Un auténtico debate

Como pueden imaginar, el título de esta entrada no se refiere al esperpéntico cara a cara que protagonizaron ayer en La 1 los cabezas de lista de PP y PSOE a las elecciones europeas del 25 de mayo. Miguel Arias Cañete, leyendo durante casi todo el debate, y Elena Valenciano, forzadamente compungida en sus intervenciones, cumplieron con las expectativas y perpetraron un debate gris, de palabras huecas, llenos de clichés y dogmas, de estériles dardos partidistas. Fueron la viva imagen de la decadencia del bipartidismo en España. Como se esperaba, Cañete y Valenciano ejercieron a la perfección el rol de demostrar en qué lamentable estado se encuentran las dos principales formaciones políticas del país. Como el náufrago que se aferra a un tablón de madera para no hundirse, PP y PSOE se agarran con fuerza a estos numeritos de los debates a dos que presentan una cada vez más ficticia estabilidad bipartidista en nuestro país. Hablaron cada cual para su público. Nada distinto a lo esperado.
 
Hablo, como imaginarán por la foto de arriba, del debate a cinco entre los candidatos a presidir la Comisión Europea. Aunque está por ver si se cumple el compromiso, en teoría cada gran bloque político del Parlamento Europeo presenta un candidato a presidir la Comisión. En teoría, el partido más votado colocará a su candidato en el cargo. Es la primera vez en la historia de la UE que el presidente de la Comisión Europea se elige en las urnas. Hay dudas sobre si no se volverá a caer en el déficit democrático de siempre y terminarán siendo los países quienes acuerden el nombre del nuevo presidente. En cualquier caso, sobre el papel, por primera vez hay cinco candidatos a presidir este organismo. Ayer debatieron en la sede del Parlamento europeo en Bruselas Jean-Claude Juncker (candidato del Partido Popular Europeo), Martin Schulz (Partido de los Socialistas Europeos), Guy Verhofstadt (Alianza de los Liberales y los Demócratas de Europa), Ska Keller (Partido Verde) y Alexis Tsipras (Partido de la Izquierda Europea).
 
El debate me sorprendió muy gratamente. En medio de una campaña electoral deprimente en España y en la que se habla de cualquier cosa menos de propuestas serias y claras sobre la Unión Europea, que de esto van estas elecciones aunque escuchando a Cañete, Valenciano y compañía no lo parezca, el debate a cinco de ayer fue una cierta inyección de entusiasmo europeísta. Para empezar, fue muy enriquecedor ver debatir a los cinco candidatos a presidir la Comisión Europea, verles contrastar ideas y propuestas sobre las competencias de la UE y sobre las cuestiones que más preocupan a los ciudadanos europeos. La UE, comenté el otro día, es probablemente el mejor invento de las últimas décadas en Europa y de los peor desarrollados. Aunque sea sólo un debate, medidas como la de ayer son muy positivas para afianzar algo el sentimiento de pertenencia a la UE y para hacer que los ciudadanos se interesen por la política comunitaria. Sospecho que la audiencia del debate, que en España emitió el canal 24 Horas, fue escasa, pero fue un gran acierto.
 
Me sorprendió gratamente la organización del debate. Se celebró en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas, que adquirió una estética de moderno concurso de la televisión. Había público, que aplaudía las intervenciones que más les convencían. Fue un debate ágil, en el que cada candidato tenía un minuto para responder cada pregunta y contaba con comodines de tiempo que podía emplear cuando quisiera para rebatir ideas de otros candidatos o alargar algo su intervención. La moderadora actuó de forma impecable y, para completar la espléndida puesta en escena, un periodista explicó cada cierto tiempo lo que se estaba comentando en las redes sociales sobre el debate. Se demostró ayer que un debate político puede ser ágil y atractivo.
 
