Cuando el racismo viste de uniforme

Hace dos días, la Guardia Civil española golpeó hasta dejar inconsciente a una persona que intentaba entrar en España a través de la valla de Melilla. Se desconoce cuál es su estado de salud o si sobrevivió a la brutal agresión de los agentes. Según la ONG Prodein, defensora de los Derechos Humanos, el hombre golpeado con saña por varios miembros de la Guardia Civil se llama Dany, es camerunés y tiene 23 años. Detrás, una historia de desesperación, hambre y búsqueda de una vida mejor. Al igual que tantas otras personas, a quienes se les llama con excesiva falta de humanidad sinpapeles o inmigrantes ilegales (como si las personas fueran ilegales y no los actos, como por ejemplo agredir brutalmente a una persona indefensa), Dany se encaramó durante horas a la valla de Melilla, esa en la que nuestras autoridades han instalado cuchillas para desgarrar su piel. El joven fue forzado a bajar de la valla y, como se aprecia en el vídeo difundido por Prodein, después fue golpeado hasta quedar inconsciente. 

En ningún momento del vídeo se observa que el joven deje de estar inconsciente. Sí se ve, por el contrario, cómo se le golpea para intentar reanimarlo y después cómo se le traslada al lado marroquí de la frontera sin prestarle atención sanitaria. Se desconoce si Dany ha sobrevivido a la brutal agresión de la Guardia Civil, por la que las autoridades deberán dar explicaciones con urgencia si queremos seguir pensando que vivimos en un Estado de Derecho, o si ha fallecido. Según Prodein, las informaciones que le llegan sobre su estado de salud son contradictorias, pues hay fuentes que afirman que volvió en sí y está con vida y otros sostienen que ha fallecido. La ONG denuncia que conoce al menos otros seis casos de personas africanas devueltas a Marruecos tras ser golpeadas por la Guardia Civil en la frontera. Vivimos en un país, pues, en el que nuestras fuerzas de seguridad golpean hasta dejar inconscientes a seres humanos indefensos. 

Arsenio Fernández de Mesa, director general de la Guardia Civil, aún no ha respondido, hasta donde yo sé, ante esta grave situación. Tampoco se ha pronunciado el muy católico ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Los dos tienen ya en su haber varias indecentes declaraciones sobre la inmigración, ese drama para las personas que emigran en busca de oportunidades que no encuentran en su lugar de origen, no para los países receptores. No es un problema de orden público ni una invasión, como algunos medios de baja estofa insisten en presentar los intentos de salto de valla, sino un drama humanitario, una llamada a la desigualdad de este mundo en que vivimos. Una demostración de que, al lado de nuestra casa, a pocos kilómetros, está la miseria, el hambre, la muerte por desnutrición, las enfermedades de las que Occidente sólo se preocupa cuando algún ciudadano suyo es infectado por ellas. 

Hablamos mucho estos días, con razón, de la ineptitud galopante de la ministra de Sanidad, Ana Mato, en su desastrosa gestión de la crisis del ébola y criticamos la obscenidad e indigencia moral del consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodríguez, que tarde y mal ha pedido disculpas a la enfermeda infectada por el ébola, a la que culpó de haberse infectado y acusó de mentir. Hacemos bien en censurar actitudes tan indecorosas e intolerables de nuestros responsables públicos, pero no sé si es porque tenemos una memoria frágil o porque nuestros políticos desbordan de mediocridad e indecencia, al final unos escándalos terminan tapando a otros. Ahí sigue por ejemplo la impresentable Mónica de Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, tras decir que no contrata a mujeres en edad fértil porque luego llega el problema del embarazo. Ahí siguen tantos y tantos tipos infames a los que un día zarandeamos, merecidamente, por sus errores o intolerables declaraciones, pero que después pasan a un segundo plano, porque siempre hay un político más irresponsable, más bocazas o más corrupto que el anterior. 

