BambiKina, en Copérnico

Cuando alguien me cuenta que está empezando a seguir a un artista que me gusta o que está descubriendo a un escritor al que admiro siento envidia sana, muchísima envidia. Porque hay pocas cosas más maravillosas en la vida que descubrir a un cantante, ir escarbando en su obra, adentrarse en ella, acercarse a esas canciones que estaban ahí, esperándote, listas para seducirte, aunque no conocieras de su existencia. Es algo mágico, una especie de enamoramiento. Cuanto más casuales los descubrimientos, más gozosos. A un buen amigo Spotify le sugirió temas de BambiKina y quedó fascinado. Al ver que iba a presentar su nuevo disco, El pájaro que trajo el fuego, en la Sala Copérnico de Madrid, nos propuso a otra amiga y a mí ir al concierto. Yo decidí no escuchar ninguna canción de la artista antes de esa noche, en parte porque me fío del exquisito gusto musical de mi amigo, y en parte también por una voluntad de dejarme sorprender, de descubrir a BambiKina en directo, que es sin duda la mejor forma de conocer a los cantantes. Fue una noche extraordinaria, un chispazo eléctrico, una delicia. 


Nos decía mi amigo cuando nos hablaba de BambiKina que nunca había escuchado nada igual, que era muy diferente a todo lo que hasta entonces conocía. Y es verdad, Esther Méndez, vocalista y compositora de los temas de BamBikina, que interpreta sus canciones junto a su banda, tiene muchas referencias, coge un poco de distintos géneros y estilos, se dedica a mezclar tradición con modernidad, a crear sin complejo alguno y al final, de tanto tomar prestados elementos de todo, no se parece a nada, más que a sí misma. Tiene un estilo propio muy marcado, muy poderoso. Es lo más importante para un artista, que escuches un tema y sepas automáticamente de quién se trata. 

Hace guiños a la tradición la autora, como con su exquisita versión de Paloma negra, con la que recordó a la siempre inolvidable Chavela Vargas, o con la sensacional Escorpiones de tequila, con aires de ranchera. México tiene influencias claras en algunos de los temas de esta autora, que también interpretó ayer una versión de Space Oddity, de David Bowie, no incluida en su último disco por una cuestión de derechos (la hija de Bowie debe dar su visto bueno). Otro de los temas más bellos que cantó anoche BambiKina fue Noche glaciar, con Alberto Jiménez, de Miss Cafeína, cuyas voces casan a la perfección, no es de extrañar que la cantante dijera que, al componer esta canción, contó con la voz de Jiménez como un acorde más. 

Divertida, natural, espontánea, realmente emocionada por el primer vuelo de este pájaro, de su último disco, BambiKina compartió durante cerca de dos horas temas de este trabajo y del anterior, algunos muy jaleados por el público, como Pirómana, con la que diríamos que hizo arder la sala si no fuera una metáfora demasiado simplona. La artista, a la que que según contó ella misma su amigo Nacho Álvarez la llama "abanderada de la complicada sencillez", compartió el maravilloso Cosas pequeñas, toda una declaración de intenciones, toda una filosofía de vida: "Tengo una manía curiosa, amo las cosas pequeñas. De toda una gran biografía me quedo con las anécdotas. Siempre veo la hermosura en universos diminutos. Cada molécula es más bella que todo su conjunto. Todas mis colecciones caben en una caja de cerillas. Los espacios reducidos son cofres de maravillas". Es una tema delicioso, en el que llama a apreciar las cosas pequeñas, para descubrir su grandeza. 

A la entrada de la sala, repartieron palomitas de caramelo, alusivas al tema con ese mismo nombre de su último disco, bellísimo canto al amor, que dice en uno de sus versos: "de repente apareces con esa manera de hacerme sentir como un niño que sale al recreo con palomitas de caramelo". Una de las peculiaridades de BambiKina que más me gustaron ayer, además de sus letras cuidadas y de su eclecticismo musical, que la hace inclasificable, es que se inspira en todo tipo de historias para sus temas, desde una leyenda de la infancia en Serrana de la Vera, que habla de una "mujer indómita" que conquistaba a los pastores y los terminaba matando tras una noche de pasión en su cueva, hasta una conversión de WhatsApp con una amiga sobre otra que no atraviesa su mejor momento, el vitalista Aún es pronto, pasando por la soledad en la tercera edad, con la maravillosa Hola. Anoche, en fin, me hice BambiKiner. Y fue maravilloso. 

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