Mujeres radicales del mundo

No recuerdo que hubiera muchos nombres de mujeres en mis libros de Filosofía, Historia o Literatura en el colegio. Me temo que ese silencio sobre la mitad de la población no ha cambiado demasiado. Por eso, libros como Mujeres radicales del mundo, escrito por Kate Schatz e ilustrado por Miriam Klein Stahl son tan necesarios. Al leer varias de las historias de las mujeres que forman esta obra, editada en España por Capitán Swing lo primero que pienso es que cómo es posible que no tuviera ni la menor idea de la existencia de la mayoría de ellas. Mujeres extraordinarias, pioneras y destacadas en su campo de las que nada sabía y, supongo, nada sabe tampoco la mayoría de la gente. 


El libro bien podría servir para empezar a llenar ese vacío incomprensible, esa ausencia de mujeres en los libros de texto. Parece una obra perfecta para enseñar en las escuelas y para regalar a niños y niñas. Pero no sólo, porque creo que también aportará a muchos adultos. El libro lleva por subtítulo "Artistas, atletas, piratas, punks y otras revolucionarias que han hecho historia" y, aunque en su portada aparecen las imágenes icónicas de Frida Kahlo y Malala Yousafzai, la autora de libro cuenta de forma breve la vida de otras mujeres mucho menos conocidas que aquellas. Como Enheduanna, la autora más antigua de la que se tiene constancia, que vivió hace 4.300 años en Mesopotamia, o la china Qiu Jin, que fue una pionera del feminismo en el país asiático a finales del siglo XVIII y principios del XIX. 

Hay historias apasionantes en este libro que dejan al lector, en efecto, con la sensación de que durante demasiado tiempo se nos ha hurtado de ellas. Por ejemplo, la de Fe del Mundo, nacida en Manila, que obtuvo una beca para estudiar fuera de su país y eligió la Universidad de Harvard, que por aquel entonces, en 1936, no admitía a mujeres. Ella fue la primera mujer aceptada en la Escuela de Medicina de aquel centro, en parte, porque quienes revisaron su solicitud pensaron que su nombre era masculino. Al final, el decano de la universidad le permitió seguir formándose allí y abrió el primer hospital infantil de Filipinas, entre otros logros de una vida dedicada a servir a los demás. 

Es bellísimo un cuento que resume la vida de la keniana Wangari Maathai, sobre un ruiseñor que decidió recoger gotas de agua de un arroyo para intentar detener un incendio, mientras que el resto de animales se quedó parado. Cuando le preguntaron a, ruiseñor por qué actuaba así si no iba a servir de nada, él respondió: "hago lo que puedo". Toda su vida, Maathai se guió con la premisa de ser ese ruiseñor. Estudió becada en EEUU, por el mismo programa que el padre de Obama, por cierto, y fundó una asociación para empoderar a las mujeres y proteger el medio ambiente en su país. 

Todas las historias que aparecen en el libro son muy impactantes, como la de Kasha Jacqueline Nabagesera, madre del movimiento por los derechos de los homosexuales en Uganda, o la de Emma Goldman, cuyo paso por el mundo se puede resumir con esta frase: "el modo en el que cada uno vive su vida cada día es el alegato político más rotundo". La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adiche comenzó a escribir gracias a los libros de literatura infantil Enid Blyton. Los primeros cuentos que escribió estaban copados de personajes blancos, porque Chimamanda, directamente, "no tenía ni idea de que los africanos negros podían existir en las novelas". Y esa frase describe a la vez el acierto de este Mujeres radicales del mundo y la imperiosa necesidad de referentes para todas las personas que no sean hombres blancos heterosexuales, es decir, que no vivan en un mundo hecho a su medida. 

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