Esperpento europeo

El mar Mediterráneo sigue arrastrando cuerpos sin vida de personas que intentan comenzar una vida mejor en Europa. Voluntarios extenuados siguen haciendo el trabajo que no hacen las autoridades europeas, rescatando sin descanso a seres humanos desesperados engañados por las mafias e ignorados por quienes deberían darles cobijo. La isla griega de Lesbos se ha quedado sin espacio en su cementerio para acoger a tantos cadáveres, a tantos sueños ahogados en las aguas del Mediterráneo, hoy una inmensa tumba submarina. Los centros de acogida a los refugiados están saturados, al borde de su capacidad, lo que en muchos casos impide dar una atención digna a estas personas, familias enteras, que no tienen nada. Después de la foto de Aylan muerto frente al mar, otros muchos niños han fallecido a las puertas de Europa. 

Como vemos, el escenario no es precisamente propicio para que los políticos europeos se cuelguen medallas ni se hagan fotos sonrientes, como si de verdad hubieran afrontado como es debido el clamoroso drama que les corresponde atender. Como si hubieran actuado de forma diligente. Como si la humanidad, el respeto a los Derechos Humanos y al propio derecho internacional, que nos obliga a dar el derecho de asilo a las personas que huyen de países en conflicto, como Siria, país que desangra, en parte por culpa la inacción durante años de la comunidad internacional, esa que ahora se hace fotos sonrientes con niños que huyeron del país (con los que quedan vivos, claro, no con las decenas que mueren ahogados en el mar), 

Es esperpéntico, de una desfachatez atroz, de una desvergüenza espantosa, lo que sucedió ayer en Atenas. Grecia es, por su situación geográfica, uno de los países que más refugiados ha recibido en estos últimos meses. Desde que los países de la UE (y no todos, pues algunos exhibieron un repugnante racismo, como el del presidente húngaro) acordaron un plan de reparto de refugiados, hasta ayer nada se había hecho para acoger a estas personas. Y ayer 30 refugiados sirios e iraquíes (¡30 del más de medio millón que se estima llegará este año y de los 160.000 comprometidos en el plan europeo!) viajaron desde Atenas hasta Luxemburgo, donde serán acogidos. 30 personas. Por algo se empieza, claro. Pero, dada la gravedad de la situación, dada la inmensa magnitud de este drama, es del toldo improcedente que los políticos alardeen de un plan que está funcionando mal y tarde, que es claramente insuficiente. 

Pero a ellos les da igual. Estamos haciendo un espantoso y doloroso ridículo, porque se traduce en pérdidas de vidas humanas. Europa está incumpliendo su obligación moral y humanitaria, por encima de cualquier otra consideración, de atender a estas personas desesperadas. La inoperante lentitud de la UE, que antaño sufrimos con cumbres maratonianas sobre cuestiones económicas, rescates y encuentros al borde del precipicio con los mercados acechando a los países periféricos como los buitres merodean a los moribundos vislumbrando su apetitosa cena, afecta ahora al drama de los refugiados. Y, a esa burocracia e incompetencia se suman actitudes racistas de muchos gobernantes, grupos xenófobos que atacan a centros de acogida a los refugiados y, sobre todo, una actitud generalizada, en mayor o menor grado, que es la de anteponer otras cuestiones a este inmenso drama. Lo lógico, lo razonable, lo humano, sería centrar nuestros esfuerzos en afrontar este gigantesco problema, que lo es para las personas que escapan de la guerra, no para los países ricos que nos negamos a recibirlos como es debido o tardamos más de la cuenta en atenderlos. Pero no ha sido así. 

Pero, qué más da. El primer ministro griego, Alexis Tsipras,  el comisario europeo para Inmigración, Dimitris Avramopoulus, y el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, se hicieron ayer la foto. Muy sonrientes. Abrazados a niños, no sé si recordando la imagen del niño Aylan, y de tantos otros, muertos por la indiferencia de la UE, a quienes no fuimos capaces de atender, con cuya protección los que nadie se comprometió. ¿A qué esas risas? ¿A qué esta fanfarria, cuando esto es sólo un tímido comienzo de un programa que marcha mal y lento? Sonará demagógico, pero mientras Tsipras, Schulz y Avramopoulus se hacían la foto con los 30 refugiados, otros tanto podrían estar naufragando en embarcaciones precarias. Muriendo ahogados frente a las costas europeas. Y, desde luego, muchos más estarían viviendo en condiciones lamentables en improvisados centros de refugiados. 

Las ONG, a las que tanto debemos, que son las únicas que mantienen la dignidad europea, que dan la atención debida a estas personas, siguen trabajando a destajo. Solas, en muchos casos. Sin ayuda de nadie. Sin que esos gobernantes que se hacen fotos con 30 refugiados, 30 de medio millón, que son reubicados, varios meses después del acuerdo europeo, en Luxemburgo. Entre esas ONG está la española Proactiva, que realiza una labor excepcional de rescate en las aguas del Egeo. Es desgarrador el relato de Óscar Camps, miembro de esta organización humanitaria, contando que, ante la escena espantosa de 300 personas gritando en el mar, deben elegir a quienes rescatan, porque no tienen capacidad para atender a todos. Quizá los políticos que se hacen la foto deberían tomar nota de su denuncia de que los barcos de Frontex no están preparados para rescatar a personas al borde del ahogamiento en el mar. O destinar el presupuesto de los helicópteros que llevaron ayer a los políticos a Atenas para la foto de rigor a programas de atención y rescate. Pero, claro, resulta más gratificante hacerse la foto con esas pobres 30 personas. Mientras otras tanta se ahogan. Mientras miles se hacinan en centros desbordados. Mientras la Europa oficial sigue fallando y la civil, la de los voluntarios y las ONG, continúa dando una respuesta ejemplar.  

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