El gran regreso de "El Ministerio del Tiempo "

El Ministerio del Tiempo ha vivido casi desde su nacimiento en una incertidumbre sobre su futuro que no merecen ni su calidad, ni su originalidad ni su éxito entre el público, que no es masivo, pero sí muy fiel a la bendita locura creada por Javier y Pablo Olivares. Cuando hace tres años la serie se despidió de TVE, pensábamos que definitivamente, los ministéricos nos consolamos pensando que, al menos, la serie se marchaba en plena forma, con una más que digna despedida, pero no entendíamos que terminara. No había ni rastro de agotamiento en sus tramas y aún quedaban muchos personajes y acontecimientos de la Historia de España, muchas historias de la Historia, que no habían aparecido en la serie. Afortunadamente, la serie ha regresado y, con ella, nos reafirmamos en que El Ministerio del Tiempo es, por muchas razones, lo mejor que le ha pasado a la televisión en España en muchos años


Suele ser un elogio envenenado y fruto de los prejuicios eso de "no parece española" cuando se quiere elogiar una serie o una película. Es injusto, porque presupone una falta de calidad en las producciones de aquí y, sobre todo, porque implica considerar la nacionalidad de una serie como algo mínimamente relevante, como si ser estadounidense convirtiera a una serie automáticamente en buena, como si se pudiera meter dentro de una categoría a todas las producciones que se realizan en un país. El Ministerio del Tiempo es una serie extraordinaria y, además, es muy española. Quizá, la más española de las series que recordamos últimamente. Sin complejos ni remilgos. Por su vocación didáctica, de explorar el pasado del país, y por su espíritu, por la esencia de la serie, esa mirada escéptica, que acepta las miserias y desmitifica las glorias, que no oculta los logros ni maquilla los errores, que comprende, sencillamente, que la Historia es la que es, y así debe seguir siendo. 

De hecho, para los que no sean aún ministéricos y ahora, con la cuarta temporada de la serie, tengan ocasión de descubrirla, es ése justo el punto de partida de la serie: un ministerio secreto que procede de los tiempos de los Reyes Católicos y se dedica a preservar la Historia de España tal y como ha sucedido. En cuanto hay en cualquier momento del pasado alguna situación que amenaza con cambiar el rumbo de la Historia, los agentes del ministerio viajan atrás en el tiempo para corregir esa anomalía y que todo suceda tal y como sucedió. No se puede corregir la Historia, aunque la misión suponga salvar la vida a Franco, por ejemplo. La premisa es clara: la Historia no puede cambiar. Y es un punto de partida extraordinariamente atractivo, porque renuncia a juzgar esos episodios históricos y opta por una mirada lúcida a nuestro pasado. 

La serie no cae en el derrotismo clásico de nuestro país ("si habla mal de España, es español"), pero tampoco oculta algunos de sus males endémicos (aquella frase del Cid, "qué buen vasallo si tuviese buen señor") ni la sensación de tristeza y rabia que deja algún episodio histórico (escribió Gil de Biedma eso, tan citado, de que "de todas las historias de la Historia, la más triste es la de España, porque acaba mal"). No convencerá El Ministerio del Tiempo, desde luego, a quienes reivindiquen un supuesto y fantasioso pasado glorioso, pero tampoco a quienes se pasan justo al otro extremo y presentan cada suceso histórico de nuestro país como una anomalía histórica en el resto del mundo, como si todos los males de la Historia procedieran de nuestro país. Por eso es una serie tan soberbia. Sin fatalismo y sin patrioterismo barato. Porque es una serie inteligente. Sobre todo, inteligente. 

El Ministerio del Tiempo tiene un componente divulgativo, sí, pero es también una serie de aventuras, muy entretenida y llena de sentido del humor. Entre sus muchos méritos está el carisma de sus personajes, procedentes de distintas épocas. Uno de los atractivos de la cuarta temporada es que regresará toda la patrulla. Volverá Julián (Rodolfo Sancho), a quien dábamos por muerto, igual que a la serie, y también Amelia (Aura Garrido), que aparecerá ya en las tramas a partir del tercer episodio. Seguirán Irene (inmensa Cayetana Guillén Cuervo), Lola Mendieta joven (Macarena García), Pacino (Hugo Silva en el papel de su vida), Salvador (Jaime Blanch) y compañía. 

Si había algún temor a que la serie hubiera agotado lo que tenía que contar o que hubiera perdido su chispa pasado tanto tiempo desde la emisión del último capítulo de la tercera temporada, los dos primeros episodios de El Ministerio del Tiempo demuestran que son temores infundados. La serie está en plena forma. El segundo capítulo de esta temporada, El laberinto del tiempo, entremezcla con perfección el Madrid de la Movida con la corte de Felipe IV y sin duda está entre los mejores episodios de la historia de la serie, lo cual tiene mucho mérito, viniendo de los niveles de excelencia de los que venía. Parece, pues, que hay serie para rato. Ojalá. La Historia de España nunca se terminará y, visto lo visto, el ingenio y la originalidad de los guionistas de la serie, tampoco. Larga vida a El Ministerio del Tiempo

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