Masivo e intergeneracional Orgullo en Madrid


Con el Orgullo en Madrid me pasa lo mismo que con la canción Vuela, de Andrés Lewin, que suelo escuchar todo el año, pero de forma especialmente intensa cuando llega el Orgullo. Me resulta muy difícil elegir mi parte preferida de la letra de ese tema imprescindible, del mismo modo que me cuesta elegir sólo un aspecto de esta masiva, festiva y reivindicativa manifestación. Si lo pienso, quizá la respuesta a ambas cuestiones sea la misma. Porque tal vez el pasaje de esa canción que me gusta es ese que dice “bravo por los que sufrieron lo que no he sufrido, y por todos los que hicieron el camino”. Y quizá lo que más me emociona del Orgullo cada año sea precisamente su carácter intergeneracional, la presencia, al lado de muchos jóvenes, también de muchas de esas personas que sufrieron lo que no hemos sufrido y que nos abrieron el camino con su compromiso y sus reivindicaciones. 

Ayer, en una nueva manifestación masiva del Orgullo en Madrid, con más de 300.000 personas según la Delegación del Gobierno y más de un millón según los asistentes, lo festivo volvió a ir de la mano de lo reivindicativo. Y volvió a ser un día precioso en Madrid, con banderas arcoíris, esas que no tuvo a bien incluir en el cartel oficial del Orgullo el Ayuntamiento, por todas partes. Con grupos de chavales y chavalas libres y orgullosas, personas de todas las edades, familias con niños, personas mayores. Emociona ese carácter intergeneracional del Orgullo. Emociona y es muy necesario, porque la presencia de personas de todas las edades es imprescindible, porque no podemos olvidar a todos los que nos precedieron y también tenemos que tender la mano a los que llegan detrás. Porque fuimos, seremos.

Una de las mayores ovaciones del público que seguíamos la manifestación en las aceras se la llevó la Fundación 26 de diciembre, que desde hace años se dedica a atender a las personas mayores LGTBI y a recordarnos su legado. Están poniendo en pie la primera residencia de España para personas LGTBI. Su memoria es imprescindible. Para empezar, el nombre mismo de la fundación, que hace mención al día de 1978 en el que por fin el gobierno de la recién estrenada democracia española modificó la franquista Ley de Peligrosidad social, continuadora de la Ley de Vagos y Maleantes, que perseguía la homosexualidad y todo lo no normativo. Y es importante recordarlo. Agradecer a esos valientes que salieron a la calle ese mismo año en el primer Orgullo de nuestro país. Honrar su memoria y agradecer tanto trabajo, tanto esfuerzo, tanto compromiso. 

Aunque queda aún mucho por avanzar, aunque siguen los discursos del odio y las agresiones homófobas, si hoy podemos ir por la calle de la mano de nuestra pareja, si el Orgullo es la más multitudinaria fiesta de Madrid, si hemos avanzado tanto, es también gracias a ellos. Nos hicieron el camino, sí, sufrieron lo que no hemos sufrido, y debemos estar permanente agradecidos a estas personas que nos precedieron en la lucha diaria por la igualdad real y por la diversidad

En esta línea, es importante también recordar que este año se celebran los 30 años desde que Mili Hernández y Mar Griñó abrieron en el barrio de Chueca la librería Berkana, referente de literatura LGTBI, lugar de refugio y encuentro, casa para miles de personas desde su apertura hasta nuestros días. El próximo miércoles se celebrará un merecido homenaje a la librería en la Biblioteca Nacional. Porque en el Orgullo también es importante recordar la necesidad de tener referentes y cómo estas pioneras pusieron en pie una librería especializada en literatura LGTBI, algo que hace 30 años, sí, hace sólo 30 años, no era tan fácil ni tan obvio ni tan bien recibido como podamos pensar.

