Estos días se ha debatido mucho sobre las protestas contra Israel en la Vuelta a España, debido a la presencia del equipo Israel Premier Tech en la carrera ciclista. Bueno, quizá sería más correcto decir que se ha polemizado, porque debatir, lo que se dice debatir, se ha debatido poco. Y es normal. Sucede que cuando se habla de algo, de lo que sea, es importante emplear argumentos y escuchar a los demás, algo que se hace cada vez con menos frecuencia, y que no se ha practicado demasiado en este caso, También es fundamental a la hora de debatir sobre algo saber de qué estamos hablando exactamente. Y creo que en este caso ha habido mucho ruido y muchas personas parecían estar discutiendo sobre lo mismo, pero hablaban en realidad de cosas distintas. Pasa mucho. Es lo que tiene no escuchar.
¿De qué estamos hablando exactamente? Si alguien pretende que esto sea un debate sobre si es condenable o no el genocidio que Israel está perpetrando en Gaza, es imposible tal debate. Claro que es repudiable. Por supuesto que es escandaloso e insoportable que Israel haya asesinado a más de 60.000 personas desde los execrables atentados de Hamas el 7 de octubre de 2023. Israel bombardea a civiles inocentes, los obliga a abandonar sus casas, dispara contra ellos en los escasos puntos de reparto de ayuda humanitaria y los mata de hambre. Los expertos tienen pocas dudas en calificar de genocidio estos terribles crímenes. No hay debate. Asesinar inocentes está mal. Siempre. Punto. Por supuesto, tampoco es tolerable la postura de los palmeros de la política criminal y asesina de Israel que afirman que cualquier crítica a dejar morir de hambre a niños o a bombardear a la población civil es antisemitismo y no la más elemental humanidad. Eso tampoco es debatible.
Tampoco es debatible que el genocidio es más importante que cualquier carrera ciclista, que cualquier otra cosa, en realidad. No hay debate posible ahí. Nada se puede comparar en trascendencia con lo que está ocurriendo en Gaza. Naturalmente, ningún debate digno de tal nombre se puede plantear en esos términos. Para nadie con un mínimo sentido común y con una mínima sensibilidad es más importante que transcurra con normalidad una competición deportiva, por mucho que te guste, que los crímenes y las violaciones de Derechos Humanos que Israel comete a diario en Gaza. Así que ahí tampoco hay debate. Claro que nada es más importante que el genocidio.
Vamos acercándonos al tema del que hablamos. La polémica llega por la presencia del equipo Israel Premier Tech en la Vuelta a España. Los manifestantes consideran que la organización debería impedirles participar. Lo cierto es que no puede. No tiene herramientas para ello. La participación en las carreras ciclistas depende de la categoría de los equipos y, en el caso de los equipos de la división en la que está el Israel Premier Tech, de sus méritos deportivos. Así que no está en la mano de la organización de la Vuelta vetar a ningún equipo, siempre que no incumpla la normativa de la carrera, cosa que no ha ocurrido. Decir que la organización de la Vuelta no puede expulsar al equipo Israel no significa que no se condene el genocidio ni que no se considere que eso es infinitamente más importante que cualquier competición deportiva, naturalmente. Significa exactamente eso, sencillamente decir que la organización de la Vuelta no puede expulsar al equipo Israel.
Otro debate posible sería si es legítimo usar acontecimientos deportivos como altavoz de causas políticas y protestas. Y ahí también creo que no hay mucho que se pueda debatir, en realidad. Básicamente, siempre se ha hecho y siempre se hará. Pero no sólo pasa con el deporte, también con acontecimientos musicales, culturales o de cualquier otra índole que puedan servir como plataforma para defender una causa. Es lógico que así sea. Ha pasado toda la vida. Allí donde hay atención mediática habrá siempre protestas. Entra dentro de lo normal.
En el caso concreto de las protestas de Bilbao, ocurrió que se echaron abajo las vallas de la línea de meta y que hubo situaciones en las que los manifestantes pusieron en riesgo a los ciclistas y a sí mismos. Y, de nuevo, decir esto no es restar importancia al genocidio, es simplemente constatar que saltar de golpe a una carretera por la que pasa un pelotón ciclista a toda velocidad acompañado de motos y coches es una temeridad y genera situaciones de peligro para todo el mundo. No es comparable al asesinato de más 60.000 personas, naturalmente. Se pueden defender las dos cosas, lógicamente.
