Punto de inflexión en la legislatura

Por tercera vez en la historia (y una de las anteriores fue por error), el Congreso no convalidó ayer un real decreto-ley, el relativo a la liberación de la estiba, impuesta por Bruselas. El PP no logró sacar adelante el decreto, lo que marca un punto de inflexión en esta legislatura. No es la primera vez que el partido del gobierno saborea la amargura de no tener mayoría en la Cámara, ya se había quedado solo otras veces en esta legislatura, pero sí es la más importante, ya que el decreto sobre los estibadores es una imposición europea y si no se convalida, implicará una multa millonaria para España. 


El gobierno, sobre todo, por incomparecencia de los partidos de la oposición, entregados a sus batallas internas, ha vivido los últimos meses una ilusión de comodidad que ayer se volatilizó por completo. Sólo consiguió el PP los votos del PNV, mientras que Podemos y PSOE votaron en contra y Ciudadanos, qué si no, se abstuvo. La abstención es el voto ideal para el partido naranja, en quien parece inspirada la copla clásica: "ni contigo ni sin ti, tienen mil males remedio; contigo, porque me matas y sin ti, porque me muero". Ni sí ni no, sino todo lo contrario. Ni a favor ni en contra. Ni de acá ni de allá. Dispuesto a sostener por igual al PSOE andaluz que al PP madrileño. El color del botón para la abstención en el Congreso debería ser naranja. 

La votación de ayer demuestra muchas cosas cosas. Entre otras, que el PP está solo y que necesita negociar. Tan irresponsable parece que su socio de gobierno, Ciudadanos, incumpla los acuerdos como que el partido del gobierno entienda esto de negociar a medias, defendiendo aquello de "o nosotros, o el caos". Esto no puede ir de dar cheques en blanco al ejecutivo. Debe trabajar esos apoyos parlamentarios. Y no lo hace. Raro será, de hecho, que no empiece a coquetear con la convocatoria de unas nuevas elecciones. Una vez más hay que repetir lo evidente: que tengamos unos políticos, a izquierda y derecha, incapaces de llegar a acuerdos no significa que un Congreso plural y sin mayorías absolutas sea ingobernable; sólo significa que tenemos unos políticos incompetentes. 

La votación de ayer también demuestra otras cosas. Por ejemplo, que el PSOE necesita empezar a marcar distancias con el PP. Dejar gobernar a Rajoy, para lo que la vieja guardia del partido tuvo que organizar un golpe interno, y jugar al juego del sentido de estado, mientras se desangraba ante sus votantes, ha dañado al partido y, desde luego, la gestora (es decir, Susana Díaz; es decir, Felipe González y la vieja guardia socialista), quiere empezar a alejarse del PP, ese mismo partido al que permitió seguir gobernando, pero del que necesita marcar distancias, sobre todo, ante las primarias que llegan. 

Del conflicto de los estibadores hay otra conclusión, esta más general, más social que política. Tiene que ver con las condiciones laborales de estos profesionales. Buenas, parece. Muy buenas. En lugar de comprender su legítima defensa de sus condiciones de trabajo, en vez incluso de envidiar su fuerza sindical y su capacidad por reivindicar sus derechos, la reacción más extendida entre la sociedad es la de criticar a estos trabajadores y decir que son unos privilegiados. Si en España nos costará tan poco defender nuestros derechos que criticar los derechos conquistados por otros, viviríamos en un país bien diferente. Pero siempre resulta más tentador atacar a otros que reivindicar los derechos propios, atacar a quienes se han ganado unas condiciones dignas que defenderse ante la precariedad galopante. 

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