Más Marwan que nunca en Donosti


Pasadas las doce de la noche terminó ayer el concierto de Marwan en Donosti. No era una noche cualquiera en San Sebastián, preparada ya para latir a partir de esta madrugada al ritmo de los tambores que celebran su fiesta grande, el 20 de enero. En la víspera del día más especial del año en la cuidad donostiarra, el cantautor madrileño hijo de un refugiado palestino encandiló a Donosti con su poesía, con sus canciones hermosas que celebran la vida y llaman a disparar contra la realidad, a abrazar y a besar, a sonreír, a disfrutar lo que de verdad vale la pena. Dijo Marwan que la idea era que uno saliera del concierto más feliz de lo que entró en él, aunque las canciones, que versan sobre el desamor en la mayor parte de los casos, no suden mucho a ello, porque “están las tristes, las muy tristes y las verdaderamente deprimentes”. 

Todo en Donosti es especial para quien tan feliz ha sido y es en esta ciudad hermosa y única como quien escribe. El concierto de anoche, también. Porque fue el más largo de Marwan que he visto hasta ahora, y también el que se me ha pasado más corto. En el que más entregado y jovial lo he visto. Y también más cerca, porque la sala Doka permite una proximidad al escenario sensacional. Dijo el artista que le encantaba ver de cerca las caras del público y lo mismo pensábamos quienes estábamos al otro lado, porque en las distancias cortas sólo impresiona y cautiva la verdad, no hay trampas que valgan. Por todo eso fue especial y mágico el concierto de anoche y también por otra razón, porque fue en Donosti, esta vez en la Fnac, donde una buena amiga y yo quedamos prendados del último disco de Marwan, tras dar por casualidad con la presentación del trabajo. Las canciones de Marwan tienen un lirismo diferente, más trabajado, más potente, más duradero, que las de otros cantautores. Pero lo de este último disco se sale del mapa. 

Así que todo comenzó de alguna manera en Donosti, sí, dónde si no, y aquí fue también donde anoche Marwan fue más Marwan que nunca, hablador, verborreico, divertido, reflexivo, intenso, irónico y, sobre todo, poeta. Cantó varios de esos temas gigantescos del último disco, como Conviene saber, pero se recreó con varias de sus mejores canciones de siempre, como la exquisita Puede ser que la conozcas, ese himno a Madrid que tan bien suena en todas partes, también en el norte, coreado con energía por el público el año pasado en un concierto en Bilbao y también anoche en Donosti. El tema presenta Madrid como una ciudad que no conoce el mar, como “la adolescente que ha cumplido tantos años”, una mujer que te hace sentir que baila solo para ti. 

Este tema fue uno de los momentos de la noche, pero no el único. Marwan bajó del escenario para cantar aún más cerca Carita de tonto, una de sus canciones más tiernas, en la que la lamenta que a los aeropuertos les den igual los sentimientos, porque nunca retrasan un vuelo cuando hace falta. Piel de gallina. Antes de interpretar Renglones torcidos, otra de esas canciones llenas de sabiduría y de trazos autobiográficos, Marwan citó un par de veces al poeta Alejandro Jodorowsky. Afirmó que es mejor tener paz que tener razón, que la vida pocas veces es justa y, reflexionando sobre una relación pasada que le dejó huella,  que no son los otros los que te dañan, sino los que te enseñan la herida. Resonaron con mayor contundencia aún los versos bomba de esta canción tras semejante introducción. Marwan no faltó tampoco a la cita con la poesía, al intercalar un poema en su interpretación de Ya te estoy imaginando. Otra joya, otra auténtica delicia llena de sensualidad y sueños de futuro. 

Acompañado al teclado por Dani Serrano, Marwan bromeó con el público en todo momento. Sobre lo que cuesta en el norte expresar los sentimientos, por ejemplo. O sobre la necesidad del humor y de reírse de todo, especialmente de uno mismo, en un tiempo en el que todo el mundo está muy ofendido y enfadado por algo. Hasta improvisó, de aquella manera, el estribillo de Show must go on, de su majestad Queen. El instante más emotivo de la noche fue cuando Marwan interpretó la canción a su padre, un refugiado palestino que nació en 1950, dos años después de la creación del Estado de Irsael. Una historia dura con un final feliz, porque su padre llegó a España por el Mediterráneo y conoció a la madre del artista, con quien se entendió en el idioma universal de las sonrisas. 

Igual que en anteriores conciertos, como el del Palacio hace más o menos un año en Madrid, Pez mago fue el telonero de Marwan. Interpretó Devuélveme los besos y Piscinas vacías, entre otros temas, y también recitó. “No hay cantautor que no cante a sus penas y que no llevé bajo el brazo su libro de poemas”, dijo. Especialmente acertado un poema sobre la absurda invasión de anglicismos en nuestro día a día. Fue una gran noche la de ayer en Donosti, sí, una de esas noches en las que la música embellece el mundo y la vida. 

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