En cuanto a las cuestiones que se debatieron, la economía centró una parte importante, con la preocupación por la elevada tasa de paro, en especial en los países del sur. Los planes de independencia en Escocia y Cataluña aparecieron en el debate. La moderadora preguntó directamente a los candidatos a presidir la Comisión Europea si estas regiones de Estados miembros pasarían automáticamente a formar parte de la UE o no. Los candidatos de los dos partidos mayoritarios, Juncker y Schulz, dijeron que se deben respetar las constituciones nacionales de cada país. El candidato liberal, Verhofstadt , repitió lo que había dicho un día antes en Barcelona, que la UE no debe inmiscuirse en estos asuntos internos de los países y que le pareció mal que Barroso dijera que Cataluña quedaría fuera de la UE si se independizara. La líder de Los Verdes, Keller, fue la más abierta a apoyar estos procesos soberanistas al decir que respeta el derecho de autodeterminación y que si ella fuera presidenta de la Comisión las regiones independizadas serían miembros de la UE. Por su parte, Tsipras, candidato del Partido de la Izquierda, criticó los nacionalismos y aseguró que este problema podría solucionarse con más competencias y un grado mayor de autonomía para las regiones que, como Cataluña, piden su independencia.
 
La inmigración, una de las asignaturas pendientes de la Unión Europea, también apareció en el debate. El candidato liberal pidió una regulación nueva sobre esta materia, mientras que los candidatos socialdemócrata y popular repitieron buenas palabras ya conocidas. Los más severos contra la gestión del drama de la inmigración que se está haciendo ahora en la UE fueron los candidatos de Los Verdes y de la Izquierda, que denunciaron que se están violando los Derechos Humanos y el mar Mediterráneo se ha convertido en un cementerio que acoge a cientos de personas que sólo buscaban una vida mejor en el continente europeo. El candidato popular, por cierto, pidió no recortar por razones presupuestarias en las partidas de ayuda a la cooperación y el desarrollo. Sí, el compañero de partido de Rajoy defendió sin aparente vergüenza esa idea.
 
Otro de los apartados del debate, referido a los símbolos religiosos, dio pie a dos de los candidatos a hablar de España. El candidato liberal pidió regular principios comunes porque si no se reformarán en cada estado cada cierto tiempo asuntos sensibles, donde aludió al proyecto de ley del aborto que se estudia en España. Alexis Tsipras, de La Izquierda, fue más contundente al afirmar que "en España se observan leyes que nos llevan para atrás con políticas a lo Franco".
 
La moderadora preguntó a los candidatos sobre la abstención de las últimas elecciones europeas. Fueron interesantes las respuestas. El candidato liberal afirmó que falta autoridad en Europa y que no es de recibo que el presidente de la Comisión Europea llame a Berlín y a París antes de tomar cualquier decisión. La candidata de Los Verdes, de largo quien exhibió una mayor capacidad oratoria, dijo que la gente no vota porque cree que nada va a cambiar con el sufragio y que eso debe cambiarse. El candidato de la Izquierda, el griego Tsipras, afirmó que "el déficit más grave del que adolece la UE es el déficit democrático" y echó en cara a Juncker haber hundido dos gobiernos legítimos y democráticamente elegidos durante la crisis europea. Juncker, por su parte, dijo que la razón por la que hay cierto desapego de los europeos hacia la UE es que los gobiernos nacionales culpan muchas veces a las autoridades comunitarias de las medidas impopulares o de aquello que desagrada a la sociedad. El candidato socialdemócrata dijo que hay muchos asuntos trascendentes que se juegan en estas elecciones y que por eso confía en que la abstención será menor esta vez.
 
Terminó el debate con la pregunta sobre si uno de ellos cinco será el presidente de la Comisión Europea, ante la duda razonable de que los gobiernos puedan volver a negociar entre sí a quien situar en el cargo. Naturalmente, los cinco se pusieron de acuerdo en señalar con contundencia que así será y que uno de ellos presidirá la Comisión Europea porque, de lo contrario, se tomaría muy poco en serio a la ciudadanía europea y se estará dando un paso atrás en la democracia en la UE. Fue, en resumen, una grata sorpresa, un debate ágil e interesante. Nada que ver con lo que empezó justo al final del mismo en otra cadena.

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