Cinco años después de la extraordinaria Carmen y Lola, Arantxa Echevarria vuelve a ofrecernos una excelsa muestra del mejor cine social con Chinas. Su última película cuenta con mucha sensibilidad y desde la mirada de las niñas protagonistas una realidad que no puede ser más cercana pero que rara vez nos paramos a ver, la vida de la comunidad china en España. Es uno de esos filmes en los que todo encaja a la perfección, todo funciona. Y no es sencillo. Ni por el tema abordado ni por la gran cantidad de asuntos que trata. Todo está en su sitio. La espléndida y luminosa interpretación de su elenco, en especial las niñas, que son la gran joya de la película, hasta su guión preciso y lleno de verdad, pasando por los diálogos, la construcción de los personajes. Lo dicho, un prodigio.
La película cuenta la vida de dos niñas chinas de nueve años que coinciden en la misma clase. Una de ellas, Lucía (Daniela Shiman Yang) es de segunda generación, sus padres regentan un bazar en el que ella echa una mano. Es una niña alegre que fantasea con celebrar su cumpleaños en el Burger King, como todos los amiguitos de su clase, y que acude al colegio con su hermana adolescente, Claudia (Xinyi Ye), otro gran personaje, que está un poco harta de la rigidez de sus padres, en plena fase rebelde y quiere integrarse en su grupo. La otra niña china de la clase es Xiang (Ella Qiu), que es la hija adoptada de una pareja de españoles (Pablo Molinero y Leonor Watling) que no termina de integrarse en el colegio.
Chinas, ya digo, es una película muy interesante por muchos motivos, y sin duda uno de los principales es el contraste entre la realidad las dos niñas. Todo el mundo alrededor asume que como las dos son chinas se llevarán bien y se harán amigas automáticamente, pero la realidad es bastante más compleja. Una de ellas habla chino en casa, tiene esa cultura muy interiorizada, mientras que la otra sólo lo estudia porque sus padres, aconsejados por una asociación, la obligan a hacerlo, para así no perder el vínculo con sus raíces. Como bien dijo la directora ayer en un coloquio posterior al filme en los cines Renoir de Retiro, la identidad es uno de los grandes temas de la película.
Hay más, muchos más temas. La película nos pone un espejo delante y nos abre los ojos ante una realidad que tenemos delante de nosotros pero no queremos ver. ¿Cuántos de nosotros conocemos el nombre de los dependientes del bazar regentado por chinos que tenemos debajo de casa? ¿Qué sabemos de sus vidas? ¿Por qué no nos hemos percatado antes de que llamar a ese establecimiento “el chino” es racista, como lo son todas las expresiones despectivas sobre ellos? ¿Éramos conscientes de las agresiones que sufren a veces, del desprecio que perciben?
El cine sirve, o puede servir, para muchas cosas. Desde luego, también para explorar realidades sobre las que nunca antes nos hemos parado a pensar. Por ejemplo, el hecho de que suelan ser los hermanos adolescentes los que vayan a las tutorías del colegio de sus hermanos pequeños porque sus padres, la primera generación de inmigrantes chinos en España, apenas conocen el idioma. O los esfuerzos sobrehumanos que esos padres hacen por sus hijos, trabajando día y noche en la tienda para darles un futuro mejor a sus hijos, a los que es común que envíen a China casi nada más nacer para ser educados por sus abuelos y conocer el idioma y sus raíces.
Chinas es una película importante con un potente mensaje social, pero es sobre todo una gran película, con el tono justo, llena de comedia pese a lo dramático de lo contado. También aborda cuestiones como el inquietante machismo en las generaciones más jóvenes, la presión a la que se ven sometidas chicas jóvenes para verse integradas, la dificultad a veces para entender su cultura y no juzgarla desde un prisma occidental, incluso cuando se quiere actuar bien y ayudar (maravilloso el personaje de Carolina Yuste, trasunto de la directora en la película).
Me encantó, en fin, la película, y la guinda fue poder escuchar las reflexiones de Arantxa Echevarria al terminar la sesión. Fue un coloquio maravilloso, en el que buena parte del público se animó a preguntar y que regaló momentos mágicos como una pregunta de una joven china que acudió al cine con su hermana y agradeció emocionada la forma en la que la película muestra el sacrificio de los padres por sus hijos, que es una forma inequívoca de mostrarles amor. La cultura es distinta y hay menos muestras de cariño al estilo español, de caricias y abrazos, pero el amor es incondicional y palpable. De hecho, el personaje de la madre que regenta el bazar es uno de los más ricos de la película. Me encantó escuchar a la directora hablar del germen de esta historia y del proceso de casting y documentación, porque la película es su punto de vista, claro, pero ha estado muy bien rodeada y asesorada porque buscaba evitar cualquier estereotipo y ser realista al mostrar la realidad de la comunidad china, de una parte de ella. Desde luego, lo ha conseguido con creces. Chinas es cine social entretenido, inteligente, emotivo y del que llama a la reflexión, con el que se ríe mucho y también se llora un poco. Una película sensacional.
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