La posverdad siempre son los otros

Que la política es, en esencia, un duelo de ficciones que tratan de imponer su relato no es algo que nos pille de sorpresa, pero puede que pocas veces haya quedado tan claro como en la eterna campaña catalana. Unos y otros construyen sus historias, a cual más alejada de la realidad. Los hechos importan lo justo. Se trata del modo de venderlos, de la forma en la que se narran, de la interpretación que se les da y el modo en el que se busca que calen en la sociedad. Esto lo hacen todos los políticos sin excepción, por más que tengamos todos una prodigiosa habilidad para encontrar las mentiras y manipulaciones del de enfrente, pero jamás las detectemos en las filas de los nuestros. 


Vivimos en la era de la posverdad, nos dicen. Que es lo que toda la vida hemos conocido como mentira. Pero la posverdad son siempre los otros. Es asombrosa nuestra capacidad de detectar discursos falsos, manipulaciones y medias verdades, siempre, siempre, en quienes piensan distintos a nosotros. No es sólo que nos situemos, todos, en una posición de superioridad intelectual respecto a los demás, porque ellos, pobres infelices, están siendo manipulados y no se enteran, a ellos los están engañando con cuatro tuits y dos vídeos editados. Es que además somos tan inteligentes, tanto, que estamos libres de a que nosotros nos ocurra lo mismo. Sabemos a ciencia cierta que quien piensa distinto está siendo engañando o, directamente, es estúpido. Y, además, estamos totalmente convencidos de a que nosotros jamás nos ha manipulado nadie. Los otros piensan, o creen pensar, algo distinto, pero es sólo porque, pobrecitos, están siendo manipulados y ni se enteran, los bobos. Nosotros, sin embargo, pensamos así porque somos muy inteligentes y nos formamos nuestra propia opinión de forma libre. Fastuoso. 

Esto se aplica a la eterna campaña catalana, pero no sólo. Es enternecedor ver a políticos muy preocupados por las intoxicaciones informativas procedentes de Rusia, Venezuela o TV3. Porque, sin duda, esas intoxicaciones existen. Obviamente, Internet está lleno de mentiras interesadas. Pero es llamativo que podamos localizarlas tan fácilmente sólo cuando esas mentiras van contra nuestros planteamientos, y sin embargo jamás las detectamos cuando van en contra de nuestros adversarios políticos. ¿TV3 manipula? Parece evidente. ¿Lo hace TVE? Por supuesto, también. Parece que, allí y aquí, unos y otros, hemos decidido que sólo podemos criticar el control político de un medio público. ¿Tú qué eres, de TV3 o de TVE? Pero resulta, oh sorpresa, que es compatible criticarlas a ambas. Igual que es compatible atacar las manipulaciones a favor del independentismo catalán y las manipulaciones, que haberlas, haylas, en su contra. No es tan difícil. 

Las ficciones están en su momento cumbre. Series de éxito por doquier, historias a las que nos enganchamos, quitando horas la sueño, viendo capítulos en cada ocasión que se nos presenta. Y los políticos han tomado nota de ello y han decidido redoblar la fantasía de sus ficciones. Repito, unos y otros. Los políticos independentistas catalanes tienen realmente complicado sostener su posición de cara a las elecciones del 21 de diciembre. En primer lugar, porque si se supone que declararon la independencia de Cataluña, no tiene sentido que se presenten a estos comicios. Lo harán pero, ¿con qué programa? ¿Proclamar la república? ¿Otra vez? ¿La anterior no valía, era de broma? Es realmente complicado vender esa ficción que andan construyendo, pero todas las encuestas otorgan a ERC una victoria abrumadora en estas elecciones, mientras que el bloque españolista no alcanza en ninguno de estos sondeos una mayoría para gobernar Cataluña. 

Y esto nos lleva a otra ficción, no menor, que es la de los partidos no independentistas, en especial, el partido en el gobierno, el PP. Mariano Rajoy llegó a La Moncloa convencido de que la prima de riesgo se llamaba Zapatero y, por tanto, en cuanto el mercado se enterara de que él estaba al mando del país, la situación económica se relajaría. Pero resulta que no ocurrió y el sistema financiero español necesitó un rescate con dinero público, mientras que la prima sólo dejó de subir dramáticamente gracias al BCE. Ahora, el presidente del gobierno está cayendo en el mismo error. Piensa de verdad que el 155 será algo así como un truco de magia, un sortilegio que restablecerá el orden constitucional en un chasquido de dedos y hará que las empresas dejen de abandonar Cataluña y que los votantes independentistas se den cuenta de pronto de que todos ellos estaban equivocados. Sucede que eso es una ficción muy cargada de fantasía, sin la menor base real. A Rajoy no le quedaba otra opción que aplicar el 155 y está acertando al hacerlo de un modo suave y corto en el tiempo. Pero de ahí a pensar que será una solución milagrosa va un trecho. Sencillamente no se sostiene. Ficciones, ficciones por todos lados. Y mucha posverdad, la que tanto nos ofende, porque beneficia al que piensa diferente a nosotros, y la que ni siquiera detectamos, porque juega a nuestro favor. 

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