Tres noches

 

Los libros sobre libros, o más concretamente, las novelas dentro de novelas, son un género en sí mismo. Este tipo de obras siempre corre el riesgo de convertirse en un compendio de tópicos sobre las bondades y el poder transformador de la lectura, algo muy cierto, pero que. según como se cuente, puede ser como de cartón piedra, demasiado artificial. No es fácil que una novela cuya trama central es otra novela funcione y Tres Noches, de Austin Wright, lo consigue. Su protagonista, Susan, recibe de pronto un manuscrito que le envía su exmarido, Edward, del que llevaba quince años sin tener noticias.


Las tres noches a las que apela el título es el tiempo que le lleva a Susan leer la historia, que le resulta muy inquietante. En apariencia, la narración de Edward no tiene nada que ver con la vida pasada de ambos, pero Susan no puede evitar recordar pasajes de aquel tiempo y, a la vez que avanza en la escritura, reflexiona sobre por qué su exmarido le habrá enviado este manuscrito, qué le querrá contar realmente Edward, en qué ha cambiado en estos quince años. 

El libro dentro del libro, la novela escrita por el ex de Susan que ésta lee con fruición, narra una historias tremenda. Un hombre se dirige en coche, junto a su esposa y a su hija, a su casa de veraneo. De pronto, tienen un encontronazo con unos desconocidos. Es un encuentro espantoso que cambiará la vida de Tony, así se llama el protagonista de esta obra insertada dentro de Tres noches. El libro, el que contiene a este otro, el conjunto, muestra con gran sutileza la forma en la que Susan, al leer el manuscrito, recuerda a su ex y su vida juntos. En realidad, gran parte de las páginas del libro pertenecen a esa novela que está leyendo la protagonista. Entre medias, sólo hay unas pocas acotaciones en las que conocemos el impacto que la historia causa en ella, las preguntas que se hace al leerlo.

La venganza, el amor, la forma en la que el pasado moldea nuestro futuro, la capacidad de la literatura para conmovernos... Todo ello inunda las páginas del libro, que es más que un entretenido juego metaliterario, aunque no llega al nivel de la excepcional Lo que no está escrito, de Rafael Reig, que recuerdo haber leído en su día con absoluta fascinación, y en la que la relación entre lo ficticio y lo real es muy perturbadora. 

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