Charlie Hebdo, una semana después

"Todo está perdonado". Es el titular que incluye en su portada la edición más especial de la historia del semanario satírico francés Charlie Hebdo. Esta frase junto a la imagen de profeta Mahoma compungido con un cartel que dice "Je suis Charlie". Una semana después del brutal y fanático atentado terrorista contra la sede de Charlie Hebdo, la publicación vuelve a los quioscos. Lo hace además con una edición especial. Más breve (8 páginas), pero que llegará mucho más lejos, tan lejos como debe llegar el grito en favor de la civilización y la libertad de expresión frente a aquellos que quieren acallarlas con las armas. 3 millones de ejemplares en esta tirada especial que ha sido posible gracias al apoyo de distintos medios de todo el mundo y a que el diario francés Libèration cedió a Charlie Hebdo su sede para trabajar. Hoy varios diarios europeos como El País reproducen esta portada y parte de la edición especial del semanario satírico. 

Ha pasado una semana de la masacre. Una semana en la que se ha vivido una conmovedora manifestación de repulsa en París, se dice que la concentración más numerosa en la capital gala desde su liberación en la II Guerra Mundial. A esa manifestación del domingo acudieron más de un millón y medio de personas y también asistieron muchos líderes mundiales. Entre ellos, representantes de países como Rusia o Turquía que en absoluto respetan la libertad de expresión en sus propios países. El cinismo de quienes combaten a la prensa en sus países pero después se llenan la boca mostrando su apoyo a la publicación satírica Charlie Hebdo por el atentado islamista que costó la vida de 12 personas es una de las escenas más lamentables vividas durante esta semana en la que cambió la percepción de Europa del riesgo de los atentados islamistas, en la que el Viejo Continente se conmovió y se convenció de que hay un grupo, absolutamente minoritario y para nada representativo del Islam, que quiere acabar con la civilización y con los valores que definen a Europa, entre los que está la libertad de expresión. 

Cuando unas viñetas han despertado la ira de tres energúmenos asesinos, es difícil mantener los debates sosegados que esta cuestión reclama. Porque es tan obvio que el odio de los fanáticos no tiene la menor justificación que entrar a debatir sobre el buen gusto o no de las viñetas del medio atacado pierde todo el sentido. Ahora bien, estos días se ha debatido sobre este asunto. Y creo que es importante dejar claro que Charlie Hebdo está en su derecho de publicar viñetas de Mahoma, algo que es una blasfemia para los musulmanes. Ninguna religión puede pretender imponer sus prejuicios y sus dogmas a la sociedad. Y eso es justo lo que pretenden los fanáticos que tenían en el punto de mira al semanario satírico francés. Es es justo contra lo que combate. 

Medios satíricos como Charlie Hebdo son necesarios porque ponen a prueba la capacidad de nuestras sociedades a aceptar propuestas irreverentes y premeditadamente provocadoras. El derecho a la provocación está incluido en la libertad de expresión. No es un cheque en blanco, naturalmente, y si uno fomenta el odio acogiéndose a la libertad de expresión será juzgado en los tribunales. Pero una confusión de muchos bienpensantes estos días ha sido afirmar que Charlie Hebdo no merecía, por supuesto, el brutal atentado terrorista, pero que sus viñetas eran inapropiadas y ofendían al Islam, que no deberían publicarse. No dudo que esta postura, defensora de la autocensura en los medios, parte de la buena voluntad, pero es un error y sería una cesión a los fanáticos. Con sus viñetas denunciando el fanatismo, el semanario francés ataca a los extremistas, no al Islam. Eso sería tanto como afirmar que los ataques a la política de Israel con respecto a Palestina es antisemitismo. No se puede caer en esas trampas. Vivimos en sociedades laicas donde la libertad de culto es un derecho fundamental, pero donde también es vital que la religión quede reservada al espacio de lo privado y no condicione a los gobiernos ni a los medios de comunicación. Es un disparate pretender que a los medios de comunicación se les impongan límites por principios que rigen para quienes profesan una fe. Los musulmanes no pueden dibujar a Mahoma. Perfecto. Pero eso en nada incumbe a los medios de comunicación. 

