La tercera temporada de Heartstopper es la más madura, sin que eso signifique que pierda un ápice de su frescura. Sigue siendo el mismo lugar feliz, ese retrato dulce de un grupo de jóvenes diversos y con una enorme inteligencia emocional, que siempre hacen las preguntas adecuadas, que aprenden en el camino cómo debe ser una relación sana y qué importante es la familia elegida.
Hay quien ha echado en cara a esta serie de Netflix, basada en las novelas gráficas de Alice Oseman, que es todo demasiado perfecto, como muy dulcificado, que no hay apenas dramas, como si en este mundo nuestro fuera algo reprochable mostrar una historia alegre e inspiradora. Bienvenidas sean historias alegres y felices de personas LGTBI. Bienvenido sea un mundo más adorable que el real, con los colores del arcoíris y no en blanco y negro. Heartstopper sigue manteniendo su esencia y su tono dulce, pero en su tercera tanda de episodios hay pasajes oscuros y duros, especialmente, cuando aborda de frente la anorexia nerviosa que parece Charlie (Joe Locke).
La salud mental está en el centro de la serie en estos nuevos ocho capítulos donde no faltan, por supuesto, escenas alegres, diálogos llenos de empatía y comprensión y mucha, mucha dulzura. Porque esta historia busca y consigue ofrecer historias positivas a los jóvenes LGTBI. Y hace bien. Porque es necesaria la representación de todas las realidades y también que esa representación no siempre sea traumática y dolorosa. La serie es encantadora por mil razones, no le faltan méritos estrictamente narrativos, pero es que además es una serie que logra algo importante gracias a esa visibilidad, mucho más que cualquier otra cuestión.
Hay una escena bellísima en esta temporada en la que uno de los profesores (Nima Taleghani), cuya infancia estuvo marcada por la homofobia, anima a Charlie a presentarse como delegado, porque a muchos jóvenes les vendrá bien verlo ahí, como referente y ejemplo. En ese momento, el profesor recuerda su propia infancia en el colegio, como un niño solitario que se siente diferente y se ve solo. La serie logra exactamente eso con muchos jóvenes (y no tan jóvenes) LGTBI. Y sólo por eso es una serie especial, absolutamente maravillosa.
Como ya es habitual, uno de los grandes aciertos de la serie es que es muy coral y cada personaje tiene sus propias tramas. La pandilla de París, en alusión al viaje a la capital francesa mostrado en la segunda temporada de la serie, afronta ahora un momento clave, al estar ya en su último año antes de elegir universidad. Por supuesto, Charlie y Nick (Kit Connor) son los grandes protagonistas de esta temporada. El primero empeora de su desorden alimenticio, lo que llevará a Nick a buscar la forma de ayudar a su novio y a aprender, en una conmovedora escena, que “el amor no cura una enfermedad mental”. La inseguridad con el propio físico, la importancia de quererse a uno para querer a otros y la necesidad de expresar las emociones son otros de los temas abordados de la mano de la adorable pareja protagonista de la serie, que vuelve a hacer guiños visuales al origen de cómic de la historia, con mariposas, hojas de árboles o sombras en la pantalla en función de lo que cuenta cada escena.
Gracias al protagonismo coral de la serie, además de la historia de Charlie y Nick, también vemos cómo evolucionan las relaciones de Tara (Corinna Brown) y Darcy (Kizzy Edgell), por un lado y de Elle (Yasmin Finney) y Tao (William Gao), por el otro. Todos aprenden cómo es una relación sana y, de su lado, se muestran situaciones como la transición hacia el género no binario de Darcy o el terrible impacto de la transfobia en las personas trans a través de una trama de Elle muy bien contada. “Las personas trans no somos un tema de debate, somos seres humanos”, escuchamos. Y no hay más que ver los medios a diario para constatar que es un mensaje extraordinariamente necesario.
Falta Olivia Colman esta vez, que no ha podido estar en esta temporada en el papel de la madre de Nick. Siempre se la echa de menos, en todas partes, claro, es Olivia Colman, pero la suple con convicción Hayley Atwell en el papel de la tía del joven. También son nuevos en el elenco de esta temporada Eddie Marsan, que interpreta al terapeuta de Charlie, y Kizzy Edgell, que da vida a un nuevo amigo de Tara, la hermana de Charlie, quien adquiere más protagonismo que en las tandas anteriores y protagoniza varias de las escenas más tiernas de la serie.
Heartstopper tendrá una cuarta temporada en Netflix, que según ha contado su creadora, podría ser la última. En ella, Nick partirá a la universidad y Charlie y él llevarán su relación a distancia. Mientras llega esa nueva tanda de episodios, volveremos de cuando en cuando a esta serie encantadora, este lugar seguro. Una serie que sigue siendo imprescindible, una garantía de sonrisas, alguna que otra lágrima de emoción y mucha dulzura. Una serie única.
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