Operación Triunfo y la diversidad

No pretendo ser "como un idiota que se pone a maquillar de seriedad lo que le importa", como canta Funambulista en una de sus canciones. Operación Triunfo es un programa televisivo. Nada más. Un espacio musical y de entretenimiento. Sólo eso. Y, sin embargo, la nueva edición de OT está enviando un poderoso mensaje, visibilizando la diversidad afectivo-sexual con absoluta normalidad. Es sólo un programa de televisión, sí, pero es un programa que ven muchos jóvenes y que se emite en un canal público. Por muchas razones, es importante que abrace la diversidad como está haciendo este espacio, como nunca antes. Parafraseando a Adolfo Suárez, a veces es necesario elevar a la categoría televisiva (en este caso) de normal lo que a nivel de calle es sencillamente normal. O incluso lo que, lamentablemente, para tantas personas aún no lo es tanto. 


La canción con la que los concursantes del programa abrieron la gala del lunes fue La revolución sexual, un tema con una letra inequívocamente comprometida con el respeto a la diversidad, un canto a la libertad y contra los prejuicios. "Tú, que decidiste que tu vida no valía, que te inclinaste por sentirte siempre mal, que anticipas un futuro catastrófico, hoy pronosticas la revolución sexual". La inclusión de esta canción en el programa importa. Como importa el enfoque que dieron los Javis, directores de La llamada y profesores de interpretación en la academia de OT, al tema, explicando su sentido, lo que significa y, de nuevo, lo importante que ese tema puede ser para muchos espectadores. No pocos pensarán que es una canción más, que no tiene la menor relevancia. Pero sí la tiene. Mucha. Como les dijo Javier Ambrossi a los concursantes, seguro que algún espectador está en el momento en el que ve esa actuación a punto de dar un paso importante en su vida, de salir del armario, de destrozarlo al fin, de vivir libremente. Y, sin duda, escuchar mensajes así en televisión ayuda, ayuda mucho. 

Lo que no es visible parece que no existe. Pero existe, claro que sí. Por eso es tan importante que la diversidad, que es real, que nadie se inventa, que se puede encontrar en la calle si se camina por la vida libre de prejuicios, salga a la luz. Es sólo un programa musical y es sólo una canción, por supuesto. Pero es un avance enorme que en horario de máxima audiencia en la televisión pública, esa que no ha sido referente de demasiadas cosas buenas en los últimos años, se lance un mensaje así. Es importante para quienes necesitan referentes, para quienes se sienten distintos y necesitan saber que son reconocidos y respetados. Y también es importante, claro, para que quienes viven en el Medievo y consideran intolerable que salgan gays por la tele, dios mío, se percaten de que el progreso es imparable y que vivir peleado con el tiempo es una fuente permanente de insatisfacciones. Es importante que lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales estén representados en televisión. Por ellas, pero también por el resto, por quienes prefieren que cada cual ame a quien sea, pero en su casa, en silencio, como con vergüenza, sin darse besos en público ni escandalizar a quien ve inadmisible una muestra de amor si quienes se aman no son un hombre y una mujer. 

Otro momento muy comentado de la gala del sábado fue el beso de una de las concursantes, Marina, con su novio, Bast. De nuevo, estamos hablando sólo un de un programa de televisión y nada más que de un beso de una concursante con su pareja, algo normal, habitual en estos programas, cuando la familia visita a los participantes nominados. Pero Bast es transexual. Y ese beso es más que un beso. Marina había hablado durante todo el programa de su novio trans, con absoluta naturalidad, como debe ser, de la única forma posible en la que alguien puede hablar de su ser amado. Lo había dicho cuando uno de los profesores apareció en la academia con una camiseta con un eslogan de apoyo a los transexuales, igual que se han visto banderas arcoíris y camisetas con mensajes feministas o solidarios con los refugiados. 

Por supuesto, a un programa televisivo se le debe juzgar por el espectáculo que ofrece, por su capacidad para entretener. Pero predispone muy positivamente que, además de hacer disfrutar con la música y con la ilusión de unos jóvenes que sueñan con empezar una carrera en algo que les apasiona, se visibilice la diversidad, algo tan necesario en nuestros días. De paso, recuerda lo equivocados que están quienes sostienen siempre que su generación es poco menos que la última normal, porque los más jóvenes no tienen valores y son maleducados y todos esos males que afectan siempre a la juventud, salvo cuando éramos nosotros los jóvenes. Resulta que no es así. Da la casualidad de que los jóvenes que participan en OT muestran un compromiso con causas sociales, una apertura de mentes y una naturalidad infinitamente mayores que las que vimos, por ejemplo, en la primera edición del programa. OT se emitió en 2001. Quedaban cuatro años para que se aprobara la ley del matrimonio homosexual en España. El país ha cambiado, en muchos aspectos a mejor, en estos años. Y, de nuevo, Operación Triunfo es sólo un programa de televisión, pero sin duda ayuda a mostrar esa evolución. Y transmite esperanza y confianza en el futuro, algo que siempre viene bien, sobre todo cuando no es infrecuente encontrar ladridos machistas u homófobos por todas partes. 

Vi parte de la primera gala de esta última edición de Operación Triunfo y no me enganché. Pero, poco a poco, viendo vídeos en YouTube y actuaciones, sí me he ido interesando más por el programa. Algo que, a juzgar por los crecientes datos de audiencia, le ha pasado a más espectadores. Han logrado mantener la esencia de la edición original del programa, con unos concursantes inocentes y naturales, nada resabidos, pero modernizado. Es un acierto el profesorado, que también combina nuevos miembros con otros antiguos. Y la música sigue centrando el interés del programa, que es de lo que se trata. Además, aunque siguen predominando los estilos más comerciales, se abren paso otros. Y es muy de agradecer. No hay más que ver las visitas a los concursantes en la academia, con unos cuantos cantautores. O algunas versiones fabulosas, como la de Shape of you de Roi y Amaia, con la única compañía de una guitarra, o de City of Stars, de La, la, land, que interpretaron Alfred y Amaia con un piano. Los concursantes componen y tocan instrumentos, muestran una formación musical enorme. Hay más variedad musical y un respeto, casi devoción, por la música (pese a algún problema serio de sonido en alguna gala). Y, además, se muestra la diversidad en prime time en la televisión público. Aunque sólo sea un programa televisivo, es importante, mucho. 

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