Viajar ligero: La vida con equipaje de mano

Viajar ligero. La vida con equipaje de mano, del periodista y escritor italiano Gabriele Romagnoli, es una metáfora de 93 páginas. Cuando habla de viajes, en realidad quiere decir vida. Y el equipaje o las maletas son sólo una metáfora de todo lo que nos rodea en la vida, personas, amigos, contactos, objetos, posesiones... Es un librito encantador, que reivindica la ligereza, precisamente, desde un planteamiento sencillo. No cambia la vida de nadie. No es una obra maestra. Pero lanza mensajes atractivos y plantea una cierta forma de ver la vida que nunca está de más recordar, pues es muy distinta a la que el ritmo frenético y el trastocado orden de prioridades marcan en las sociedades occidentales. 

El comienzo de esta obra editado por Ático de los Libros, que lleva como subtítulo Un manifiesto para que pierdas el miedo a perder, es muy potente. El autor leyó en el diario Financial Times que en Corea del Sur se había extendido la celebración de falsos funerales. Es decir, la simulación del funeral de una persona viva, para intentar así reducir la elevada tasa de suicidio del país asiático. El autor decidió celebrar su falso funeral. Para ver qué aprendía de la vida. Para tener esa experiencia. Y, tal y como está estructurada la obra, con su falso funeral al comienzo y al final, el manifiesto se presenta como una reflexión sobre lo que vale la pena de la vida, en el punto exacto donde irremediablemente todas las vidas terminan. 


El fundador de la empresa que organiza los funerales falsos en Corea del Sur, Ko Min-su, le explica que, tras entrevistas a 100 personas que han decidido celebrar su funeral de mentira, ha llegado a algunas conclusiones. Una de ellas es que, de media, el ser humano pasa 23 años durmiendo, 20 trabajando, 6 comiendo, 5 esperando, 4 pensando, 228 días lavándose la cara y los dientes y 46 horas (sí, horas) de felicidad. Una de las actividades que debe hacer quien simula su funeral es escribir un testamento, para recordar quiénes son las personas realmente importantes en su vida, a quiénes les legará algunas de sus posesiones, o les mandará un último mensaje. 

A raíz de este peculiar inicio, el libro va tomando distintos ejemplos, siempre con la metáfora del equipaje, para plantear una forma de ver la vida sencilla, simple. Habla el autor de renunciar a las posesiones, que tan poco aportan. De viajar y vivir ligero, porque es mejor ser un blanco móvil para los males que estén al acecho. De intentar encontrar una oportunidad en cada varapalo. De saber valorar lo que de verdad importa. De no dejarse atrapar por las trampas de la memoria. De atreverse. De encontrar algo en cada pérdida. Es una obra sin pretensiones ni gravedad que bordea la frontera de los libros de autoayuda, sobre todo, cuando adopta la actitud de dar consejos directamente. algunos algo manidos. Pero es una lectura agradable. No apta para avinagrados, eso sí. 

De todas las anécdotas o casos de personas de su entorno o no, me quedo con dos. Una, un tío del autor que, siempre que pasaba un buen rato en familia, recordaba en voz alta lo mucho que estaba disfrutando, lo a gusto que estaba. Porque es importante no andar siempre quejándose y ser conscientes de los instantes agradables que nos regala la vida. Y dos, la reflexión que hace el autor sobre los amigos de verdad y los de Facebook o de la agenda telefónica, que son contactos, que esperas que te sirvan en algún momento para algo, mientras que a los amigos debes servirlos tú. 

El libro propone una forma de vivir desapegada de las posesiones, alejada del consumismo, en la que ser capaces de valorar lo que realmente importa. Es un canto a la vida, como dice el autor, "un pequeño manual de resistencia humana". Y fabula "una generación capaz de elegir siempre la libertad, de gastar únicamente lo necesario (incluso lo que es necesario para el placer), de no unirse a nada, de saber perder cosas y batallas sin perderse, de no creer en las ideas o fes que les han dado, prefabricadas, al nacer, una generación sin demasiado pasado ni futuro, pero con una atracción inflexible por el presente, inalcanzable, imprevisible, desanclada de la tierra y del tiempo". Suena utópico, pero conviene no dejar de intentarlo. Mensajes así siempre aportan y ayudan a viajar algo mejor por la vida, literal y metafóricamente. 

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