a patinaje, le deja tocar su piano. Comparten charlas, comidas, paseos. Claramente, le hace bien ese vínculo con sus vecinos, que entran en su vida como personas de referencia. Pero sabe también que su vecino detesta profundamente su profesión y la de su difunta pareja, que sus principios están en las antípodas de las suyas.
El enfoque del filme es muy humanista y parece especialmente oportuno en un contexto de tanta polarización política como el actual. Plantea la pregunta de si es posible ser amiga de alguien que tiene un compromiso político radical, del todo contrario a tus principios, a la profesión que ha dado sentido a tu vida. No es sólo tener unas ideas determinadas sobre las fuerzas del orden, no, es ser activista antisistema, de los que acuden a manifestaciones que no han recibido permiso y los que consideran legítima la violencia si se emplea contra grandes empresas o símbolos del capitalismo.
Es interesante el dilema y está muy bien tratado. Las grandes interpretaciones del elenco ayudan a aportar verdad a una historia delicada y humana, muy inusual en el cine, que no busca juzgar a sus personajes y que se dedica simplemente a plantear sus emociones y el vínculo creado entre ellos. Es el espectador quien piensa, quien decide, quien se plantea preguntas sobre las decisiones que deben tomar los personajes, sobre sus dudas y sinsabores.
De fondo, la certeza de que somos animales sociales y necesitamos contar con otras personas. También una idea sugerida de que la humanidad, ese vínculo entre personas en apariencia muy distantes y con ideas irreconciliables, puede estar por encima de los planteamientos políticos maximalistas. La protagonista no es el estereotipo de policía que podía imaginar él. Es una mujer sensible, que adora la jardinería, que se entrega con sus vecinos. Y él tampoco es un peligroso antisistema malencarado, sino un artista talentoso y un padre amoroso de su vida. Porque la gente nunca es nítidamente buena o mala, porque la vida está llena de matices, y es bello que el cine así lo retrate.
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