Machos alfa

 

Cuando hace años salí del cine de ver la comedia francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, dos espectadoras hablaban de la película y se compadecían mucho del personaje del padre, como dando a entender que el pobre tuvo una suerte horrible porque sus hijas fueran a casarse con inmigrantes. La intención de la película, por supuesto, no es alimentar los prejuicios, sino más bien reírse de ellos, pero claramente esas espectadoras y seguro que tantos otros captaron un mensaje distinto. Con Machos alfa, la exitosa última serie de Netflix, me ocurre lo mismo que con todas las comedias centradas en estereotipos como aquella película francesa, inevitablemente siento cierto recelo preventivo que no es achacable a la comedia, porque sus creadores no son responsables de la reacción o la lectura del público. Pero me resulta inevitable preguntarme cuánta gente creerá que se ensalza lo que en realidad se ridiculiza. Insisto, no es culpa de sus creadores, sólo faltaba, pero nunca tengo claro hasta qué punto un personaje retrógrado y machista será visto como una especie de héroe por cierto sector del público. De nuevo, por supuesto, no es culpa de sus creadores. 


De entrada, algo que creo que es obvio: Laura y Alberto Caballero tienen un olfato increíble para conectar con la sociedad y tocar las teclas correctas. Con su mirada costumbrista y siempre irónica, triunfaron con Aquí no hay quien viva (yo era más de Los Serrano entonces, pero claro que disfruté con las andanzas de los vecinos de Desengaño, 21), lo hicieron después con La que se avecina (aún en pantalla, que reconozco que apenas he visto) y con El pueblo (que me encantó), donde acertaron al meterse en todos los charcos posibles sobre la sociedad actual, en especial en su tercera temporada. Algo tendrán los hermanos Caballero, algo muy bueno, cuando logran en distintas historias conectar de un modo tan directo con lo que pasa en nuestros días. Valor para mostrar lo que sucede y hacer comedia con cuestiones como el patriarcado y la reacción de miedo ante el feminismo de una parte de la sociedad, desde luego, no les falta. Aquí han venido a jugar y es de agradecer.

Machos alfa, en ese sentido, es una serie atrevida. No se deja nada, desde las parejas abiertas hasta los cursos de deconstrucción de la masculinidad tóxica, pasando por las redes sociales, las apps de citas, el sexo o la cancelación. Los cuatro protagonistas de la serie no son caricaturas andantes, no se ridiculiza a ningún personaje, se les da a todos rasgos de humanidad y hasta de cierta ternura, por muy retrógrados y crápulas que sean. Creo que eso es un acierto. Nadie, ni el más convencido defensor del feminismo, querría ver una serie en la que los cuatro señoros machirulos (que lo son, en distintos grados, pero lo son) se presenten como cuatro tipos estúpidos y machistas, malos de manual, sin más. Nada de eso. Todos los personajes tienen vida, parecen de carne y hueso. Bueno, todos menos uno, la verdad, porque es una lástima que se presente a una de las protagonistas de la serie, la ex del personaje de Gorka Otxoa, como una mujer histérica sin la menor ambigüedad, totalmente plana. 

El elenco de la serie, que cuenta con cameos muy divertidos, es sin duda uno de sus puntos fuertes. Fernando Gil, Fele Martínez, Gorka Otxoa, Raúl Tejón, Kira Miró, María Hervás, Raquel Guerrero, Paula Gallego y Karol Luna están, en general, perfectos, con el tono adecuado y le dan mucho juego a la trama. Además, se ve que divirtieron de lo lindo en el rodaje de la primera temporada (ya hay confirmada una segunda). 

La serie, ya digo, me ha gustado, me ha divertido mucho y creo que puede generar debates, lo cual es positivo. En mayor o menor medida, todo el mundo se puede sentir identificado. No puedo, ni quiero, negar que me lo he pasado genial con Machos alfa. Es divertidísima y, ya digo, muy atrevida al plantear toda clase de cuestiones sobre la sociedad actual. Eso sí, el recelo de siempre ante este tipo de comedias sigue ahí. Por ejemplo, la simple mención del patriarcado resultará cómica para gran parte del público. O las escenas de las charlas sobre la deconstrucción de la masculinidad tóxica, en la que se dicen cosas muy sensatas y que pone en evidencia a los cuatro amigos protagonistas, pero en las que intuyo que una parte del público querrá ver una ridiculización de las ideas razonables del curso y se pondrán del lado de ellos. Se presenta a los cuatro machos alfa del grupo como tipos perdidos ante el mundo actual, lo que pasa es que, por lo que se ve en el día a día, muchos de esos señores que también están perdidos parecen dispuestos a cualquier cosa menos, precisamente, a desconstruirse o a intentar aprender algo de lo que está pasando. No, prefieren pensar que el mundo se ha vuelto loco. Pero, ya digo, no es algo que podamos achacar a esta serie. Machos alfa es muy divertida y dispara con bala para quien quiera verlo, claro. 

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