Mis días en la librería Morisaki

Los libros sobre otros libros o sobre librerías corren siempre el riesgo de caer en la simplista y hasta algo cursi reivindicación de la lectura y de su poder transformador, que por supuesto existe, pero que pierde gracia si se hace proselitismo facilón. Ya saben, esto de que alguien que no lee de pronto abre las páginas de un libro y le cambia la vida. Pasan estas cosas, claro que pasan, pero hay que saber contarlas, precisamente, como narra la vida la buena literatura, no con mensajes simples y manidos. Mis días en la librería Morisaki, de Satoshi Yagisawa, editado en España por Letras de plata, camina por momentos por el alambre, pero logra salvar ese riesgo. Es una novela corta amable sobre el amor a los libros, sí, sobre un barrio en Tokio que ahora quiero visitar sí o sí, el barrio de las librerías de la ciudad japonesa, y sobre perderse y encontrarse. 
En las primeras páginas de la obra, su protagonista, la joven Takako, descubre que su novio se va a casar con otra mujer y, dado que comparte el trabajo con ambos, se ve forzada a abandonarlo, porque no soporta la situación. Así que de pronto se ve sin pareja, sin trabajo y sin ganas. En plena fase depresiva en la que no le apetece nada más que dormir para que así pasen rápido las horas y no le dé tiempo a pensar recibe la llamada de su tío Satoru, que heredó una librería familiar. De niña, Takako se sentía próxima a Satoru, pero perdió el contacto con él. Termina yéndose a vivir con él, le ayuda en la tienda, vive en el cuarto que sirve también de almacén. Y lo que pasa después, sí, es un tanto previsible, pero es también una historia bella sobre dejarse ayudar y recuperarse de momentos delicados. 

Con un estilo ligero y no son humor en varios pasajes del libro, lo mejor de la novela es cómo se describe ese barrio paradisíaco en el que hay librerías en cada esquina, especializadas en esto o lo otro. Es el lugar en el mundo del tío de la protagonista, que a su vez busca el suyo. En principio, como manda la tradición en este tipo de relatos, a los dos protagonistas les cuesta tomar confianza, pero poco a poco eso va cambiando hasta que comparten conversaciones más profundas sobre lo perdida que se encuentra ella, sobre lo que sintió él cuando pasó de ser alguien que viajaba por medio mundo a ser el heredero del negocio familiar o lo mucho que echa de menos a su esposa, que lo abandonó hace un tiempo. 

En el libro hay conversaciones sobre literatura, que no suenan impostadas ni forzadas, porque los libros forman parte de la vida de Satoru y también de otros personajes de la obra. Después, la trama se centra más en otros aspectos no relacionados con la librería que me interesan algo menos, la verdad, pero pervive la atmósfera creada por el autor y también el humanismo con el que muestra las dudas, vulnerabilidades y anhelos de sus personajes. Mis días en la librería Morisaki ni es un libro excepcional, pero sí lo suficientemente entretenido y tierno como para disfrutar con su lectura. Y, además, nos genera una necesidad de viajar a Tokio para conocer Jinbōchō , el barrio de las librerías.  

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