Banksy en el Metro

Volvía el otro día a casa en el último Metro, pasada la una, cuando escuché a un grupo de jóvenes hablar de arte. Se escuchan toda clase de cosas en el transporte público a esas horas, pero nunca antes había oído hablar de arte. Pegué un poco el oído a la conversación y entendí que hablaban de Banksy y de su última gamberrada. Pensé que sólo este inclasificable y deliberadamente misterioso artista británico, que esconde su identidad y rodea de un halo de intriga todo lo que hace, puede provocar semejante anomalía: unos cuantos chavales que no pasarían de los 18 años hablando de arte de madrugada en el Metro.



Hablaba este grupo de jóvenes de la autodestrucción de una obra de Banksy justo después de haber sido subastada por una cuantiosa suma de dinero. Provocación genial de un artista que ha convertido la dualidad entre un discurso abiertamente crítico con el mercado y las normas del propio mercado en una de las claves de su obra. Banksy, sobre cuya identidad hay toda clase de teorías (incluida la de que sólo sea una marca y no un único artista),  recela de las galerías de arte. Pero sus obras son cada día más cotizadas. Él defiende las obras fugaces, las que duran poco tiempo en las calles, las que remueven conciencias, las que mutan de forma y hasta desaparecen en unos días. Pero cuanto más aparenta esquivar el mercado, más lo abraza este. Cuanto más desapego muestra el misterioso artista con las subastas, más valen sus obras.

Esta última gamberrada, sencillamente genial, es una nueva muestra de esa dualidad que rodea la obra de Banksy. Su obra fue triturada por un mecanismo que tenía incluido en su marco. Pero ahora resulta que vale más. Sí, como lo leen. Las trizas en las que quedó convertido el lienzo han disparado su valor, según los expertos del mercado de arte. ¿Existe mejor metáfora de cómo funciona este mercado? ¿Puede resonar con más potencia el discurso del artista británico? ¿Busca sólo poner frente al espejo al mercado o actúa según un plan claramente trazado para revalorizar más y más sus obras?

La técnica de las obras de Banksy no tiene nada del otro mundo. No ha hecho nada sustancialmente revolucionario. Pero no es descabellado afirmar que es el artista vivo más conocido del mundo, o uno de ellos. Eso no significa nada necesariamente, claro. Sólo que es incuestionable que casi todo lo que hace Banksy importa, incluso a sus más severos críticos, que los hay, tanto en el bando de los artistas callejeros más puristas, que no lo consideran ni remotamente uno de los suyos, como en el bando del mercado del arte más ortodoxo, en el que hay personas que no alcanzan a comprender qué tiene de revolucionario o rupturista Banksy, cuando ellos lo ven como una exitosa y muy medida operación de márketing.

Lo más fascinante de Banksy es que casi todos tienen razón. No se le puede considerar un artista callejero más, por supuesto. Y, sin duda, hay mucho de márketing en todo lo que hace, no hay más que ver su excepcional manejo de las redes sociales para viralizar cada uno de sus movimientos. Pero esa son sólo dos caras de este artista, que es capaz de despertar cualquier reacción menos la indiferencia. Ésta no es una opción ante las obras del grafitero de Bristol.

Aceptando, e incluso compartiendo, algunas de las críticas que recibe Banksy y sus performance, como ésta última de la obra autodestruida al entrar en contacto con el mundo del arte en una subasta, cuesta no sentirse fascinado por este artista. Hace poco vi el documental Banksy does New York, que tiene unos cuantos años. En él se narra cómo el artista transformó la capital del mundo con sus obras, una cada día durante más de un mes. Aparecían en el documental fanáticos de las obras de Banksy, otros a los que su arte les importa lo justo pero que buscan enriquecerse con él (y lo consiguen), galeristas entregados al valor de todo lo que sale de la mano del artista de Bristol, críticos que minusvaloran su figura y atacan su afán por el márketing, grafiteros que marcan distancias con él, otros que lo admiran… Una buena representación de todo lo que llega a provocar Banksky con su arte.

Sus pinturas juegan siempre con la ironía, sacando de contexto imágenes, dándoles la vuelta, invitando a la reflexión. Guerrilleros que lanzan flores en vez de cócteles molotov, una niña a la que se le escapa un globo en forma de corazón, Mickey Mouse convertido en un revolucionario, un guardia clausurando el futuro… Comprometido con el mundo en el que vive, una de sus obras más impactantes de los últimos años fue un parque de atracciones con barcos cargados de personas inmigrantes y furgones policiales en lugar de tiovivos o norias. De nuevo, el contraste, la sátira, la opción de darle la vuelta a iconos e imágenes preconcebidas para hacer pensar, para lanzar una crítica a la sociedad. Banksy seguirá con sus obras y sus gamberradas. Con sus virtudes y defectos, con sus aciertos y excesos, seguirá siendo el único artista que centra charlas de Metro de madrugada entre un grupo de chavales.

Comentarios