Flow

Rodrigo Cortés afirma que el estado natural de una película es que no exista. Por la dificultad para encontrar financiación, por lo largo y duro que es el camino desde que se tiene una idea hasta que, en el mejor de los casos, se puede convertir en una realidad. Pensé en esa idea del cineasta salmantino al ver Flow, la maravillosa película de animación de Gints Zilbalodis que puede verse en Filmin. 

Cualquier película, en efecto, lo tiene difícil para existir, porque es casi milagroso que encuentre la financiación necesaria, que se den todas las condiciones requeridas para que el proyecto salga adelante. Todas las películas tienen ante sí una serie de obstáculos antes de poder llegar siquiera a existir y, después, también se enfrentan a una enorme y creciente competencia. Flow es una película letona de animación, que además es muda, no ahí diálogo, y que sigue a un gato por un mundo sin humanos tras lo que parece un gran desastre natural. Digamos que, de entrada, no parece la idea más sugerente del mundo. 

Si ya de por sí la animación, que no es un género en sí mismo, no cuenta siempre con la mayor distribución ni el mayor seguimiento del mundo, el planteamiento de esta película es particularmente osado. Porque no se lo pone sencillo al espectador, al menos, de primeras. No cae en la costumbre tan clásica en la animación de humanizar a los animales. Aquí los animales no hablan ni imitan gestos humanos, sin animales, con todo lo que implica. Hacen sus sonidos propios, se defienden, tienen instinto de supervivencia. 

El filme no humaniza a los animales, y es uno de sus grandes aciertos, pero no por ello deja de ser una fábula, ya que la historia de ese gato y el resto de animales con los que forma una extraña familia y con quienes tendrá que entenderse para sobrevivir es una bella reflexión sobre nuestra forma de estar en el mundo. Porque habla de la importancia de la vida en común frente al individualismo, el poder de la ternura y la compasión en medio del caos, la tendencia natural de los más débiles a juntarse y ayudarse entre sí. También habla de la necesidad de preservar la belleza de la naturaleza. Son animales los protagonistas, sí, no hay rastro humano, pero lo que sucede, esa peripecia, nos interpela de un modo muy intenso y emotivo. 

Visualmente la película es primorosa. La ausencia de palabras permite poner en primer plano el sonido de la naturaleza, los pájaros, los animales, el fluir del agua. Y vemos ese bosque, el río, los árboles. En la aventura de los protagonistas, como en toda buena aventura, hay situaciones delicadas y de riesgo, pero siempre predomina la armonía y la belleza del escenario natural en el que sucede. De fondo, una hermosa defensa del medio natural y de la amistad. Una película que es, como todas, una suerte de milagro, y que en este caso resulta especialmente una maravillosa rareza

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