Decía que hablamos mucho de Ana Mato y de Javier Rodríguez. Por cierto, la ministra de Sanidad sabe de lo que hablamos cuando decimos que unos escándalos terminan tapando a otros. Ella tuvo un Jaguar pagado por la red Gürtel en su garaje y hacía viajes y fiestas pagadas, presuntamente, por la red corrupta, pero eso no le movió del puesto de ministra, que por otro lado tan grande le viene. Pues algo similar pasa con el director general de la Guardia Civil, sólo que en este caso hablamos de vidas humanas, de dignidad, de valores, de respeto a los Derechos Humanos. Fernández Mesa debería haber dimitido cuando en febrero 9 personas murieron cuando nadaban intentando llegar a la costa española y recibieron disparos de bolas de goma por parte de agentes de la Guardia Civil. Entonces, tanto él como el ministro protagonizaron una secuencia de hechos inaceptable. Primero, mintieron diciendo que no se había empleado material antidisturbios. Después, cuando los vídeos demostraron que nos estaban engañando, contaron que con las bolas de goma que disparaban los agentes se presenta dibujar la frontera imaginaria para que los inmigrantes vieran que estaban entrando en un país extanjero y que por ahí no podían seguir. Eso, con la tensión y la inestabilidad de unas personas que nadan exhaustas. 

No se han depurado responsabilidades por aquellas muertes, las atroces cuchillas siguen instaladas en la valla de Melilla y el gobierno continúa actuando del mismo modo erróneo en el asunto de la inmigración. El vídeo ofrecido ayer por la ONG Prodein nos demuestra una evidencia: que existen dudas más que razonables sobre el respeto a los Derechos Humanos por parte de nuestras fuerzas de seguridad. Y eso es muy grave. En cualquier país serio, pienso, sería un asunto de enorme importancia que indignaría a los ciudadanos y estaría en portada de los medios a diario. De todos los recortes sociales realizados por el gobierno que hemos aceptado estos últimos años, hay algunas decisiones particularmente indecentes y entre ellas está la retirada de la asistencia sanitaria a las personas inmigrantes. La actitud del ejecutivo con estas personas es inhumana, roza la xenofobia. Es algo escandaloso e insoportable que debe ser denunciado por los ciudadanos. 

Por cierto. Espero que los responsables de la Guardia Civil, el señor Ferández de Mesa, el ministro del Interior o la delegación del gobierno en Melilla, den explicaciones creíbles sobre la brutal agresión a Dany. Confío en que abran una investigación seria porque las imágenes hablan por sí solas y abren una sospecha muy grave que debe ser estudiada para depurar responsabilidades. Hoy mejor que mañana. Espero que actúen como se esperaba de unos gobernantes de un país democrático que se dice Estado de Derecho y que no usen el nombre de la institución de la Guardia Civil, totalmente respetable, como parapeto. Es práctica común y tramposa entre los gobernantes utilizar a los colectivos como escudo. Por ejemplo, si a la ministra Mato se le echa en cara la nula formación dada a los trabajadores sanitarios para tratar el ébola, la ministra responde usando a los médicos y enfermeras como escudo y diciendo que no osa que se ponga en duda la capacidad de los trabajadores sanitarios, como si no fuera ella que la degrada el sistema público de Salud, como si no fuera ella la que empeora sus condiciones de trabajo y como si no fuera, en fin, la responsable máxima de este campo en España. 

Con esta brutal agresión de la Guardia Civil pasa lo mismo. No vale poner el nombre del instituto armado como parapeto. En absoluto. Criticar una actitud odiosa como la que muestran estas imágenes no es atacar en bloque a la Guardia Civil no ponerse del lado de las mafias que trafican con seres humanos, como llegó a decir en su día el ministro del Interior. Es criticar una presunta violación de los Derechos Humanos que debe ser investigada con urgencia. Yo soy periodista y puedo dar fe de que hay compañeros de profesión realmente impresentables y que hay prácticas intolerables en muchos medios de comunicación. Que un guardia civil, veremos si bien supervisado u ordenado a hacer lo que hace o no por sus mandos, golpe brutalmente a una persona indefensa es algo muy grave que se debe denunciar e investigar. Eso no significa que se critique, en general, a la Guardia Civil. Precisamente para mantener el buen nombre de nuestras fuerzas de seguridad es imprescindible depurar responsabilidades en casos tan graves como este. Mientras, seguimos sin saber el estado de salud de Dany. Seguimos abochornados por vivir en un país así. 

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