En el Orgullo hay personas mayores como ese señor que graba emocionado con su móvil el paso de las batukadas y las pancartas de las distintas asociaciones o esa pareja de mayores que contempla de la mano el colorido y la alegría de la marcha. Y es precioso verlos allí, imaginar que comparan la multitud de cada año con la mucho más discreta asistencia en las primeras manifestaciones del Orgullo, los silencios del pasado con el atronador canto por la libertad de hoy en día. A su lado, familias con niños. Qué bonito, qué importante. Sea cual sea la identidad o la orientación sexual de los menores, lo sepan o no, qué gran educación le están dando sus familias, mostrándoles lo diverso que es el mundo en realidad, enseñándoles que, sean como sean, todo está bien. Que la sociedad en la que viven afortunadamente es así de libre y plural, es arcoíris y no no gris, celebra y abraza la diversidad, no la persigue. 

Y también, claro, muchos jóvenes a los que uno mira con admiración. Jóvenes fuera del armario, jóvenes infinitamente más abiertos de mente, más libres, más valientes que lo que lo éramos quienes teníamos su edad hace 15 o 20 años. Jóvenes que salen a la calle para clamar contra los discursos de odio, para decir que ellos no volverán a ningún armario porque no lo conciben, para defender con su alegría, su vitalidad y sus pancartas divertidas una sociedad libre, moderna, respetuosa con todas las orientaciones e identidades sexuales, una sociedad más justa, esa sociedad abierta en la que cabe todo el mundo que defendía el siempre añorado Pedro Zerolo, a quien siempre hay que recordar un año más. Porque en nuestra sociedad, en la que llena las calles de Madrid cada año por el Orgullo, sí cabe todo el mundo. En la sociedad añeja y retrógrada que añoran otros, somos muchos, muchísimos, los que no tenemos cabida.   

Es una juventud, una parte no menor de la juventud, que representan muy bien los pregoneros del Orgullo de este año, Martin, Juanjo, Violeta y Chiara, cantantes que participaron en la última edición de Operación Triunfo, la más diversa del programa. Su pregón, que escribieron en colaboración con Daniel Varelo (Tigrillo en redes sociales) fue sencillamente perfecto. Abordaron todos los puntos clave: la visibilidad irrenunciable porque la sociedad es diversa y así se tiene que mostrar, el necesario apoyo de las familias a los mejores LGTBI, la defensa de que el feminismo y la causa LGTBI son hermanas y comparten metas y adversario, la importancia de plantar cara a los discursos del odio, la comunidad y la familia elegida como un lugar donde las personas LGTBI encontrarán su espacio y gente que la cuide o la necesidad de dar el tiempo que necesite cada uno para dar el paso de compartir con el mundo quién es. Esta última parte, defendida por Juanjo, cuya evolución en OT fue muy emotiva, es realmente importante. 

Ayer, en Madrid, rodeado de tantos miles de personas comprometidas con la igualdad real y la diversidad, pensaba que aquello no dejaba de ser un espejismo, que la sociedad tristemente no es tan colorida y perfecta como parecía. Que hay países donde se castiga la homosexualidad incluso con la pena de muerte, que en Europa el auge de la extrema derecha amenaza nuestros derechos o que en España, en la muy avanzada y pionera España, aún hay jueces que consideran que amenazar a alguien con insultos homófobos no es homofobia. Así que hay que seguir combatiendo. Y pensaba también que el Orgullo es una forma de recordarnos que somos más y tenemos razón quienes defendemos una sociedad libre y abierta. Y también que seguro que alrededor, al lado de personas mayores con la memoria de la causa LGTBI que debemos honrar y conocer, al lado de familias con niños y niñas, al lado de esos grupos de jóvenes, seguro que también habría chavales y chavales que acudían al Orgullo por primera vez, quizá con timidez, con cautela, tal vez incluso en secreto, con cierto miedo. Y qué bonito es que sientan que no están solos, que aquí tienen una familia elegida, que, como canta Andrés Lewin en Vuela, más allá de su ventana tienen mundo construido. Viva el Orgullo, combativo y festivo, reivindicativo y alegre. Ni un paso atrás. 

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