Alex Strangelove

Uno de los los protagonistas de Alex Stangelove tiene colgado en su cuarto un cartel de Moonlight, la primera película con un protagonista homosexual que ganó el Oscar a la mejor película. El guiño a este delicioso filme sirve para recordar que algo está cambiando y para reflejar la importancia de que el cine ofrezca referentes a las personas no heterosexuales. Alex Strangelove, dirigida por Craig Johnson  y producida por Netflix, se suma al cambio trazado por la excelente Love, Simon, estrenada un año antes (aunque a España llegó algo después), en la que se mostraba la salida del armario de un joven. Aquí la premisa es similar, aunque muy distinta a la vez. El protagonista del filme tiene novia y no parece dudar de su orientación sexual. Sólo le tiene algo inquieto que aún no ha mantenido relaciones sexuales con ella. 

Alex Trulove (Daniel Doheny) es feliz y lleva una vida plena en su último año de instituto, mientras espera la confirmación para la universidad en la que quiere estudiar, la misma que su novia Claire (Madeline Weinstein). Todo va sobre ruedas hasta que Alex conoce a Elliot (Antonio Marziale), que es todo lo contrario a lo que es Alex: desinhibido, nada calculador, alocado, decidido a disfrutar de la vida sin pedir permiso a nadie... y abiertamente gay. Alex empieza a hacerse preguntas que no sintió, o que quiso ocular, durante años. Y ahí comienza realmente la historia, que aporta originalidad respecto a las clásicas comedias adolescentes, pero que muestra también algunas de sus carencias más habituales.



Decíamos en la crítica de la magnífica Love, Simon que las buenas intenciones no son suficientes para crear una buena película y que a veces incluso pueden ser contraproducentes. No fue así en aquella cinta, desde luego, ya que además de ser una historia bienintencionada era una película muy atractiva, en la que todo funcionaba a la perfección. Es el primer filme con un protagonista adolescente homosexual producida por un gran estudio de Hollywood, con lo importante que es eso, sí, pero es, sobre todo, una muy buena película. De Alex Strangelove no puede decirse lo mismo. Tiene momentos encantadores, desde luego. Y es difícil no empatizar con su protagonista en algún instante del filme. Pero, más allá de las buenas intenciones y de esos pequeños instantes de emoción, el filme falla, en gran medida, porque su guión es muy flojo, siendo generosos

La película resulta menos divertida de lo que pretende. La pretensión de abordar una historia como esta, el típico triángulo amoroso, pero introduciendo las dudas sobre la orientación sexual del protagonista, es loable. Pero tiene que funcionar. Y aquí no lo hace, o lo hace sólo a medias. Hay escenas que, de puro exceso, no funcionan. Ocurre en algunos momentos del filme que no está muy clara cuál es la intención del director, pero el espectador intuye que no es bochorno lo que quiere provocar, o no esa sensación de estar asistiendo a una escena que no tiene ni pies de cabeza. El protagonista es muy aficionado a la fauna y las analogías con las que se presenta a sus compañeros de instituto nada más comenzar el filme da a entender que la sutileza no será uno de sus fuertes

Es una lástima, porque podría haber dado mucho más juego esta historia. Una de las escenas finales, pretendidamente decisiva, resulta más bien confusa y no demasiado creíble. Sí hay aspectos del filme que se salvan, claro. Siempre gusta ver reflejada en pantalla una juventud liberada de los complejos y los prejuicios de sus padres, por ejemplo. La cinta es fresca y su metraje no se hace largo. Pero el guión patina más de lo debido. Además, la impecable Love, Simon está demasiado reciente como para no hacer comparaciones, en las que Alex Strangelove sale muy mal parada. Eso sí, llevaría varias décadas rodar tantas comedias flojas con personajes homosexuales como las que se han estrenado en los últimos años con protagonistas heterosexuales. La igualdad y el reflejo de la diversidad tal vez es también eso. 

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