2017, un año de feminismo

2017 ha sido un año importante para la idea radical de tratar a las mujeres como seres humanos con los mismos derechos que los hombres, no otra cosa es el feminismo. No es que no quede mucho camino por recorrer, por supuesto. No es que la campaña atroz en contra del feminismo, con personas (generalmente hombres, pero no sólo) siempre prestas a ridiculizar esta posición ética irrenunciable, se haya detenido, más bien al contrario. Pero, como en el Quijote, podemos decir aquello de "ladran, luego cabalgamos". El año que despediremos en breve ha sido importante, sí, porque se ha roto el silencio de tantos años, con la campaña #MeToo (yo también), denunciando acosos en Estados Unidos, pero no sólo. La sensibilidad de la sociedad, al fin, empieza a no tolerar el repugnante machismo, tan imperante aún en nuestra sociedad. 


No hay que caer en la complacencia, porque queda mucho trabajo por hacer. Pero este, sin duda, es el camino. Las mujeres valientes que destaparon los escándalos de abusos escondidos hasta ahora en la industria de Holywood, y en otros campos, han sido elegidas como personaje del año de la revista Time. Un símbolo más de la importancia que ha cobrado la lucha feminista, que debe ser una lucha de toda la sociedad, este año. La frase de "yo también" se ha escuchado, al fin, con el mensaje nítido de que ni una mujer tolerará acoso ni se callará. Pero también han resonado con fuerza otras palabras en todo el mundo, como "nos queremos vivas" o "ni una menos", para denunciar la violencia machista, los crímenes de tantas mujeres asesinadas a manos de hombres que creen poseerlas, que las tratan como a objetos. 

En España, la repugnante estrategia de defensa de cuatro energúmenos que se hacen llamar la manada y que presuntamente violaron a una joven en Pamplona despertó una oleada de indignación. Basta ya. Basta ya de culpabilizar a la víctima, de cuestionar cómo vestía, qué bebía o con quién iba. Basta ya de dudar siempre de las víctimas en vez de repudiar a los violadores. Basta ya de dar consejos a las chicas para no ser violadas en vez de urgir a los chicos a no violarlas a ellas. Basta ya de acusar a una mujer víctima de una violación de seguir con su vida libremente, en vez de encerrarse en su pena. Basta ya. Se acabó. 

Detenerse más de la cuenta a celebrar todo lo avanzado no sería conveniente, porque nos restaría tiempo para continuar con las muchas batallas que aún quedan por librar. En cada noticia sobre feminismo es fácil encontrar comentarios de personas que equiparan al feminismo con el machismo, por ejemplo, sin comprender que el primero es el antídoto del segundo y no su equivalente en mujer. No pocos hombres consideran más importante aclarar rápidamente que ellos son estupendos y nunca han acosado a ninguna mujer que ayudar a combatir un problema real de esta sociedad, el repugnante y muy extendido machismo. Sigue siendo necesario combatir la atroz campaña que se empeña en presentar a las feministas como cuatro histéricas radicales que odian a los hombres, cuando es mucho más sencillo: son mujeres que no quieren ser tratadas como un trozo de carne ni violadas ni asesinadas, ya de paso. 

Creo que vamos por el buen camino. La sociedad es mucho más sensible a las discriminaciones, en eso que algunos, graciosos ellos, llaman la dictadura de lo políticamente correcto. Bienvenido sea si eso implica que los machotes de turno no van a poder hacer sus chistes machistas sobre mujeres sin enfrentarse al desprecio del conjunto de la sociedad. Es divertido ver a los adalides de lo políticamente incorrecto defender muy seriamente su derecho a hacer chistes sobre mujeres tetudas o derrochadoras, porque eso, ay, es un retroceso en su libertad de expresión, al tiempo que no se inmutan ante los permanentes actos machistas de la sociedad en la que vivimos. Son personas que, deliberadamente o no, trabajan por el patriarcado, para defender que todo siga igual. Son personas, generalmente hombres, que no quieren ver desaparecer sus privilegios. Son esas personas que siempre están muy dispuestas a hacer bromitas estúpidas con el "ellos y ellas", pero a quienes jamás encontraremos comprometiéndose con la lucha por la igualdad. 

También seguimos encontrando a mujeres que consideran que esas feministas son un poco histéricas, que ellas son la mejor demostración de que sí se puede avanzar en este mundo siendo mujer. A veces, son las peores adversarias del feminismo y la lucha por la igualdad, porque confunden su posición con una sociedad realmente igualitaria, que no existe, ni por asomo. Las mujeres siguen cobrando menos que los hombres. Son ellas las que tienen problemas serios en sus trabajos cuando vuelven después de la baja por maternidad. Son ellas las que son piropeadas por las calles por babosos que consideran tener derecho de darle a una mujer su opinión sobre su cuerpo. Son ellas las que tienen que ver día a día que la ambición en los hombres es tener carácter y capacidad de liderazgo, pero en las mujeres es querer ser mandona, un defecto impresentable. Son ellas las tildadas de putas si viven su vida con libertad, mientras que los machotes que conquistan a muchas mujeres son admirados y elogiados. Son ellas, en fin, las que padecen una sociedad machista que empieza a abrir los ojos ante esta repugnante desigualdad, pero que debe seguir alerta porque en cuestión de derechos, si no se avanza, se retrocede, como quien nada contracorriente. 2017 ha sido un año alentador, pero hay que seguir trabajando. 

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