Trillo y la dignidad

13 días llevamos de año y hasta hoy nos habíamos resistido a escribir de la política española. Las batallitas infantiles en Podemos. La desaparición absoluta de Ciudadanos. Los amagos histéricos y prepotentes de Aznar. Las luchas internas que siguen desangrando a un PSOE desnortado. Más de lo mismo. Aburrimiento. Pereza. Uno de los nombres de la actualidad política estos días es Federico Trillo (sí, sigue ahí). Ayer, el exministro de Defensa inventó una nueva modalidad de dimisión, que es cualquier cosa menos una dimisión. En realidad, anunció su relevo en la embajada de España en el Reino Unido, pero dejando claro, eso sí, que llevaba tiempo pidiéndolo y que nadie le ha movido la silla. Es él el que se va porque le da la gana. Esta no dimisión llega justo después de conocerse un demoledor informe del Consejo de Estado en el que se deja clara la responsabilidad del Ministerio de Defensa, entonces dirigido por Trillo, en el accidente del Yak 42 que causó la muerte de 62 militares españoles. 


El gobierno ha presionado a Trillo para que abandone el cargo, algo que se podrían haber ahorrado si no le hubieran premiado con la embajada en Londres. La forma que encontró Rajoy de aparcar de la circulación, de la política del día a día, a Trillo, chamuscado por la responsabilidad política del trágico accidente del Yak 42, fue darle el premio de ser embajador en el Reino Unido. Aunque su nivel de inglés, ya tal. Allá que se fue. Y allí ha estado, en galas, ceremonias y saraos de toda clase. Feliz. Como si hubiera algo en su labor en el gobierno que premiar. O, peor, como si fuera necesario tener al exministro contento, quién sabe por qué, no se fuera a ir de la lengua. 

El gobierno premió entonces a Trillo, cuando debería haberle abandonado a su suerte, haberse desmarcado de él y sus neglicencias con el Yak 42, antes y después del accidente. Porque la tragedia se podría haber evitado y porque, una vez ocurrido lo inevitable, según denunciaron a sus familiares varios de los militares muertos, el gobierno se apresuró en acallar el asunto, haciendo una pésima identificación de los cuerpos, hasta el punto bochornoso e inaceptable de que se llegó a entregar a unos familiares restos de tres personas distintas. 

En lugar de apartarse de la política y de asumir su responsabilidad, Trillo optó por la bravuconería. Y Rajoy, entonces, le premió. Tras conocerse el informe del Consejo de Estado, parecía que el presidente iba a seguir el mismo camino: desprecio a las víctimas del Yak 42 y apoyo cerrado al exministro. Pero, afortunadamente, ha imperado la cordura. No sé si por la presión de los partidos de la oposición (cambia mucho la historia cuando no se gobierna con mayoría absoluta) o porque alguien ha tenido dos dedos de frente en el gobierno. Lo cierto es que la reacción inicial de Rajoy ("eso pasó hace muchísimos años y las responsabilidades están ya sustanciadas") no permitía augurar nada bueno, pero el ejecutivo ha rectificado a tiempo. María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, ha recibido a los familiares de los fallecidos en el Yak 42, se ha comprometido a investigar el caso y a entregarles los documentos que llevan años reclamando. Impecable la reacción de Cospedal, en un caso que no va de política, sino sencillamente de humanidad. 

La Justicia determinó que el accidente del Yak 42 ocurrió por un error humano. Pero hay muchos indicios de negligencia por parte del Ministerio de Defensa de entonces. Ese avión era un cacharro inseguro. Y, por si fuera poco, hay una parte importante de la partida destinada al alquiler de la aeronave que se perdió por el camino. Alguien, presuntamente, hizo negocio escatimando dinero a la seguridad de los militares españoles. El resultado es por todos conocido. 

Está por ver cuál es el próximo destino de Trillo, porque todo hace indicar que regresará a su puesto, como funcionario, del Consejo de Estado. Posiblemente, nada se pueda hacer. Ese puesto como funcionario se lo ganó en su momento. Pero repugna e irrita que el exministro de Defensa se incorpore al organismo que censuró su actitud y retrató su responsabilidad política en el accidente del Yak 42. Trillo ha mostrado chulería, falta de humanidad y ausencia total de dignidad. Enfrentándose a las víctimas, en su momento. Sin pedir perdón ni asumir responsabilidades. Y marchándose cinco minutos antes de que le destituyan, porque lo más importante en el mundo de Federico Trillo es Federico Trillo, un caso ilustrativo de lo que sucede cuando la arrogancia se mezcla con la incompetencia. 

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