Marie Antoinette

Al entrar en el Palacio de Versalles, el visitante se sobrecoge ante tan esplendorosa belleza. Esa misma sensación consigue el maravilloso espectáculo de danza Marie Antoinette, de Thierry Malandain, que plasma con exquisita sensibilidad bajo sus órdenes el Ballet de Biarritz. La obra fue estrenada, precisamente, en la Ópera Real de Versalles hace unos meses, y llega ahora, sólo por tres días (hoy es el último) a los Teatros del Canal de Madrid. Lo único negativo que leerás esta crítica es el lamento por la fugacidad del paso por la ciudad de esta sensacional obra de danza. Todo lo demás serán elogios entregados, porque me resultó fascinante.


Como ya deje claro al reseñar la fabulosa Antígona de Víctor Ullate, soy cualquier cosa menos un experto en danza. Mi opinión vale lo que pueda valer la de un recién llegado a este mundo, dispuesto a dejarse cautivar un poco más en cada espectáculo, convencido a recuperar el tiempo perdido. Desde este muy humilde y nada profesional ni riguroso punto de vista, la aproximación a la vida del Ballet de Biarritz me pareció extraordinaria. El escenario simula un salón similar al salón de los espejos del Palacio de Versalles, una de las salas más famosas de ese monumento a la ostentación y a la belleza en todas sus formas. 

El personaje de María Antonieta, archiduquesa de Austria que se casó siendo muy joven con el futuro rey Luis XVI de Francia, ha dado lugara multitud de novelas, películas y distintas creaciones artísticas. Muy mal recibida en la corte, llegó a ser querida por el pueblo, pero terminó como todos sabemos que acabó. Criticada por ser demasiado ostentosa, también hay otros aspectos de su compleja biografía que la redimen, en parte al menos, de esa visión de monarca irresponsable y frívola con la que ha pasado a la historia. Por ejemplo, fue mecenas de grandes artistas. Si algo queda claro es que adoraba las artes, en especial la danza. Uno de los artistas que protegió, Jean-Georges Noverre, fue nombrado por ella maestro de ballet en la Ópera en 1775. Está considerado como uno de los padres del ballet moderno. 

Ese ballet moderno se inspira ahora en la vida de María Antonieta para este recital lleno de colorido, con un cuerpo de baile excepcional, que fascina sobre todo en las escenas corales. Con las Sinfonías 6, 7 y 8 de Joseph Haydn como hilo conducor de la historia, en la obra se recogen varias escenas de la vida de la reina. La coreografía de Thierry Malandain nos lleva con gracilidad desde el matrimonio de la joven María Antonieta con Luis XVI, hasta su dramático final, pasando por la adaptación de la monarca a la corte, las fiestas de baile y colorido en Versalles, las aventuras amorosas del rey y la reina fuera del matrimonio o el nacimiento de su hijo, sin duda, el momento más íntimo y delicado de la obra, el más conmovedor, el más humano, también. 

Gracias al cuerpo de baile, en le que Giuditta Banchetti da vida a María Antonieta, pero también gracias al delicado vestuario obra de Jorge Gallardo y a la iluminación de François Menou, que ayuda a engrandecer lo que sucede en escena, a dotarlo de una mayor fuerza. Varias de las escenas de grupo son portentosas. La obra es, por momentos, según marca el tempo de la música de Haydn y el avance de la trama, delicada, sensual, divertida, romántica, desenfada, clásica, acelerada y pausada. Los movimientos de los bailarines, los cambios en el tempo de la obra, el paso al negro en la parte final, el magnífico final, sin luces, sin color, sin música, la recreación de las revolución que derrocó a los reyes, la delicadeza de algunas escenas, el enfoque más festivo y pasional de otras, la capacidad de transmitirlo todo con la música y el cuerpo del ballet... Fue, en fin, una gran noche, otra más, en la que gracias a la danza todo lo feo del mundo se queda fuera de la sala roja de los Teatros del Canal, donde el tiempo se detiene. 

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