Querida Cataluña

Entre tanto ruido y tanto sectarismo, entre tanto radicalismo kamikaze, me apetece recopilar aquí todo lo que me gusta de Cataluña y que, naturalmente, me seguirá gustando al margen de los líos políticos. Me apetece, sí. Me apetece mucho. Desde hace tiempo. Dejé de hacerlo porque, en fin, son momentos delicados y de palabras gruesas y demás. Pero cansa y preocupa tanto este tono, que necesito pasar a otro, más en positivo. Porque últimamente todos los discursos se centran en lo que odiamos o criticamos del de enfrente, pero estamos olvidando recordar lo que nos gusta. Me gusta Cataluña. Me gusta mucho. Me gusta sentirme en casa en Barcelona, imaginarme viviendo en aquella encantadora ciudad. Me gusta pasear por La Rambla, visitar el Parque Güell, vivir un Sant Jordi entre rosas y libros, descubrir nuevos rincones de aquella ciudad magnífica, conocer algo nuevo a cada visita, soñar con el próximo viaje. 



Me enamora la Costa Brava. Las casitas blancas de Cadaqués. La playa de Rosas. Me encanta perseguir el rastro de Salvador Dalí por Cataluña, sus benditas locuras, sus creaciones más delirantes, los lugares donde él vivió y creo, como su casa en Portlligat. Me maravillan las obras de Antoni Gaudí, y cómo Barcelona está pincelada por su arte a cada paso: la Sagrada Familia, la Pedrera, la Casa Batlló, las farolas de la bellísima Plaza Real de Barcelona... Me encantan las tradiciones que se conservan en Cataluña, las sardanas para celebrar los días grandes, los impresionantes castellers

Me encanta el catalán. Y me encanta asistir en Cataluña a la extraordinaria normalidad con la que conviven allí sus dos idiomas sin el menor problema, por más que se fabule lo contrario. Me gusta ver cómo hay grupos de amigos en los que unas personas hablan en catalán y otras en español, o a ratos en un idioma y a ratos en otro. Con normalidad. Sin el menor problema. Sin líos estúpidos. Sin politizarlo todo. Me encanta la música en catalán. Manel, grupo al que me estoy aficionando cada día un poco más, con sus letras en catalán que tienen seguidores en toda España, como la adictiva Benvolgut, que últimamente escucho en bucle, o la socarrona La gent normal. Jordi Montañez, cantautor en catalán, con temas de amor (Companya) y otros más reivindicativos, como el feminista Sabem fer y fem saber, inspirado en un poema de Maria Mercè Marçal, o Pau Freixas y su Tornarem a brindar per la vida

Me gusta, por supuesto, Joan Manuel Serrat, y sus múltiples himnos que ponen banda sonora a tantas vidas, como Mediterráneo a la inmortal Lucía. Me cautiva la literatura de Jaume Cabré, autor, entre otras obras, de la novela que más me ha marcado, la que más encarecidamente recomiendo, la que de forma más intensa recuerdo, Yo confieso, un libro monumental. Celebré como pocos galardones el Premio Cervantes a Eduardo Mendoza, el autor de La ciudad de los prodigios, en cuyas novelas Barcelona es un personaje más. Un escritor con el que llorar de risa y disfrutar de la literatura, cuya obra, Sin noticias de Gurb, por cierto, podría tener una continuación perfectamente con la surrealista actualidad que nos rodea. 

Me emocionó intensamente en mi adolescencia El día que murió Marilyn, de Terenci Moix, de quien también me encantó No digas que fue un sueño. Entre las obras que más me han conmovido y cautivado por su ligereza a la hora de abordar una tragedia, por la belleza en la despedida, por la sabiduría alegre, está También esto pasará, de Milena Busquets. Madrid. El advenimiento de la República, de Josep Pla, es de lo mejor que he leído sobre aquel periodo histórico. También conservo en la memoria Últimas tardes con Teresa y Si te dicen que caí, de Juan Marsé. Y tantas otras. 

No pretende esto ser una lista exhaustiva. Seguro que me dejo muchos autores. Sin duda. Como me dejaré también muchos cineastas catalanes. Mencionaré sólo dos cintas recientes: la impactante Pa Negre, de Agustí Villaronga, que arrasó en los Goya de 2011, o la excepcional Verano 1993, de Carla Simón, que será la representante española en la carrera de los Oscar de este año, una joya de esas que surgen cada mucho, mucho tiempo. 

Me gusta, en fin, recordar lo feliz que he sido en Cataluña. Esos días inolvidables en Barcelona, visitando museos, salas de concierto, parques, monumentos, o simplemente paseando por la ciudad, embobado por su belleza y su armonía. Esos escenarios idílicos en Figueras, Cadaqués, Rosas y Girona en un viaje de hace unos años que nunca olvidaré y que espero revivir pronto. Me encanta saber que volveré a disfrutar de Cataluña, que conoceré aquellas zonas que tengo pendientes, como el Valle de Arán (primero en la lista) o Tarragona. Me gusta idear los próximos viajes a Barcelona. Me encanta conocer sus calles, orientarme ya sin problema por la ciudad, sentirla un poco mía. 

No sé. Probablemente este artículo es una bobada, una muestra de equidistancia tonta en esta situación de tanta tensión, algo propio de un ser cándido e inocente. Pero creo que es necesario. ¿Qué tal si, antes de seguir con bravuconadas y enfrentamientos, con sectarismos y radicalismos, hiciéramos una lista de todo lo que amamos de Cataluña? Estoy convencido de que muchos catalanes también podrían elaborar una lista similar del resto de España. Ya que hablamos de emociones y sentimientos mucho más que de razones, allí y aquí, quizá estaría bien apartar por un momento los instintos bajos, las emociones destructivas, y recordar todo lo positivo, todos los recuerdos magníficos construidos en Cataluña, que nadie destruirá, y todas aquellas canciones que seguiremos escuchando, sin importarnos en qué idioma se exprese ni mucho menos la ideología de sus autores. No sé. Quizá dedicamos demasiado tiempo, con esta tensión en Cataluña y con muchos otros asuntos, a remarcar lo que nos desagrada, lo que detestamos, sin pararnos a pensar un poco en lo que nos gusta, en lo positivo. Como, por ejemplo, todo lo que amamos y seguiremos amando de Cataluña, pase lo que pase. 

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