Una respuesta recurrente ante lo ocurrido estos últimos días en la Vuelta es que la política se debe separar del ciclismo. Seguro que muchas de las personas que defienden tal postura lo hacen desde la plena convicción y con muy buena voluntad. Pero, claro, la frase no sostiene la más mínima comparación con la realidad. Así que podemos atribuirlo a la candidez o al cinismo, pero sostener hoy en día que la política y el deporte no están estrechamente unidos es poco realista. La Unión Ciclista Internacional (UCI), que sería la única competente para impedir que el equipo Israel participara en la Vuelta y el resto de carreras ciclistas, sostiene una postura de pretendida neutralidad política. Sucede que tras la guerra de Ucrania se apresuró a prohibir competir en cualquier carrera a los equipos rusos y bielorrusos, y obligó a los deportistas rusos a competir sin bandera. No se trata ni siquiera de entra a valorar si está bien, mal o regular esa prohibición a los equipos rusos y bielorrusos, pero, ¿de verdad no es evidente la contradicción entre esa postura y la que ahora mantiene con Israel?
Además, se defiende que el deporte y la política no se deben mezclar, como si los primeros que los mezclaran no fueran quienes dan nombres de países a equipos ciclistas. ¿No hay intencionalidad política ahí? El equipo en el que corre Tadej Pogacar, el mejor ciclista del mundo, está patrocinado por Emiratos Árabes Unidos. También hay equipos ciclistas patrocinados por Bahrein y Arabia Saudí. ¿Nadie ve intenciones políticas en ello? ¿O es que sólo hay política cuando se defienden posturas políticas contrarias a la nuestra? Por no hablar de las competiciones deportivas por países, en las que se escuchan los himnos nacionales y existen rivalidades entre países vecinos o tradicionalmente enfrentados. ¿Tampoco hay política ahí? ¿Ni en la compra de equipos de fútbol por parte de fondos soberanos de países autárquicos? Si se quiere debatir con un mínimo de rigor sobre la presencia del equipo Israel en la Vuelta y sobre la polémica generada por las protestas habrá que empezar por aceptar la diferencia de trato con los equipos rusos y también que, nos guste o no, estamos en un mundo en el que política y deporte se mezclan constantemente.
Existe algo llamado sportswashing, o blanqueamiento deportivo, que es algo muy estudiado. No es casualidad que Qatar o Arabia Saudí se dediquen como si no hubiera un mañana a organizar competiciones deportivas. Ni lo es que el empresario Sylvan Adams, muy próximo al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ponga dinero para que exista el equipo Israel o para que el Giro de Italia saliera de aquel país en 2018. Claro que la política y el deporte se mezcla todo el rato. La simple existencia del equipo Israel Premier Tech es prueba de ello. Si nos parece mal que política y deporte vayan tan a menudo de la mano, lo coherente sería que nos pareciera mal siempre. ¿Todos los que hoy critican las manifestaciones contra la presencia del equipo Israel en las carreras ciclistas hicieron lo propio cuando la Federación Española de Fútbol decidió que la Supercopa de España se disputara en Arabia Saudí? ¿Y viceversa?
Es muy cansado, en fin, ser coherente y debatir con argumentos, pero es la única forma de hacerlo. O, al menos, el modo más honesto de ir por el mundo. Si alguien cree que es debatible que las matanzas de Israel en Gaza son una atrocidad que deberá ser perseguida por la justicia internacional, está muy equivocado. No se puede cuestionar que asesinar inocentes es aberrante, ni tampoco, naturalmente, que eso es mucho más grave e importante que todas las competiciones deportivas de todos los deportes del mundo juntas. Esto debería ser compatible con informarse y debatir sobre los modos de protestar contra ello y sobre los temas concretos de los que hemos debatido (o más bien polemizado) estos días. Que alguien critique que se ponga en riesgo a los ciclistas no lo convierte en defensor de los crímenes inhumanos de Israel, del mismo modo que quien sostenga que es perfectamente legítimo protestar contra el genocidio y pedir la expulsión del equipo Israel de las competiciones deportivas no es un defensor de Hamas. Es puro sentido común.
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