Es importante entender que la defensa de la libertad de expresión pasa por no hacer concesiones de este tipo. Defender la libertad de Charlie Hebdo a publicar sus viñetas satíricas sobre el fanatismo no es lo opuesto a defender que la inmensa mayoría de los musulmanes son personas pacíficas. El semanario francés, desde su línea editorial, ataca toda clase de extremismos, no a la religión musulmana. Aceptar que se deben dar pasos atrás en la libertad de expresión por miedo a ofender a confesiones religiosas sería muy peligroso

La otra gran cuestión derivada del brutal atentado terrorista contra el semanario francés, que fue mucho más que un ataque contra un medio de comunicación, es el riesgo de que aliente actitudes xenófobas e islamófobas, posturas, insisto, contra las que Charlie Hebdo ha sido siempre muy crítica (recuerdo otra vez una portada de esta publicación en la que se simboliza el programa del partido de extrema derecha antiinmigración Frente Nacional con un montón de mierda, con perdón). Ese riesgo se ha visto confirmado en manifestaciones contra el Islam en países como Alemania y en pintadas llenas de odio e intolerancia en mezquitas de varias ciudades europeas. Creo que los gobiernos y los medios de comunicación tienen mucho que hacer para desmontar este mito según el cual los musulmanes son poco menos que unos invasores modernos contra Europa y que todos ellos son una amenaza para nuestra seguridad. Es evidente que la inmensa mayoría de los musulmanes son personas pacíficas y que se integran bien en nuestras sociedades. Es evidente, pero deberíamos empeñarnos en dejarlo claro para arrinconar las posturas extremistas de quienes ven reafirmado su racismo en las actitudes fanáticas de una minoría que en absoluto representa al Islam. 

La integración de las personas musulmanas en las sociedades occidentales deja otras cuestiones interesantes de debate y no bien resueltas. Aceptado, porque es una obviedad, que la mayoría de las personas que profesan el Islam se oponen a los actos terroristas que cuatro fanáticos cometen en su nombre, es también importante debatir sobre ciertas prácticas que entran en colisión con los Derechos Humanos o, al menos, con principios fundamentales de nuestras sociedades. Hablo de prácticas como la ablación genital a las niñas, la imposición del velo integral, la discriminación a la mujer... De nuevo es importante distinguir el respeto máximo a la libertad de profesar cualquier creencia religiosa de la censura a aquellos aspectos que suponen una violación de los derechos y libertades fundamentales. Hay sociedades islamistas que lapidan a homosexuales o mujeres adúlteras y eso debe ser denunciado con la mayor severidad. No es islamofobia, es defensa de los Derechos Humanos. De igual forma, las sociedades occidentales no pueden permitir que algunas de las prácticas que violan con claridad los derechos fundamentales se cometan dentro de sus fronteras. En este sentido, y es un debate abierto, hay países que proponen a las personas inmigrantes que profesan el Islam que firmen un documento por el cual se comprometan a no practicar la ablación del clítoris a las niñas. Son retos complicados ante los que se debe hacer frente, 

En esta semana posterior al atentado contra Charlie Hebdo también  se han sucedido las reacciones políticas de distintos dirigentes europeos que han acordado endurecer las leyes antiterroristas. Creo que, casi por definición, legislar en caliente es un error. No es propio de gobernante sensatos aprobar nuevas leyes y promover normas, algunas de las cuales además pueden limitar las libertades de los ciudadanos, al calor de un atentado que ha sumido a la población en un estado de shock. Es justo lo que ha ocurrido en Francia y también en España, donde PP y PSOE acordaron ayer, como en los viejos tiempos, sin contar con nadie más, reformar las leyes antiterroristas. Da imagen de improvisación, de querer demostrar que se toma nota del atentado, aunque en realidad lo que se demuestra es que tal vez no estaban tan preparados contra estos eventuales ataques y también, esto es más serio, que se puede querer sacar partido del miedo para aprobar recortes a las libertades ciudadanas en pos de la seguridad. Conocemos el antecedente del gobierno de Bush en Estados Unidos tras los atentados de las Torres Gemelas. Es peligroso legislar en caliente. 

Se habla en Europa de limitar el tratado de libre circulación de personas en la Unión Europea porque, se dice, así se evitaría que los terroristas se desplazaran con facilidad. Se habla de reforzar los controles en las fronteras. Hay quien de forma obscena aprovecha esta situación para defender las actitudes de las fuerzas se seguridad en las fronteras de Ceuta y Melilla, pretendiendo criminalizar a todas las personas desesperadas que intentar cruzar la valla afirmando que junto a ellos pueden llegar terroristas. Lo cierto es que los fanáticos que atentaron contra Charlie Hebdo nacieron en Francia. Refleja poco conocimiento del fenómeno del terrorismo islamista, de sus nuevas formas, esta postura que sostiene que para combatirlo es preciso reforzar el control de los fronteras. El debate sobre qué medidas tomar para intentar minimizar la amenaza terrorista es, sin duda, necesario. Pero debe ser calmado, no en caliente. 

Comentarios