Sidi

Además de ser uno de los autores españoles contemporáneos más leídos, Arturo Pérez-Reverte es también uno de los más prolíficos. A un ritmo de una novela por año, cuando no es mayor, el también académico de la lengua, articulista y polemista ocasional en Twitter ha construido en los últimos años una amplia y sólida obra literaria, compuesta novelas ambientadas en distintas épocas, pero todas ellas enlazadas por una misma forma de mirar el mundo, con personajes que comparten ciertos códigos y que se enfrentan a similares dilemas. Su última creación, Sidi, es plenamente coherente con ese espíritu común de sus anteriores libros, y comparte también buena parte de sus virtudes


El buen pulso narrativo caracteriza a las novelas de Pérez-Reverte, también a ésta última, que se acerca a la figura de Rodrígo Díaz de Vivar, el Cid campeador, llamado Siri (señor) por los musulmanes. Es un libro muy cinematográfico, "un relato de frontera", como reza su subtítulo, que bien podría llevarse a la pantalla grande, con cierto aire de western, con protagonistas que están habituados a vivir en tierra inestable, a convivir con la inseguridad. Sidi mantiene el interés del lector hasta el final, con un ritmo ágil y una detallista recreación del periodo histórico en el que se ambienta la historia, fruto de una exhaustiva documentación, que es una de las señas de identidad del autor. 

Las novelas de Pérez-Reverte también tienen algo de provocador. En este caso, quienes busquen en Sidi la figura legendaria del Cid, combatiente contra los musulmanes, glorioso español comprometido y todo eso, se sentirán realmente decepcionados. En esta novela vemos (perdón, leemos) por primera vez al Cid sin mucha prisa por da caza a un grupo de musulmanes que aterrorizan y esquilman los pueblos cristianos por los que pasan, porque cuanto más tarde en alcanzarlos, más pueblos habrán saqueado y mayor será el botín que podrán arrebatarles. Queda claro, pues, desde las primeras páginas que en este libro no habrá ni rastro del glorioso personaje mitificado. Sólo un hombre. Eso sí, un hombre que es capaz de movilizar tras él a otras decenas de soldados, que le siguen a él, aun desterrado por el rey.

Precisamente a eso, a indagar sobre qué hizo del Cid un líder nato para sus hombres, qué cualidades tenía ese hombre para que su nombre adquiriera semejante resonancia, se dedica Pérez-Reverte en toda la novela. Descartado el Cid glorioso y carente de matices, queda un hombre valiente que lucha para reyes musulmanes y cristianos, a conveniencia, que llega incluso a rezar a Alá en un pasaje del libro, a quien se ve descreído de las grandes ideas, sólo leal a sus hombres y al señor por el que lucha. Es un señor de la guerra, en cierta forma. Un combatiente que se vende al mejor postor, un mercenario, pero con ciertos códigos, igual que Alatriste, por ejemplo. Una mirada muy revertiana al Cid, no apta para patrioteros trasnochados.

El Cid, Siri, combate para quien mejor le pague, en “aquella España incierta de confines inestables, poblada al norte por leoneses, castellanos, gallegos, francos, aragoneses, asturianos y navarros que unas veces combatían entre ellos, cambiando los bandos según soplaba el viento, y otras lo hacían contra los reinos de moros, lo que no excluía alianzas con estos últimos para, a su vez, combatir o debilitar a otros reinos o condados cristianos". 

Todo correcto y atractivo, como siempre en las novelas de Pérez-Reverte, lleno de oficio, con buen ritmo, con pasajes memorables. Sin embargo, esta vez hay varios diálogos que me chirrían, cuando los diálogos me parecen siempre uno de los puntos fuertes de sus obras. Sobra decir que es una simple opinión personal. Prefiero extraer como lector mis propias conclusiones sobre el protagonista de la novela por lo que éste dice o hace, mucho más que por lo que dicen de él. Creo que hay ciertos excesos en lo que el autor le hace decir a otros personajes sobre el Cid. "Eres asombroso", le dicen más de una vez y más de dos. "Me sigues asombrando, Siri", dos páginas después. "Debería estar celoso de ti... Un rey debe sospechar de todo lo admirable", unas páginas más allá. Es todo a veces demasiado obvio, me parece. Está demasiado subrayada la imagen que se quiere transmitir del Cid, cuando se transmite mejor de un modo sutil, por lo que él dice, por los gestos que tiene con sus hombres. Impacta más leer este o aquel detalle del Cid con los hombres que luchan por él que leer por boca de otros personajes unas cuantas veces que el Cid come lo mismo que sus hombres y duerme en idénticas condiciones. Quizá no hace falta recordarlo tanto. A veces la novela parece demasiado al servicio de ensalzar la figura del Cid como líder. Nada que objetar con el fondo, pero más dudas me generan las formas de hacerlo. 

Hecha esta salvedad, Sidi vale mucho la pena, como todas las novelas de Pérez-Reverte. Aquí queda la imagen de un líder que es consciente de su fama, del aura que desprende, pero que también sabe que "las leyendas sólo sobreviven vistas de lejos". 

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