Tokio Blues (Norwegian Wood)

Las novelas de Haruki Murakami tienen banda sonora y bien podrían leerse mientras se escucha una lista de Spotify con todas las canciones que se mencionan en las obras. En su novela más conocida, Tokio Blues (Norwegian Wood) esa identificación con la música se eleva a su máxima expresión, pues un tema de los Beatles es, no necesariamente por este orden, parte del título del libro, el desencadenante de la historia (pues al escuchar la canción, el protagonista evoca una historia ocurrida años atrás) y, en cierta forma, una sinopsis precisa, y hasta algún que otro spoiler, de la propia novela. 

"Una vez tuve a una chica o debería decir que una vez ella me tuvo a mí", comienza la letra de Norwegian Wood (madera noruega), el tema de los Beatles tan ligado con la novela de Murakami, que habla, por ejemplo, de cómo esa joven enseñó la habitación a quien canta la canción, de cómo se sentaron en una alfombra a beber vino, de una escena en la que el protagonista duerme en la bañera y, finalmente, de la ausencia ("y cuando me desperté, estaba solo, este pájaro había volado"). Todo ello sucede en algún momento de la obra, que es, como digo, la más exitosa de Murakami, aunque paradójicamente es la menos murakamiana de las que he leído, sin fantasía ni extraños mundos, como en La caza del carnero salvaje o en Baila, baila, baila



El protagonista de Tokio Blues es Toru Watanabe, quien aterriza en el aeropuerto de Hamburgo. Tiene 37 años y, de repente, escucha la canción Norwegian Wood en el hilo musical. Y se queda petrificado, paralizado, rememorando un pasado en el que ese tema de los Beatles jugó un papel crucial en su vida. Comienza entonces la historia, con Watanabe como un universitario despreocupado de las protestas estudiantiles, con las que es muy crítico ("en cuanto a la vida cotidiana, no hay diferencia entre la derecha y la izquierda, o entre parecer mejor o peor de lo que uno es en realidad"), y más preocupado por amores y relaciones sexuales. Es una novela sobre un amor adolescente, sí, pero es mucho más, pues no es habitual en este tipo de obras que haya reflexiones tan profundas, lúcidas y, a ratos, amargas, sobre la muerte, que aparece como una parte más de la vida. 

La muerte está presente en la vida de Watanabe desde que su mejor amigo, Kizuki, se suicidó una noche, después de haber estado jugando con él al billar con absoluta normalidad. Watanabe se reencuentra en la universidad con Naoko, la novia de su amigo, con la que también tenía una relación estrecha, y a la que ahora le une la muerte de Kizuki, aunque les cueste hablar de él, aunque ninguno de los dos quiera mencionarlo. Pronto vemos que Naoko tiene problemas psicológicos, algo que condicionará su relación. Al tiempo, Watanabe conoce a otra chica, Midori, que es exactamente lo contrario que Naoko. La una es apocada, temerosa, asustadiza; la otra, vitalista, atrevida, enérgica

La historia avanza, con la complejidad y las contradicciones de los personajes. Se habla de sexo (es una novela protagonizada por adolescentes), que se presenta un poco, como definió Woody Allen, como la mejor de las experiencias vacías. Pero no sólo. También duele. También adquiere un significado troncal en la relación de los personajes, en su manera de crecer, de afrontar el mundo, de construir su personalidad. Es una obra con más aristas de las que cabría esperar de la sinopsis, con más profundidad, quizá porque Murakami piensa lo que pone en boca de uno de sus personajes, "soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito"

En la novela hay personajes perdidos, que no saben aún bien qué son y qué quieren ser de mayores. Personajes extraños, cada uno a su manera porque, como dice una canción de Jim Morrison que se cita en un pasaje de la obra, "la gente es extraña cuando tú eres un extraño". La culpa, el amor, la amistad, la incertidumbre, el dolor de sentirse vivo. Todo ello circula por una obra en la que vida y muerte van de la mano y en la que los personajes necesitan salir adelante. "Estábamos vivos y teníamos que preocuparnos por seguir viviendo". 

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