Volem acollir, gracias Barcelona

"No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos". Esta frase de Martin Luther King sirve para describir a la perfección la absoluta indiferencia de gobiernos y muchos ciudadanos europeos ante el drama de los refugiados. No preocupan tanto, que también, los postulados abiertamente racistas de unos pocos, sino el silencio de la buena gente que prefiere callar, mirar hacia otro lado, hacer como que no ve, como que no sabe. Nuestra sociedad está perdiendo el juicio de la historia ante la mayor catástrofe humanitaria desde la II Guerra Mundial. Por eso conmueve tanto que más de 150.000 personas tomaran ayer las calles de Barcelona para gritar Volem acollir, queremos acoger. Para decir que basta de excusas. Para gritar Casa nostra, casa vostra. Nuestra casa, vuestra casa. 



La organización del acto afirma que la de ayer en la ciudad condal fue la manifestación más numerosa en favor de los refugiados de las vistas en Europa. Un motivo de orgullo. Una esperanza. La señal de que no todo está perdido. Y un ejemplo, otro más, de que la sociedad civil organizada está muy por encima de la irresponsabilidad y de los compromisos incumplidos de los gobernantes. Los manifestantes recordaron ayer que el gobierno español se ha comprometido a acoger a 17.000 refugiados. Y también criticaron el indecente acuerdo de la UE con Turquía, que externaliza la atención humanitaria a quienes huyen de la guerra y el terrorismo, como si fueran mercancías y no personas. 

En la manifestación de ayer se recordó igualmente que el año pasado se batieron todos los récords de muertes en el Mediterráneo, más de 5.000, de personas que buscaban una vida mejor. Ese mismo mar donde veraneamos, donde nos bañamos despreocupados, donde disfrutamos de la belleza, es el cementerio de miles de personas, de miles de historias rotas, de sueños frustrados, de seres humanos condenados por las mafias y por la indiferencia inhumana de las sociedades desarrolladas. Esas personas mueren por las causas que les obligan a salir de sus casas, la guerra, la sinrazón de la violencia, el hambre. Pero también porque nadie se preocupa por ellos. Porque gobernantes y ciudadanos (no todos, como quedó ayer demostrado en las calles de Barcelona) se desentienden por completo de las muertes diarias de seres humanos en el mar, a pocos kilómetros de nuestras casas. 

Naturalmente, no faltarán quienes digan que con una manifestación no se resuelve nada. Una frase típica de quienes, por no hacer, ni siquiera hacen acto de presencia en manifestaciones que reivindican causas justas como las de ayer. Y es verdad. Hoy morirán las mismas personas que ayer en el Mediterráneo. Hoy seguirán malviviendo en campos de refugiados quienes buscaban una asistencia humana en Europa y se han encontrado con vallas, odio, racismo y comida racionada. Pero, al menos, vemos que no todo está perdido. Que la sociedad se moviliza. Que la insensibilidad puede ser mayoritaria en nuestro mundo, pero que queda espacio para la solidaridad. Que no a todo el mundo le da igual lo que les pasa a estas pobres personas. 

Ante la cobardía moral de los gobernantes europeos, que han firmado sin rechistar un acuerdo vergonzoso con Turquía y que incumplen a diario el Derecho internacional; ante el silencio creciente en los medios, porque las historias tienen fecha de caducidad y esto de los refugiados ya cansa a las audiencias, y ante la indiferencia generalizada, hay personas que dan un paso adelante. Y se debe reconocer su ejemplo cívico. El de las personas que salieron ayer a las calles en Barcelona, el de las ONG que ayudan sobre el terreno a los refugiados, el de tantos movimientos sociales que actúan para pedir cambios. Mención especial merece Casa nostra, casa vostra, promotora de la exitosa manifestación de ayer y también del concierto en favor de los refugiados de hace una semana en el Palau Sant Jordi, donde Serrat interpretó la nueva versión de su mítico Mediterráneo, dedicado a los refugiados, junto a otros 30 artistas. 

Hubo mensajes independentistas, por lo que leo, en la manifestación de ayer. Creo que es un error, pero, desde luego, no es algo que anule la buena voluntad de la marcha, su ejemplaridad. Con una política de extrema derecha favorita para ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, con partidos políticos xenófobos en auge en toda Europa, con marchas de grupos islamófobos, con un patán racista en la Casa Blanca, con tanta buena gente callando ante esta tragedia, manifestaciones como las de ayer invitan a pensar que queda esperanza, que la indiferencia no se ha adueñado del todo de nuestra sociedad. Gracias, Barcelona. 

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