Mujercitas

Después de su más que prometedora ópera prima, Lady Bird, Greta Gerwig afronta el mayúsculo reto de abordar Mujercitas, el clásico literario de Louisa May Alcott, que contaba ya con muchas adaptaciones cinematográficas. Sin duda, tenía mucho riesgo, pero la directora sale más que airosa de este ambicioso proyecto. Cada decisión que toma es acertada y consigue mantener la esencia de la historia original, pero a la vez modernizándola, con una estructura atractiva con constantes saltos temporales, que le dan una hondura mayor. En esta nueva versión del clásico, la historia de la novela, una de esas historias más grandes que la propia vida, brilla como nunca y cautiva como siempre.


La Mujercitas de Greta Gerwig es una película sensacional, con una sensibilidad fuera de lo común. Una obra sobre la familia, el amor, la amistad, la generosidad, las pequeñas cosas que le dan sentido a la vida. Una historia encantadora, que narra las pequeñas miserias y alegrías de una familia corriente, esas que no solían aparecer en los libros en la época en la que Louisa May Alcott escribió esta novela, en 1868. Ya sólo la decisión de situar como protagonistas de la historia a las cuatro hermanas March fue revolucionario en su día. Lo poderoso y cautivador de los clásicos es que su historia sigue emocionando pasado el tiempo. Lo consigue esta nueva versión de Mujercitas, preservando la historia original y llevándola aún más lejos. 

Entre los muchos aciertos de este filme está su reparto. Saoirse Ronan da vida de forma excelsa a la rebelde e impulsiva Jo, Florence Pugh se pone en la piel de Amy, Emma Watson interpreta a Meg y Eliza Scanlen hace lo propio con Beth. Todas ellas cumplen con nota, con mención especial a la interpretación de Saoirse Ronan, sencillamente sublime. También llenan de verdad a sus personajes Laura Dern, quien da vida a Marmee March, la madre de las cuatro hermanas, y Timothée Chalamet, que interpreta a Laurie, el vecino de la familia enamorado de Jo. Meryl Streep actúa poco, pero lo suficiente para deslumbrar, en el papel de la tía rica y algo cínica de los personajes. 

La gran decisión de Greta Gerwig a la hora de llevar a la pantalla Mujercitas, publicada originalmente en dos partes, la primera dedicada a la infancia y la segunda a la edad adulta, es darle la vuelta a la novela y comenzar el relato en la edad adulta de las protagonistas. Ellas recordarán su pasado juntas, esas penas y alegrías compartidas en su casa, de niñas, mientras reflexionan sobre el tiempo pasado. Recuerdan con cariño esa infancia, la única patria verdadera. Echan de menos ese tiempo, que tanto les marcó, que les hizo las mujeres que son en el presente narrativo. Cada plano es bello, tierno, delicado. La directora consigue transmitir una mirada honesta, desprejuiciada y vitalista a un clásico que, por encima de cualquier otra consideración, cuenta una historia poderosa, absolutamente arrolladora. Es una preciosidad de película, una aproximación hermosa al poder de la creación artísticas, a las contradicciones del ser humano, a la dureza de la vida, en especial para las mujeres, y al poder del cariño y del amor. 

Naturalmente, el filme habla también del papel de la mujer en la sociedad, sin juzgar a nadie, sin moralizar. Está Jo y su reivindicación de la libertad individual de la mujer, pero también Meg, que se casa porque desea hacerlo, porque quiere compartir la vida con su marido y formar una familia, sin verse forzada a ello, porque así lo ha decidido con libertad. Y hay escenas memorables, como una conversación entre Amy y Laurie sobre quién es un genio y quién lo decide. Mujercitas es, en fin, una bellísima demostración de cómo la literatura y el cine pueden mostrar la grandeza y el encanto que esconden las pequeñas historias cotidianas. Una película no apta  para los alérgicos a la ternura y la sensibilidad y altamente recomendable para el resto. Una delicia. 

Comentarios