Cine en casa


El viernes salió a la venta en dvd Boyhood, la maravillosa película de Richard Linklater rodada durante 12 años que va, sencillamente, de la vida. Sólo eso. Salió el viernes, como digo, y la compré ese día. Ayer la volví a ver en casa. Este artículo, vaya por delante, es sólo una burda excusa para volver a hablar de Boyhood, si es que hace falta alguna. Me conmovió la película tanto como cuando la gocé en el cine. Es asombroso como una cinta de más de dos horas y media de duración que además no narra ninguna historia extraordinaria es capaz de maravillar de la forma en la que lo hace Boyhood. La cinta consigue fascinar mostrando el paso del tiempo, la infancia, el crecimiento, el salto a la madurez, conflictos cotidianos reconocibles. Rompe con todo lo hecho anteriormente en el cine, pero no sólo. Consigue, que es lo más importante, emocionar con una historia creíble en la que cualquier espectador se siente reconocido. Hace arte del día a día, del crecimiento. No es que en Boyhood no pase nada, es que pasa todo. La vida misma. Nada más eso. 

Enamora esta cinta y conservo ya el dvd como uno de mis bienes materiales más preciados, todos ellos películas que me han fascinado o libros que han dejado huella. Hay dos clases de representaciones culturales, de películas, novelas o canciones: están las que te remueven, las que te acompañan mucho tiempo después de haber disfrutado de ellas, las que te cambian, las que siempre recuerdas, las que te emocionan, y luego, el resto. Las que te pueden divertir o no, las que quizá te gustan sin más o te desagradan, pero son el resto. Son aquellas que pasan sin pena ni gloria, las que quizá olvides cuando pase el tiempo, las que no te han marcado. Boyhood, huelga decirlo, está en un lugar destacado, quizá el más destacado, entre las primeras. 

Así que hoy en este artículo que tenía como principal propósito volver a hablar de esta deslumbrante cinta que muestra nuestra niñez, la de cada uno de nosotros, los desvelos de los padres, de cada padre, el proceso de crecimiento y madurez, de formación de una personalidad, de la nuestra, la de todos, me apetecía simplemente incidir en ello. Pero, ya que estamos, también quiero hablar de las últimas películas que he visto en casa. Es uno de los mejores momentos del fin de semana, cuando con mi familia disfrutó de películas que tenemos en dvd o a través de Yomvi, la plataforma de Canal + que reúne muchas películas antiguas y modernas. Como cada lunes cuando se hace balance de lo que ha dado de sí el fin de semana siempre estas sesiones de cine en el hogar acuden a mi cabeza de inmediato, y como sólo escribo aquí críticas de las películas de estreno que veo, quiero hoy recordar algunas de las últimas cintas que he podido disfrutar en el salón de casa, una de las mejores salas de cine de Madrid, al menos para mí y los míos. 

Esta semana, por ejemplo, hemos llorado y reído con Cinema Paradiso. Un buen amigo me recomendó esta película italiana de la que mucho y bien había oído hablar antes, pero que no había podido disfrutar. Es una historia encantadora, un canto de amor al cine y a la vida. En ella se revive la infancia de Salvatore, un niño de ojos abiertos al que le maravilla el cine de su pueblo y al que la relación con el hombre que proyecta las películas en esa sala le marcará para siempre. El cine como refugio de las estrecheces de la vida, como forma de escapar de lo que nos disgusta y de dejar volar la imaginación, como lugar para sentir, amar, sufrir. Es una película tierna, deliciosa, memorable. 

Daniel Sánchez-Arévalo, al que descubrí con su última película (La gran familia española), está también muy presente en nuestras sesiones de cine en casa. La muy divertida y emotiva Primos, la excéntrica y entretenida Gordos y la conmovedora Azul oscuro casi negro se han proyecto en casa con gran éxito general de crítica y público. Me encanta el cine de Sánchez-Arévalo porque combina comedia y drama, escenas disparatas con momentos de gran emotividad. 

Gracias a estas sesiones de cine en el hogar también he podido ir conociendo más a Wood Allen, genio al que admiró y de cuyos estrenos, al envidiable ritmo de uno por año, Últimamente hemos disfrutado con la sensacional Annie Hall, tal vez una de sus mejores películas en las que hace una radiográfica del amor y las relaciones de pareja, siempre desde la peculiar visión del cineasta neoyorquino. Tamién vimos Todos dicen I love you, un musical de Allen, género que, creo, no ha vuelto a utilizar. Es una historia sencilla, pero tierna que deja escenas surrealistas (como la de un novio eligiendo anillo para su futura esposa en una joyería) y que nos muestra a los típicos personajes neuróticos y excéntricos del cine de este genio, que se recrea en mostrar la belleza de Nueva York, París y Florencia. 

De las últimas cintas que hemos visto en casa, también guardo un muy buen recuerdo de Pequeñas mentiras sin importancia, un filme francés que nos muestra a un grupo de amigos que bordean la cuarentena que deciden mantener su viaje veraniego habitual a pesar de que un miembro del grupo está ingresado en el hospital tras haber sufrido un accidente. Unos diálogos inteligentes, unas sutiles reflexiones sobre la amistad y tramas sencillas, pero con mucha profundidad, componen este tratado sobre las relaciones humanas. Me emocionó Mi nombre es Harvey Milk, que cuenta la trágica historia del primer político estadounidense abiertamente homosexual que luchó por la igualdad entre todas las personas independientemente de su orientación sexual. También brotó alguna que otra lágrima con Resistencia, una dura película pasada en la historia real de un grupo de judíos que planta cara a los nazis y sobreviven en el bosque en la Bielorrusia ocupada. 

Con dos comedias concluyó este artículo, que al final ha dado más de sí que el autoregalo de volver a escribir sobre Boyhood y cantar sus alabanzas. Bienvenidos al sur, cinta italiana que es una secuela de la original francesa Bienvenidos al norte (está pendiente), nos divirtió mucho por cómo muestra el contraste entre distintas regiones de Italia, cómo se desmoronan los prejuicios y los tópicos en cuanto se entra en contacto con aquel del que sólo tenemos un estereotipo en la cabeza. También reímos con una comedia española algo irregular pero entretenida, ¿Quién mató a Bambi?, en la que se cruzan dos secuestros, uno premeditado y otro improvisado, ambos desastrosos y surrealistas. Como la sala de proyección de casa sigue a pleno rendimiento, en unos meses volveremos a hacer balance de esas películas rescatadas del olvido que no pudimos presenciar en los cines y recuperamos satisfechos en el salón. de casa. 

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