El hombre que nunca existió

La II Guerra Mundial provocó la muerte de entre 50 y 70 millones de personas, según los distintos cálculos de los historiadores. La contienda dejó bombardeos atroces, sangrientas batallas entre los Aliados y el Eje en distintos lugares del mundo, las más sofisticadas y demoledoras armas, enfrentamientos sobre el terreno... Pero también se libró otra guerra lejos de las trincheras, de los submarinos militares, los aviones de guerra y los tanques. Una guerra de despacho. De ideas. La batalla de los servicios de inteligencia, que contribuyó a dar la victoria en la guerra a los Aliados y en algunos casos consiguió acortar la sangrienta batalla, la mayor de la Historia de la humanidad hasta la fecha. De uno de los más fascinantes episodios de esa otra guerra, la de los espías y los despachos, la de los expertos en inteligencia que actúan como novelistas (muchos terminaron siéndolo como un tal Ian Fleming, autor de las novelas de Jampes Bond) trata El hombre que nunca existió. Operación Carne Picada. La historia del episodio que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial, monumental libro histórico del periodista y escritor Ben Macintyre publicado en 2010 y que deja asombrado al lector desde la primera hasta la última página con una historia impresionante. 

En 1943 el Eje empieza a sufrir derrotas frente a los Aliados. Todos daban por hecho que el siguiente paso de esta alianza sería atacar a los fascistas en Sicilia. Era evidente. Estaba cantado. Era lo natural. Y, precisamente por eso, los Aliados tenían que intentar quitar esa idea de la cabeza de los nazis. Porque se trataba de sorprender al rival. De engañarlo. Aquí entró en juego la operación Carne Picada, nombre bastante siniestro si tenemos en cuenta de qué trata: dejar que llegue a las costas de un país amigo de los nazis el cadáver de un presunto soldado de la Marina británica con documentos ultrasecretos que hablaban de otra operación militar alternativa a la de Sicilia, ataques simultáneos en Grecia y Cerdeña. Si lo leemos en una novela, probablemente, diríamos que es una historia poco verosímil. Y sin embargo, ocurrió. No sólo ocurrió, sino que los historiados coinciden en señalar que este engaño a los nazis, que los alemanes se creyeron sin oponer demasiada resistencia, fue vital para cambiar el rumbo de la contienda y poner definitivamente a los Aliados por delante en una guerra sangrienta que terminaría dos años después. 

Todo en esta obra es asombroso, fascinante. Está estructurada en pequeños capítulos donde se narra por orden cronológico y con todo lujo de detalles la operación Carne Picada, desde que se ideó hasta que salió a la luz. Incluso más allá, porque en una edición posterior, el autor relata también las cartas de distintos protagonistas de este episodio o de sus familiares donde matizaban algunos aspectos del exhaustivo relato en el que el autor ocupó tres años de su vida. El libro tiene más de 70 páginas de notas con referencias bibliográficas. No hay una sola página sin su correspondiente nota. Es un trabajo de documentación excepcional. El autor consultó fuentes primarias, habló con los protagonistas que siguen vivos, con su entorno. La minuciosidad extrema con la que se relata este episodio de engaño es sencillamente impecable

El plan de engaño se ideó en la Oficina 13 de la inteligencia británica, el MI5. Allí dos hombres, Ewn Montagu y Charles Cholmondeley, deciden retomar una vieja práctica en las guerras, una idea anterior, la de engañar al enemigo con el recurso de un cadáver cargado con documentos, naturalmente falsos, en los que aparezcan planes de ataques futuros que sirvan como distracción. A partir de ahí, una auténtica odisea. Primero, idear cuál será esa distracción, esa cortina de humo que sirva para reducir las fuerzas del enemigo donde de verdad se producirá el ataque. En este caso, Cerdeña y Grecia para alejar el foco de los nazis de Sicilia. Después, decidir qué documentos lleva consigo el cadáver del presunto soldado. Con qué tono se relata. Dirigidos a quién. Qué otros objetos debe cargar en maletín para resultar creíble. Es decir, se trataba de construir una vida que no existió, de ahí el título de la obra. Se decide darle una novia, Pam, a la que pondrá cara en un doble juego entre la realidad y la ficción Jean Leslei, secretaria del MI5. Un padre, que debe haber estado alojado en un hotel en determinada fecha, para lo cual alguien se registra a su nombre allí. Hasta el más mínimo detalle se cuenta. Una obra de novelistas. 

Asombra también de esta historia las dificultades con las que se encontró la inteligencia británica para ponerla en marcha y todas las veces que estuvo a punto de fracasar. Uno de esos obstáculos, bastante escabrosos, es la obtención del cadáver que se hará pasar por soldado británico y que se arrastrará a las costas de Huelva, donde se sabe que las autoridades franquistas tienen simpatía manifiesta por los nazis, por lo que se da por hecho que compartirán los documentos ultrasecretos (y ultramanipulados y falsos, construidos sólo para engañar a Hitler) que llevaría consigo. El cuerpo utilizado, sin el permiso de la familia, fue el de Glyndw Michael, un pobre hombre que se suicidó y apareció muerto en la calle, a quien se da la identidad de William Martin. Hoy sus restos mortales reposan en el cementerio de Huelva bajo una inscripción en su lápida en la que se lee " Glyndw Michael sirvió como el mayor William Martin". 

Cuando el cuerpo se lanza en España, después de superar dificultades logísticas como encontrar a alguien parecido al cadáver para que aparezca en su carnet (falso) o desarrollar un cilindro donde trasladar el cuerpo en el submarino Seraph, el encargado de dejarlo cerca de las costas de Huelva. el plan estuvo a punto de irse al traste, pues el responsable español le ofreció al cónsul británico llevarse el maletín del mayor Martin. Ahí podría haber terminado la operación Carne Picada, pero la habilidad de británico avisándole de que eso podría acarrearle problemas con sus superiores permitió que la trampa siguiera adelante. Y, en efecto, las autoridades franquistas copiaron los documentos y se los enviaron a Hitler. El resto es historia. Alemania retiró tropas de Sicilia, que nunca dejó de ser el objetivo de los Aliados, para proteger las costas de Grecia y Cerdeña, lo que ayudó a inclinar la balanza de la guerra del lado de aquellos. En buena medida, gracias a esta operación de engaño fascinante. El hombre que nunca existió se lee como una novela electrizante, de enorme ritmo.  Aparecen en sus páginas multitud de personajes fascinantes, debidamente recogidos en un índice al final de la obra. Resulta imposible hablar de todos, incluso de la mayoría. Lo mejor es sumergirse en esta historia increíble, pero cierta, impecablemente documentada y muy bien narrada. 

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