Apoteósico fin de gira de Marwan en La Riviera

Mis paisajes interiores no ha sido un disco más en la carrera de Marwan y su fin de gira anoche en La Riviera tampoco podía serlo. Y no fue un concierto más, en absoluto, fue un éxtasis continuo durante dos horas y media intensas y vibrantes, una deslumbrante fiesta, una maravillosa celebración de la vida. No olvidaremos fácilmente esta noche del 5 de diciembre, en un Madrid previo al puente, que ayer se detuvo un ratito en La Riviera, que se vio inundada de versos. Un trocito de ese Madrid ajetreado, atascado, difuso, con mil planes e ilusiones por las calles, detuvo el tiempo anoche, para dejase envolver por la energía de Marwan, que se rodeó de unos cuantos amigos que hicieron aún más especial la despedida de un disco extraordinario que ha marcado un punto de inflexión en su carrera. 


Todo empezó antes de las nueve, la hora prevista para el inicio del concierto, porque entre las muchas buenas costumbres de Marwan está la tradición de tener un telonero. Esta vez, Luis Fercán, a quien no conocía, que interpretó varias de sus canciones, con su voz poderosa, rasgada, que parece a punto de romperse siempre pero que no se rompe nunca. Versos cazados al vuelo: "que nunca fuimos como dos gotas de agua, pero hoy, mi vida, bailo a tu compás", "tú, que siempre sabes qué decir, dime que hago sin ti". Lo seguiremos de cerca. 

Cuando Marwan salió al escenario y empezó a cantar, no se escuchaba su voz, hubo un problema con su micrófono. Tras un instante de confusión, detuvo la canción y pronto se resolvió el problema. Su reacción fue genial: pidió un aplauso para su técnico de sonido, Óscar, bromeó con los miembros de su banda, entre los que estaba, al violín, Marino Sáiz, a quien siempre es un placer encontrarse en un concierto, porque transforma y embellece aún más todo lo que toca. Solventado ese mínimo problema, esa minúscula contrariedad, con el buen humor y la actitud positiva de siempre, comenzó el concierto Marwan, más verborreico y bromista que nunca, tan luminoso, inspirador y brillante como siempre. Dijo que quería haber comenzado el concierto cantando tres canciones seguidas sin hablar, pero no pudo ser. Ni falta que hacía.  

Se sucedieron sus temas míticos, en los que estuvimos pendientes de sus letras, claro, porque son pura poesía, pero con las que también bailamos, lo que alegró mucho al artista. Cómo hacer que vuelvas, Te podría decir (una de las primeras canciones suyas que escuché, a la que tengo un cariño especial), Animales... Esta última le sirvió paras reivindicar todas las caras que tiene cualquier persona, con sus imperfecciones y contradicciones, con su lado más luminoso y con el otro, el más salvaje. La canción, una delicia, habla de amar a una persona pero no dejar de sentir deseos, de debatirse entre el compromiso y la aventura. Yo no soy exactamente como tu imaginas, tengo dos versiones diferentes en la piel. Tengo dentro un hombre con alergia a la rutina y otro que tan sólo quiere estar donde tú estés, comienza la historia. 

El concierto no dejó de crecer en intensidad, con un momento cumbre tras otro, hasta quedar todos sin aliento. Con David Otero interpretó Renglores torcidos, una de las joyas de su último disco, en la que proclama que "hoy ya no escribo la vida en renglones torcidos, prefiero quedarme conmigo, prefiero un punto y aparte a que vuelvan a darme puntos suspensivos". Después llegó otro de los puntos fuertes de toda su gira, la interpretación de Ya te estoy imaginando, en mitad de la cual recitó un poema que evoca a la canción. Un momento siempre especial, como lo fue el estreno de una de las canciones que compondrán su próximo disco, que grabará dentro de un mes. Interpretó la tierna Siempre estás tú junto a Marino Sáiz al violín. Encantador canto de agradecimiento a las personas que siempre está cuando uno no se soporta a sí mismo. 

Se rodeó muy bien anoche Marwan, además de su banda. Llamó al escenario al gran Pedro Guerra, con quien interpretó Puede ser que la conozcas, ese himno a Madrid con el que es imposible no emocionarse y venirse arriba, todo a la vez. La delicada Carita de tonto antecedió a uno de los momentos de más comunión con el público, el más comprometido. Habló Marwan de la existencia de partidos que niegan los derechos a mujeres, homosexuales e inmigrantes y llamó a combatir su odio con el himno Necesito un país, en el que canta y rapea a un país que se arranque la tristeza. Es una letra que adquiere especial dimensión en estos tiempos en los que la extrema derecha amenaza con intoxicarlo todo. Un país que te empuja a que cumplas tus sueños, sin señores que piensen que son nuestros dueños, que te haga sentir tu valor y que no te retuerza, que imponga el sentido común pero no por la fuerza. Necesito un país conmigo, un país contigo, un país que no diga nos hemos rendido. Un país de gente sensible, un lugar apacible, que sea realista pero sueñe lo imposible

Con el público definitivamente entregado y conmovido, llegó Canción a mi padre, en la que cuenta la historia de su padre, un refugiado palestino que encontró en Madrid la vida que se le negaba en su tierra. Nuevo canto ante el radicalismo y el odio de algunos: para partir fronteras, la sonrisa es un serrucho. 

Quedaban aún unos cuantos invitados. Una sucesión de momentos inolvidables. Primero, con Funambulista y Tato Latorre, su productor, con quienes cantó Los restos de esta historia. Luego, un maestro, quien le cambió la vida, según confesó el propio Marwan: Ismael Serrano. Palabras mayores. Juntos cantaron La vida cuesta, otro de los temas mayores de su último disco. Mantuvieron alto el listón la vitalista Canción de autoayuda y la muy reflexiva y extraordinaria Conviene saber, con guiños al feminismo y al ecologismo, la defensa lírica de una forma de estar en el mundo. Versos tan hermosos como necesarios, como el que recuerda que "no hay mujer que tenga dueño", el que afirma que "conviene saber que el planeta no es tu cenicero y que mañana los hijos que aún no tenemos lo van a heredar". 

Marwan grabó esta canción con Rozalén, pero esta vez la interpretó solo. Dijo que fue imposible que viniera al concierto Rozalén, pero era sólo una mentira piadosa, porque, ya en los bises, la presencia de la genial cantante y su voz única llenaron La Riviera con Las cosas que no pude responder. Ahí sí que se detuvo ya del todo el tiempo. Qué momento. Es difícil transmitir tanto como transmite Rozalén, que lo dice todo con su voz. Antes, Marwan llamó a escenario a otro grande, Luis Ramiro, a quien presentó como "el genio de mi generación", y con quien interpretó Mi paracaídas, que no había cantado en ninguno de sus conciertos en Madrid en esta gira. Una canción antigua que habla de una ruptura, cuando aún queda amor: y ahora dime quién va a ser mi otro cuerpo, mi otra piel, mi equilibrio, mi equipaje. Y quién será Penélope cuando este tonto se vaya de viaje. 

Acabó una noche que no quisiéramos que hubiera terminado nunca, y que en el recuerdo no terminará, porque ayer, como siempre, Marwan vistió de domingo nuestros recuerdos, con Un día de estos, que cantó junto a Pez Mago. Quedó un aire casi irreal, lleno de poesía, en ese Madrid raro, previo al puente, a las Navidades, ese Madrid en el que confluyen expectativas, miedos, anhelos, sueños, ese Madrid que bulle de vida. Marwan y su concierto de anoche fueron, en fin, nuestra playa en Madrid. 

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