Tarde para la ira

Tarde para la ira es una película excepcional. Dejémoslo claro desde el principio. Desconozco si a Raúl Arévalo le ha ayudado o le ha perjudicado más ser actor para poner en pie su primera película como director. Por un lado, claro, tiene más contactos, conoce a más personas en el sector. Pero por el otro, no habrá dejado de escuchar frases del tipo "ya está, otro actor que se cree director, que quiere juguetear con esto del cine". No tengo claro si su faceta como intérprete le ha ayudado o le ha perjudicado, pero sí que es injusto hablar demasiado sobre ello. Como lo es todo lo que distraiga de lo esencial: la calidad y el talento de esta historia de venganza fría. 

Raúl Arévalo dedica su ópera prima, entre otras personas, a todos los directores con los que ha trabajado, por lo que ha aprendido de ellos. Visto el resultado de su debut detrás de la cámara, es evidente que debajo del solvente y consagrado actor había un cineasta con las ideas claras. Un descubrimiento gozoso para los amantes del cine. Plantea Arévalo un trhiller impecable y, parafraseando a Woody Allen con una de sus (muchas) frases célebres sobre el sexo, las películas de género sólo son sucias si se hacen bien. Y Tarde para la ira está realmente muy bien hecha


La cinta comienza con la trepidante escena de un atraco que ocurre ocho años antes del presente de la historia. La policía sólo detiene a uno de los participantes en el robo, que se complica y causa la muerte de una persona. Es Curro (un inmenso Luis Callejo), quien sale de prisión tras ocho años para reencontrarse con su novia, Ana (colosal Ruth Díaz). Pero a su salida de prisión se encuentra también con José (como siempre, excepcional Antonio de la Torre), un desconocido que se encuentra en su círculo, alguien de quien al comienzo de la cinta el espectador sabe poco, por lo que conviene que siga siendo así para quien lea esta crítica sin haber visto la película antes. Menos aún saben Curro y las personas de su entorno sobre él. 

El director dosifica con maestría la información, con sorpresas a cada rato, hasta el final, un desenlace formidable, silencioso, arrollador, colofón perfecto para el filme. Es una película que no tiene ni una palabra de más. Y parece un detalle nimio, pero no lo es. Es un golpe brusco, una historia electrizante, frenética, portentosa. Rodada con clasicismo en ocasiones (hay planos propios de un western), pero también con atrevimiento, cada plano aporta información, cada diálogo es preciso. Y las miradas de los actores, que en muchas ocasiones decían más que cualquier palabra. Nada sobra. No hay escenas ni diálogos gratuitos. 

El guión es impecable, un trhiller que plantea dilemas éticos, una historia de venganza brutal, que va creciendo, en la que el espectador sigue una historia violenta, pero sin escenas macabras. Y ese es otro acierto del filme. Podría haber sido, hablando claramente, una carnicería. Pero en todo momento el filme huye de ello. No hay más sangre en pantalla que la estrictamente necesaria. Y ello no hace el filme menos agobiante, menos áspera, menos iracunda. En absoluto. 

Las interpretaciones son determinantes siempre en toda historia. Y aquí el reparto está en estado de gracia, aunque decir eso de algunos de los actores del filme, como Antonio de la Torre, es quizá una reiteración innecesaria. Una vez más, se luce. Regala una interpretación impresionante de un hombre silencioso, callado, traumatizado, frío. Apenas hay un plano de la película sin él. Y su rostro, sus comportamientos, su forma de evolucionar a lo largo de la historia, ayudan a impulsar la historia. Pero no está solo. Ni mucho menos. De su mano, más pasional, el personaje de Curro, interpretado por Luis Callejo, dando vida a un exconvicto que sale de la cárcel decidido a rehacer su vida y que se encuentra con una situación que deja en el aire su propia existencia

Ruth Díaz, que fue premiada en el Festival de Venecia, borda también el papel de Ana, novia de curro, regente de un bar de barrio junto a su hermano (Raú Jiménez). Madre sufridora, joven, pero atada a la relación con un hombre violento y conflictivo al que ama y del que se quedó embarazada en un vis a vis en la cárcel. Una mujer con miedo, pero llena de energía. Una interpretación excelente. Manolo Solo da un recital de cómo construir un personaje memorable con apenas 10 minutos, quizá menos, en pantalla. El reparto, pues, acompaña al talento de Raúl Arévalo, un director con un pulso narrativo exquisito, una nueva voz que esperamos volver a disfrutar con nuevas películas. 

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