El Pueblo T3

 

Un poco de tapadillo, sin una gran promoción, Amazon Prime Video estrenó en diciembre la tercera temporada de El Pueblo. La serie de Alberto Caballero, Nando Abad y Julián Sastre regresa en plena forma. El final de la segunda tanda de episodio fue cerrado, con todos los urbanitas marchándose de Peñafría, así que los primeros capítulos de la tercera temporada sirven para plantear las tramas que devuelven al pueblo a la mayoría de los vecinos y para recibir a nuevos personajes. Lo único malo que puede decirse de esta temporada es que sólo tiene ocho capítulos y que uno queda con ganas de más. Lo bueno es que ya se ha confirmado una cuarta temporada, así que las aventuras, desventuras y enredos de Peñafría seguirán provocando risas y, de paso, planteando una cierta crítica social. 

La serie es de algún modo un retrato de la España vacía, de la sociedad española, en general. No juzga a nadie, aunque carga más las las tintas a la hora de ridiculizar a los urbanitas, por decirlo en peñafriense, de criticar las tontunas de los urbanitas. Pero el gran acierto de El Pueblo es que mete el dedo en el ojo un poco a todo el mundo, pero lo justo, sin saña, con más ánimo de hacer reír, eso siempre, que de sentar cátedra o dar lecciones, eso jamás, afortunadamente

Según la sensibilidad y las ideas de cada espectador, habrá tramas o bromas que le atraigan o le incomoden algo, porque hay pellizcos en todas las direcciones. No hay ni héroes ni villanos, ni seres de luz ni malas personas. Todos los personajes son gente corriente, con sus contradicciones a cuestas. Ningún personaje te llega a caer mal, incluso, aunque sea un estafador, una pija aparentemente insustancial o un señor machista incapaz de entender el mundo en el que vive.

La serie, siempre con el humor como arma, cae en ocasiones en la caricatura, en el trazo grueso, pero es muy elogiable su capacidad de meterse en jardines. En todos los jardines. Más allá del contraste entre la vida urbana y la de pueblo, hay tramas para todos los gustos. Se habla de política, de diversidad afectivo sexual, de género fluido, de personas trans, de religión, de las energías renovables, de corrupción, de feminismo, de la adición al trabajo, del exceso de anglicismos en nuestro día a día... Los creadores de la serie no esquivan nada.  Con el pretexto de la apertura del hotel rural en Peñafría y de un plan de anexión del pueblo a San Pedro, una localidad vecina con 600 habitantes, la serie avanza con su tono ligero y humorístico de siempre, pero, ya digo, también con más de un pellizco en todas direcciones. 

Por ejemplo, se habla de amor libre, de parejas abiertas, de personas pansexuales, de dudas sobre la identidad  de género. Posiblemente pocos temas han causado más encendidos debates y polémicas los últimos meses, sobre todo en ciertos sectores de la población, que la ley trans. La serie entra en ella, por supuesto, sin moralinas ni panfletos, a través de un personaje nuevo, Carla (Elena Gallardo), que se declara no binaria y que imparte clases sobre diversidad a Pelayo y Orión, los dos niños del pueblo

La construcción de los personajes es otro de los puntos fuertes de la serie. Todos son adorables a su manera, hasta los más repelentes u odiosos. Siguen muchos de los que ya estaban, como Cándido (Ángel Jodra), el alcalde bonachón; Arsarcio (Vicente Gil), que se encuentra solo al comienzo de la serie e intentará recuperar a María (Empar Ferrer), empoderada y con nueva pareja, un inglés a quien da vida Richard Collins-Moore, dios en La llamada. María Hervás vuelve a bordar su interpretación de Amaya, quien vuelve al pueblo animada por Pelayo, el hijo de Juanjo Soler, el tipo sin escrúpulos recién salido de la cárcel al que interpreta Carlos Areces. Y qué decir de El Ovejas (Javier Losán), que en esta temporada pasará a ser poco menos que un sex symbol. El Pueblo, en fin, sigue haciendo reír y pasar un buen rato, que es de lo que se trata, mientras se habla de varios de los temas que marcan la actualidad de España. 

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